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«He estado en los últimos años montado en un camión de adrenalina»

En una nueva fase vital tras el infarto, Antonio Banderas quiere dirigir sus guiones y un teatro en Málaga

PEDRO LUIS GÓMEZ

Lunes, 3 de abril 2017, 13:42

Camiseta blanca y pantalón vaquero diseñados por él, zapatillas de Balenciaga, barba canosa («la edad, amigo, la edad...») por exigencias del guion de su nueva película. Nicole se despide para ir al súper. Son las cuatro de la tarde y Antonio Banderas se sienta en su espacioso y precioso salón. No hay estridencias en su nueva casa malagueña, en el corazón de las culturas que dieron vida y alma a esta ciudad para ser lo que es hoy: los vestigios fenicios con las piletas para los salazones, la Alcazaba mora, el teatro romano, el barrio de la judería, y la Catedral cristiana... Arriba, coronando el monte, Gibralfaro. Dicen las encuestas que es el andaluz vivo más conocido hoy en día en el mundo. Desde luego es hoy por hoy también, con Picasso, el más universal.

Se acopla en un sillón de gusto y cómodo, con una mesa redonda donde hay una revista, su libro de fotografías y poemas prologado por su admirado Manuel Alcántara (Secretos sobre negro) y una novela, Malacitanus, de Cristóbal Romero. Cuadros de gran tamaño en las paredes, dos esculturas de pie y una escalera de caracol cuyo eje central está repleto de esculturas de Chema Lumbreras representando al Zorro, al Gato con botas o a Viberti... Arriba, una terraza que me atrevo a decir que es única en Málaga, y abajo otras dependencias.

¿Cómo se encuentra físicamente tras el susto de la patata?

Me encuentro bien. Lo que ha abierto todo esto [se señala el corazón, en un gesto que repetirá varias veces a lo largo de la entrevista] es un espacio de reflexión. Yo sé por qué me dio el infarto. He estado trabajando en los últimos años montado en un camión de adrenalina, y en cuanto bajaba de ritmo, me pegaba como si me pillara un tren... Me ha pasado por un exceso de todo, fundamentalmente de trabajo, porque no bebo, pero sí fumaba y ya no. Si algo bueno ha tenido esto es que he dejado de fumar de sopetón, sin necesitar pastillas ni nada por el estilo. ¡Se acabó! He llevado, casi sin darme cuenta, una vida a una velocidad que no era normal. El año pasado yo decía que mi estado natural era el cansancio, no recordaba lo que era descansar y cuando lo hacía mi cuerpo se asustaba, y mi corazón me dijo basta.

¿Y cómo va a seguir viviendo Antonio Banderas?

Voy a seguir trabajando, pero lo voy a hacer a otro ritmo. Me voy a dar espacio, me voy a pegar un tiempo entre producciones, y sobre todo voy a dar el salto que anhelo desde hace tanto tiempo: ponerme detrás de la cámara, escribir mis guiones, y eso me dará tiempo. Por ejemplo, hacer una película cada uno o dos años. Tranquilamente, y se pueden hacer películas magníficas desde Málaga, desde Madrid, desde Hollywood o desde la Conchinchina, que el mundo ya es global, muy global. El paradigma del cine, además, está cambiando, ya cada vez más gente ve películas en televisión a través de aplicaciones en sus móviles o en sus ipads, mucho más que en los cines. Se ve más cine que antes, pero en formatos muy diferentes. Me apetece muchísimo contar historias que yo he vivido, historias mías. Escribir mis películas, mis guiones, prepararlos bien, hacerlas a mi gusto. Esto creo que me va a calmar: poder decir ahora me vengo a Málaga, o a mi casa de Marbella y estar varios meses preparando esto o lo otro, lo que antes no hacía, ver a mis amigos por las tardes. Está claro que seguiré atendiendo mis compromisos, por ejemplo con Puig o con la ropa..., pero reducirlo todo; no ir como hasta ahora montado en esta motocicleta loca con la que he circulado.

Eso conlleva un cambio de mentalidad importante.

Sí, por supuesto. Hay una palabra que me dijo uno de los grandes agentes de Hollywood con el que trabajé dos años. Me dijo, ¿tú sabes cuál es la palabra más importante en Hollywood? Pues esa es no, y en la vida, también. Y yo no he aprendido a decir no, y tengo que hacerlo.

En el horizonte se otea Málaga, ¿para cuando su regreso definitivo?

Sí, sí... es así. Hombre, si tengo que ir a hacer una película a Roma o a Londres, donde vivo ahora mismo, me voy y punto.

Y qué va hacer con su casa de Londres, ¿dejarla allí o qué?

No... Esto tiene un espacio en el tiempo. Si hay que construirlo el edificio (su proyecto teatral que quiere desarrollar en Málaga, que sea epicentro del teatro en Europa), como mínimo requiere dos o tres años, y entonces, en ese momento, me plantearé si dejar Londres, si Stella (su hija) viene aquí... Ya veré.

Vuelta a Málaga tras salir al mundo empezando por Madrid. La lotería de la vida le dio un gordo, pero había que jugar.

Sí es verdad. Yo no me iba a Madrid a disfrutar, ni a trabajar de camarero, aunque allí después hice de todo.

Y se encuentra con Almodóvar.

Sí, pero, ojo, hasta mi encuentro con Pedro hay un tiempo importante en Madrid. A mí hubo gente que me ayudó mucho, y uno de ellos fue Joaquín Sabina, al que había conocido cuando cantaba en el pub Zambra en Pedregalejo, que tenía mi gran amigo Miguel Gallego. Me contrató para su grupo de música y me pagaba cinco veces más de lo que debía. Canté con él en el Rocola, en los Comedores Universitarios de la Complutense, en La Mandrágora... y eso me salvaba la vida. Sabina fue un magnífico amigo. Se portó de diez.

Hasta que llegó el director manchego, ¿no?

Almodóvar vino a verme cuando yo estaba trabajando en una obra de Calderón de la Barca, La hija del aire, a la que llegué tras hacer una prueba y otra y otra, con un golpe de Estado de por medio... 23-F de 1981. Otro momento imborrable, el de aquel día. Yo estaba en el Teatro de las Bellas Artes viendo una obra de Manuel Azaña, que se llamaba La velada en Benicarló, vi un jaleo en el teatro y le pregunté a una señora que tenía un transistor: «¿Qué ha pasado?». Que ha entrado un teniente de la Guardia Civil pegando tiros en el Congreso, me dijo. Yo había visto mucho movimiento cuando esperaba antes del comienzo de la obra a mi amigo Roberto Altozano, que tenía las entradas, vi a dos guardias corriendo que se las pelaban hacia el Congreso...

¿Y cuándo decide y por qué irse a Estados Unidos?

Fue un accidente. La primera vez que voy a Los Ángeles fue cuando nominan al Óscar Mujeres al borde de un ataque de nervios. Esa película fue un bombazo en Estados Unidos. Hubo una fiesta organizada por Jane Fonda, y había una gran expectación entre los propios actores de Hollywood para saber quiénes eran aquellos locos españoles que eran capaces de hacer películas tan distintas a las de ellos. Querían conocernos, y entonces la compañía ICM decidió entrevistarnos. Recuerdo que unas directivas de esa compañía me sometieron a un interrogatorio y yo me vlvía loco porque no entendía nada. Cuando salí de la referida entrevista, me crucé con un muchacho que estaba llevándole los cafés a los agentes de ICM y me preguntó si quería que él me representara. Me quedo parado y le digo vale. Me pide mi teléfono... «Me llamo Manuel Núñez», me dijo. Entonces cuando retorno a España camino de Venecia, me llama y me dice: «Vete a Londres que te espera un señor que se llama Arne Glimcher que está preparando una película que se llama Los reyes del mambo y le encantas».

Dicen que usted ha capitaneado el cambio de papel del latino en Hollywood, de malo a héroe.

Yo no sé si eso lo he capitaneado o fue una coincidencia en el tiempo que a mi llegada se empezaran abrir las puertas a los latinos. Sí recuerdo que los latinos de Los reyes del mambo me decían: «Prepárate. Si te vas a quedar aquí siempre harás de malo...». Me acuerdo de estar un día sentado en la silla de rodaje esperando para hacer una toma de El Zorro, y mirando a quien interpretaba al capitán Love, que hacía de malo, lo veía tan rubio, con los ojos tan azules, tan americano y me dije: «El bueno soy yo». Esto lo tiene que haber cambiado algo esta película. Humildemente te digo que creo que a día de hoy soy el actor hispano que más dinero ha generado en películas en Hollywood, del orden de los 6.000 millones de dólares en las que yo he trabajado.

En la clausura del Festival de Cine, anunció un retorno ansiado o esperado, ¿me equivoco?

Verás, hay proyectos que no hay por qué hacerlos en otros sitios que no sean en Málaga e incluso hay algunos que son necesariamente obligados hacerlos aquí, como el que tiene que ver con el teatro. Lo quiero hacer.

Dirigir un teatro en Málaga con su nombre.

Eso lo decidirán otros.

Perdone, pero si le queremos dar caché, Banderas es una marca.

Bueno, pero no hace falta. Me gustaría dirigir un teatro que aportara a Málaga un grano de arena a lo que le está pasando a esta ciudad bendita, que fuera algo para sumar... Los museos tienen una montaña de actividades, eso que dicen los que los acusan de ser arte pasivo es mentira. Sería muy bonito tener un equipamiento cultural teatral que dinamizara y que esté explorando y al mismo tiempo ofreciendo teatro de calidad y también, por qué no, teatro comercial. Tener un teatro que fuese un laboratorio, que atrajera a los grandes actores del mundo, traernos a las grandes escuelas de teatro, utilizándolo incluso como plató de televisión. Esto tiene que financiarse de forma privada porque el dinero público acarrea muchos problemas. Adoro a la clase política cuando hace cosas para la gente y para la cultura pero el dinero público es muy complicado y te sale una chepa enorme. Aquí lo vamos a hacer por la vía de la esponsorización. No vengo a Málaga a hacer taquilla; para eso me voy a Nueva York.

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