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Spiriman, con megáfono, se dirige a los 40.000 granadinos que acudieron el pasado 16 de octubre a la manifestación contra la fusión hospitalaria.
Doctor Facebook

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Con unos cuantos vídeos en la red social, Spiriman ha movilizado a Granada contra la fusión de sus hospitales. «Me dicen que si pido a la gente que se tire por un puente, se tira», admite este médico de Urgencias sorprendido por su propia repercusión

INÉS GALLASTEGUI

Lunes, 21 de noviembre 2016, 20:55

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Granada es una belleza que sestea, como aletargada por el peso abrumador de su historia. Los granadinos se quejan, pero no son de echarse a la calle. Hace diez años, a la marcha para exigir la autovía a la costa, que era un clamor, acudió solo un señor: el convocante. Ahora la ciudad lleva un año y medio sin trenes por las eternas obras del Ave -el servicio ferroviario lo cubren autocares- y a la protesta acudieron en septiembre 3.000 personas mal contadas. Sí, Granada dormitaba... hasta que apareció Spiriman, un superhéroe que en vez de mallas viste bata blanca, gorra y gafas oscuras y blande un palo-selfi con su móvil como arma. Este médico y empresario se ha convertido en el líder mesiánico de una movilización de proporciones insólitas en esta ciudad: a su llamada, 40.000 ciudadanos se manifestaron hace un mes y 30.000 hace una semana (el doble según los organizadores) contra una fusión hospitalaria que, consideran, empeora la calidad asistencial. El Clark Kent artífice de este milagro es Jesús Candel, un médico de Urgencias moreno, alto y guapetón que cuelga en Facebook sus vídeos caseros larguísimos, llenos de tacos y sin guion. Acusando de oscuros intereses a quien no esté de su parte. Exigiendo dimisiones. Llamando de todo menos bonita a su particular villana, Susana Díaz, responsable de la nueva organización tras la apertura del segundo hospital más grande de España. Y terminando siempre con un «Yeah!».

No es la primera vez que las nuevas tecnologías actúan como correa de transmisión de una movilización social o política. A comienzos del milenio, más de un millón de filipinos convocados por SMS se echaron a la calle y lograron la dimisión del corrupto presidente Joseph Estrada.

En la España pre WhatsApp, el mismo medio -con el famoso mensaje «¿Aznar de rositas? (...) ¡Pásalo!»- se empleó en 2004 para llamar a los ciudadanos a manifestarse en la jornada de reflexión tras los atentados terroristas del 11-M frente a las sedes del PP, en protesta por el intento del Gobierno de manipular la autoría de los ataques islamistas.

Los móviles e Internet se convirtieron en octavillas electrónicas en las revueltas de París de 2005, el Yes we can de Obama se hizo viral en la campaña presidencial gracias a las redes sociales y la web 2.0 tuvo un papel clave en las llamadas primaveras árabes. En nuestro país han sido estudiadas hasta la saciedad la importancia de hashtag como #democraciarealya y #nolesvotes en la convocatoria del 15-M y la habilidad de Podemos para aprovechar su soltura en el mundo virtual para hacerse con más de un millón de votos muy reales en las europeas de 2014.

Pero es raro encontrar a ciberagitadores en singular. Para Luis Serrano, experto de la consultoría de comunicación Llorente&Cuenca, Spiriman es un caso de estudio: «Es novedoso que un ciudadano sea capaz de activar de manera intuitiva las claves de la movilización y el contagio en red sin un tejido político, asociativo o sindical detrás».

Paco Torres, director de servicios de Comunicación y Nuevas Tecnologías del Grupo Secuoya, recuerda un caso similar, el de Pablo Herreros, que consiguió miles de seguidores para su campaña contra el programa La noria de Tele 5, que pagó por una entrevista a uno de los implicados en el asesinato de Marta del Castillo.

Jesús Candel estaba de vacaciones cuando colgó un vídeo en el que regañaba a sus cuatro hijos, de 3 a 9 años, por no saber a qué hospital debían ir dependiendo de lo que les doliera. Se mofaba así de la especialización por servicios en las dos mitades del nuevo macrohospital general, una en el centro de la ciudad y la otra -que le ha costado a la Junta 240 millones de euros- en el flamante Parque Tecnológico de la Salud, a seis kilómetros. La broma se hizo viral y él empezó a subir más vídeos -ya son diarios- augurando «caos y muertes». En su Facebook, el número de visualizaciones supera la población de la capital -ha llegado a 400.000- y sus publicaciones las comparten y comentan miles. «Un amigo me dice que, si yo se lo pido, Granada se tira por un puente», reconoce a este periódico, sin ocultar su orgullo.

Pero Candel no es exactamente un lobo solitario. En su marea blanca confluyen muchas olas: simpatizantes del PP y de Podemos, encantados con una crisis que se extiende y amenaza con estallarle en la cara al Gobierno socialista andaluz, trabajadores sanitarios y comerciantes cabreados con el traslado al extrarradio y, también, miles de ciudadanos descontentos que defienden sinceramente una sanidad pública de calidad.

Spiribol, un nuevo deporte

¿Cómo lo ha conseguido? Parte del éxito radica en el alter ego del doctor, Spiriman, un alias que le pusieron los niños de barrios marginales en los que trabaja la Fundación Spiribol. Esta organización que cuenta con el apoyo de los futbolistas Puyol, Iniesta y Hierro y del grupo Tricicle se dedica a promocionar el deporte escolar y, en concreto, la disciplina inventada hace casi un siglo por un abuelo del galeno: residente en la montañosa Alpujarra y harto de que las pelotas con las que jugaban sus once hijos se perdieran pendiente abajo, ató la bola a una cuerda y esta a un palo. Gana el que antes la enrolla a paladas.

«Se han unido elementos por los que pagaría cualquier estrategia de comunicación: una imagen de marca muy reconocible, un grito de guerra, ciertas dotes de oratoria y una pizca de carisma», revela Torres, quien advierte que, por bisoño que sea, Candel se ha hecho «cómplice del algoritmo de Facebook» y paga dinero para multiplicar su audiencia. Para este experto, la espontaneidad no resta; suma. «Si la gente percibiera de repente un viraje hacia lo políticamente correcto y lo visualmente ortodoxo, perdería credibilidad». Coincide con él Luis Serrano: «No tiene el asesoramiento de una agencia de comunicación detrás, pero la simplicidad de sus mensajes es parte de su éxito».

«En Sevilla han puesto a 30 community managers a trabajar para destrozarme», se burla Candel, un chico de familia acomodada educado en un colegio del Opus que dice haber votado «al PSOE, al PP y a Ciudadanos», aunque se lleva «muy bien» con Podemos.

A él los asesores le sobran. En uno de sus últimos vídeos, aprovechaba para cantar las bondades de las prendas deportivas con propiedades casi mágicas que comercializa su empresa Bioceramic, que comparte sede con su fundación. Después informaba de la evolución de su diarrea. En otra entrega lanzaba su diatriba cotidiana desde la cama del hospital con su hijo convaleciente de una apendicitis. Y raro es el día que no acusa a un directivo de la Consejería de corruptelas varias. Sin pruebas. «Estoy recopilando papeles y los llevaré a la Fiscalía», anuncia este Jesús del siglo XXI.

Enrique Dans, bloguero y profesor de Sistemas de Información en IE Business School, advierte de que Facebook es «como una cámara de los espejos: nuestras creecias se amplifican; parece que todo el que nos rodea está de acuerdo con nosotros».

Spiriman dice que su kriptonita son los aviones y las agujas y su superpoder, el cariño de la gente. Le paran por la calle para darle besos y ánimos. Pero en el mundo on line ese mismo sencillo pueblo llano preocupado por la salud se transforma en un agresivo ejército de trolls sedientos de sangre virtual, ansiosos por escupir su odio contra el último político, gestor, médico o periodista que Spiriman ha puesto en su muro/picota para su linchamiento digital. Apesebrado socialista es lo más suave que le pueden decir a uno por poner pegas al modelo de los #2hospitalescompletos. Si alguien osa cuestionar al héroe, recibe una cibertunda. «¡Quien ataca a Jesús nos ataca a todos!». «¡A muerte con Spiriman!». «Yeah!».

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