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Bautismo de gasolina

Bautismo de gasolina

Seat vuelve a tirar de mapa para dar nombre a su último modelo. La web de Ateca, un pueblo de Zaragoza, se colapsó cuando se conoció la noticia

borja olaizola

Martes, 8 de noviembre 2016, 19:09

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Entre el 1.400, el primer modelo que fabricó Seat, y el Ateca, el primer todoterreno de la marca, median nada menos que 64 años. En esas casi seis décadas y media España no solo se ha consolidado como uno de los puntales de la industria del motor (segundo fabricante europeo después de Alemania) sino que también ha forjado toda una mitología automovilística. Desde el legendario Seat 600, que puso al volante a la incipiente clase media en los sesenta, hasta el Seat León, que encabeza las listas de ventas en 2016, hay una franja imaginaria por la que circulan coches como el Citroën 2CV, el Renault 4, el Seat 124, el MG, el Simca 1000, el Renault 8, el Ford Fiesta o el Seat 127, por citar algunos de los modelos que dejaron una huella indeleble en el proceso de motorización de la sociedad española.

En aquella época lo último que preocupaba a los fabricantes era el nombre del coche. El legendario Dos Caballos se llamó así porque esa era exactamente la potencia fiscal que desarrollaba su modesto motor bicilíndrico de 375 centímetros cúbicos. El Seat 600 heredó la denominación del Fiat 600, que en sus primeras versiones equipaba un propulsor de poco más de 600 centímetros cúbicos. Renault, por su parte, tampoco se complicaba la vida y se limitaba a adjudicar un número a cada nuevo modelo. Partiendo del R4, el popular Cuatro Latas, se sucedieron todos los demás: R5, R6, R7, R8, R9...

Fue Ford la que rompió la costumbre de bautizar los coches con combinaciones de cifras y letras cuando puso a la venta el primer modelo que fabricó en España bajo la denominación de Fiesta. El contundente éxito comercial que había obtenido años atrás con el Mustang, una raza de caballo de Norteamérica, había llevado al fabricante estadounidense a la conclusión de que un nombre con chispa era un ingrediente comercial indispensable para la buena acogida de un modelo. A partir de ahí, la denominación pasó a ocupar un lugar destacado en el proceso de desarrollo de cualquier automóvil.

«A primera vista puede parecer intrascendente, pero dar con un buen nombre para un coche no es tan fácil», admite Fernando Salvador, director de Comunicación de Seat. En primer lugar hay que buscar una palabra que no vaya más allá de las tres sílabas. «Tiene que tener sonoridad y, a poder ser, no más de cinco o seis letras, con las vocales abiertas». El terreno de Seat a la hora de elegir una denominación está más acotado que el del resto de las marcas, ya que desde que dejó de ir de la mano de Fiat recurre a nombres de ciudades o pueblos españoles. Una vez consumado su divorcio de la compañía italiana, su primer modelo se llamó Ronda. Desde entonces se han sucedido los automóviles que llevan nombres sacados de un atlas nacional: Toledo, Málaga, León, Marbella, Inca, Arosa, Alhambra, Córdoba, Ibiza...

Lancia Marica

No basta con mirar un mapa y escoger la localidad que tiene la denominación más sonora. Hay que estudiar si la palabra tiene algún significado en otras lenguas que puede dañar la imagen del automóvil. Ocurrió en Grecia con el Seat Málaga porque allí la palabra malaka tiene connotaciones peyorativas (es un término despectivo equivalente a pajillero). El coche se vendió en el mercado heleno con el nombre de Gredos. Otras marcas han tenido problemas similares: Mazda bautizó uno de sus modelos como Laputa, Kia llamó a otro Borrego y Lancia denominó Marica a uno de sus deportivos. Chevrolet tuvo que retirar a finales de los setenta el nombre Nova de uno de los suyos en el mercado latinoamericano porque sus concesionarios convencieron a la marca de que pocos clientes estaban dispuestos a adquirir un coche que no va.

Seat, cuenta su director de Comunicación, había dado con un nombre redondo para su primer todoterreno: Teide. Es una palabra con mucha sonoridad que además se ajusta como anillo al dedo al concepto del vehículo en cuestión, un coche capaz de desenvolverse en todos los terrenos, incluso en aquellos tan abruptos como los del volcán canario. Todo iba sobre ruedas hasta que alguien se dio cuenta de que Teide se parece demasiado a tidy, un término que en inglés (y también en alemán) significa pulcro y ordenado.

Hubo que repensarlo todo y volver la vista al mapa hasta que alguien localizó un pueblo de 1.500 vecinos de la comarca de Calatayud que se llama Ateca. El nombre, rotundo y sonoro, lleva implícitas referencias a términos como tecnología y calidad a las que los expertos en marketing dan mucho valor. Como no podía ser menos, en Ateca están encantados con la inesperada campaña de promoción y esperan que el colapso de su página web que se produjo cuando Seat hizo público el nombre de su nuevo modelo sea el preludio de un flujo de visitantes que dé nueva vida a este pueblo zaragozano.

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