‘Affluenza’, el mal de los ricos
Ethan Couch se libró de la cárcel después de matar a cuatro personas porque sus acaudalados padres no le enseñaron a discernir el bien del mal
julia ferández
Lunes, 25 de enero 2016, 19:04
A Ethan Couch lo detuvieron hace tres semanas en Puerto Vallarta, México. La Policía de este país ponía punto final a una huida casi de película. El chaval, que tiene 18 años, había cruzado la frontera junto a su madre, Tonya, para evadir a la justicia norteamericana. Había quebrantado la libertad condicional, que le había sido impuesta hace un par de años por causar un dramático accidente de tráfico. Estrelló su furgoneta pick up contra el vehículo de otra joven que se había salido de la calzada y a la que estaban ayudando unos vecinos y otro conductor. El impacto fue brutal. El joven conducía a 112 kilómetros por hora en una vía urbana. Los policías constataron que, además, triplicaba la tasa máxima de alcoholemia dio 0,24 y había restos de Valium y marihuana en su organismo.
Cuatro personas murieron y una quinta quedó tetrapléjica (solo se puede comunicar con su familia moviendo los ojos). Sin embargo, la jueza que se ocupó del caso, Jean Hudson Boyd, no envió a Couch, que entonces tenía 16 años, a la cárcel, sino que le impuso una pena menos severa: libertad restringida y una fuerte multa económica. Esta última no fue ningún trauma para un muchacho de familia acomodada. La magistrada se guió en su veredicto por un polémico argumento que esgrimía la defensa del adolescente con informes psicológicos en la mano: sufría de affluenza, era incapaz de ver las consecuencias de sus actos por culpa de la educación que había recibido. Al parecer, sus acaudalados padres no habían sabido fijarle los límites y el chaval no distinguía entre el bien y el mal. De hecho, tras el accidente, lo único que acertaba a decir era «solo he tomado dos cervezas, no voy a meterme en un lío por esto».
El nuevo arresto de Couch ha vuelto a poner sobre la mesa la affluenza. El término en sí es un neologismo que nace de la combinación de dos vocablos anglosajones: influenza (gripe) y affluence (opulencia, riqueza). Se puso de moda a finales de los 90 en EE UU gracias a un libro, The Golden Ghetto: The Psychology of Affluence (1997), cuya autora es Jessie ONeil, nieta de Charles Erwin Wilson, secretario de Defensa con Eisenhower y expresidente de General Motors. En principio, define una «relación dañina o desequilibrada con el dinero» o bien con la «persecución» del mismo. Esta da lugar a una serie de «trastornos conductuales» que van desde la adicción al trabajo a la baja autoestima pasando por la depresión, la pérdida de motivación, la «incapacidad para retrasar la gratificación y tolerar la frustración» y un «falso sentido del derecho». Dentro de estos dos últimos se enmarcaría el caso de Couch, aunque la propia ONeil, que ha creado una fundación sobre este fenómeno en la que ofrece «terapias» para superarlo, no está muy de acuerdo. También porque el concepto que ella maneja es más amplio que el de los jóvenes malcriados.
El psicólogo español Antonio Cano Vindel, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), no ve muy claro este fenómeno. En su opinión, todo esto tiene más que ver con la educación que los padres dan a los hijos que con el dinero. Hay dos elementos claves para hacerlo bien: enseñarles a ser «responsables de sus actos» y a que el desarrollo de su libertad debe respetar «ciertos límites» (los de los demás, los de la salud, los legales...). Si no conseguimos esto y, además, ese niño tiene una personalidad «poco empática, antisocial y muy impulsiva», podemos criar «verdaderos psicópatas». «Estamos abonando un terreno fértil», describe muy gráficamente. Esto explicaría, por ejemplo, cómo es posible que dos hermanos educados en el mismo hogar no desarrollen el mismo comportamiento. O lo que traducido al panorama de las celebrities, por qué el problemático Charlie Sheen se parece tan poco a su hermano Emilio Estévez, también actor.
De Douglas a José Fernando
Según la abogada Isabel Winkels, la affluenza «jamás tendría cabida en nuestro ordenamiento jurídico, ni los jueces admitirían argumentos similares». Aunque sí reconoce que en los tribunales se ven cada vez más jóvenes con una visión del mundo ilusoria. «Hay chicos de 30 años que acaban de empezar su cuarta carrera y reclaman que el padre, divorciado, les siga pasando una pensión alimenticia», explica la también presidenta de la Sección de Familia del Colegio de Abogados de Madrid. Son jóvenes criados «en un ambiente de sobreprotección», tanto económica como afectiva, «con poco contacto con la realidad». El psicólogo británico Oliver James también deja claro en su libro Affluenza: cómo tener éxito y mantener la cordura (2007), que Couch no es un caso único. Lo constatan las entrevistas que hizo a ricos infelices de todo el mundo: desde Sam, multimillonario neoyorquino adicto al sexo, a la esposa de un magnate que se venga de él gastándose el dinero en toda clase de cosas.
Entre los famosos también hay casos que podrían ajustarse a este fenómeno que James define como «capitalismo egoísta», aunque no haya informes psicológicos oficiales de por medio. Por ejemplo, se podría citar a Cameron Douglas, el hijo de Michael Douglas y Diandra, condenado a cinco años de cárcel por tráfico de drogas. Le pillaron con 230 gramos de metanfetaminas en un hotel de Nueva York. Ya en prisión, siguió consumiendo para paliar los supuestos trastornos de ansiedad y depresin que decía sufrir. Según ONeil, la «mala relación» con el dinero muchas veces genera adicciones al alcohol, las drogas y el sexo. La velocidad fue lo que llevó a la cárcel al hijo del luchador de pressing catch Hulk Hogan. Nick Hogan tuvo un grave accidente automovilístico durante una carrera ilegal en 2008. Su copiloto sufrió lesiones irreversibles. Un juez le retiró el permiso de conducir y le condenó a ocho meses entre rejas y cinco años de libertad condicional. No era la primera vez que era apercibido por delitos contra la seguridad del tráfico e incluso llegó a jactarse de conducir «a 113 kilómetros por hora en una zona limitada a 50» durante una entrevista. Al parecer, no veía el peligro, sino la hazaña, el impacto que su osadía causaría sobre sus colegas.
Eso sí, no todos los padres son tan protectores como Tonya Couch lo ha sido con Ethan. El actor Laurence Fishburne dejó de hablar a su hija Montana por convertirse en actriz porno. Lo malo no fue la profesión que eligió, sino que llegó después de haber sido procesada por prostitución a los 17 años y de haber asaltado, retenido y agredido a una mujer en su propia casa doce meses después. La sobreprotección que muchos padres ejercen sobre sus hijos les está haciendo un flaco favor. Querer lo mejor para ellos está bien, pero hay que «ser realistas» y dejar de lado «nuestra visión hedonista de la vida», precisa Cano Vindel, psicólogo del Colegio de Madrid. ¿Cómo? Las cosas que nos permiten disfrutar en la vida hay que ganárselas antes, lo mismo que los regalos. «Hay niños que reciben cuarenta en su comunión... Y no tienen tiempo de abrirlos».
Aquí en España, la affluenza es un término ajeno y no reconocido, pero, puestos a especular, sí podríamos detectar algún caso que respondiera a la definición de ONeil. Sería el de José Fernando, el hijo de José Ortega Cano y Rocío Jurado, cuyo comportamiento despreocupado y desafiante ha sido retratado en la prensa del corazón en muchas ocasiones. Estas navidades, el joven ha vuelto a recaer tras salir unos días de la clínica de rehabilitación donde estaba en tratamiento. Muchos miran a las tragedias de su infancia fue dado en adopción y su segunda madre murió cuando tenía 13 años para encontrar la razón de sus miserias actuales, pese a su saneada cuenta bancaria. Ahora bien, no hace falta ser famoso y rico para sufrir estos problemas. Cano Vindel ha visto casos similares de jóvenes anónimos en sus más de tres décadas de experiencia laboral. Uno de ellos, protagonizado por un chico que también tuvo un accidente de tráfico con pena de cárcel y al que su madre tapaba constantemente ante el padre.
Situaciones así, ¿se pueden reconducir?
La primera condición es que la persona reconozca el problema y lo quiera resolver.