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Sermón de las Siete Palabras en la Plaza Mayor de Valladolid. Henar Sastre
Recorrido de las procesiones del Viernes Santo en Valladolid

Recorrido de las procesiones del Viernes Santo en Valladolid

Javier Burrieza

Valladolid

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Jueves, 18 de abril 2019, 21:04

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El Jueves Santo no se ha agotado, ha continuado como aquella noche del primer Viernes Santo de la historia, cuando Cristo fue prendido en Getsemaní, conducido ante los Ancianos y los Sumos Sacerdotes, seguido en la oscuridad por el apóstol Pedro, que lo negó en tres ocasiones antes de que el gallo cantase por dos veces. Del tiempo de la adoración del día anterior, llega el del Sermón, el de la palabra predicada desde el púlpito, no como breve homilía de explicación catequética, sino como una pieza con entidad propia, como gran medio de comunicación manejado por los profesionales de la voz, de la retórica, de los gestos, magnos actores de la historia Sagrada. En el Jueves Santo podíamos haber hablado del sermón del Mandato, aquel que otorgó Cristo a sus discípulos para que se amasen y fuesen uno. Después podía llegar el que conocemos como el Sermón de las Siete Palabras y, finalmente, antes de comenzar la procesión del Santo Entierro, y tras haber efectuado en muchas localidades el acto del desenclavo, el Sermón de la Soledad.

Sin embargo, en la ciudad de Valladolid, el Viernes Santo comienza con la procesión de Regla de la Ilustre Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, fundada a mediados del siglo XVI. Históricamente, esta procesión se encontraba situada en las últimas horas de la jornada. Sin embargo, cuando se creó en 1810 y se consolidó después una procesión general del Santo Entierro o de la Sagrada Pasión, se ubicó en esas horas del Viernes Santo y desde el templo penitencial de las Angustias, construido en el más estilo clásico de la arquitectura vallisoletana. El ejercicio penitencial de estos cofrades se trasladó a la noche anterior, primero a las horas centrales de las cuatro de la mañana, después al comienzo de la noche del Jueves al Viernes. Se portan a hombros los cuatro pasos del Cristo Crucificado, de los Carboneros o de la Luz del maestro Francisco del Rincón, el paso grande de San Juan y la Magdalena —donde en otro tiempo estuvieron los ladrones y el grupo de la Piedad, hoy en el Museo de Escultura—, el Cristo Yacente o Santo Sepulcro —pero no aquel de los soldados durmientes de la familia Rozas— y la Virgen de las Angustias. También realizarán estación ante el Santísimo Sacramento en la Catedral y su regreso a la penitencial que construyó aquel afortunado hombre de negocios que se llamó Martín Sánchez de Aranzamendi, se producirá a altas horas, casi rozando el alba.

Los hermanos de la Orden Franciscana Seglar volverán a las calles de Valladolid, pero no desde el convento de Santa Isabel sino desde su parroquia del Paseo Zorrilla, la Inmaculada Concepción, y recorrerán las estaciones de un nuevo Vía Crucis. En esos mismos momentos, el grupo de cofrades y jinetes de las Siete Palabras recogerán el pergamino del Arzobispado, de manos del cardenal, para anunciar por todos los rincones que, a las doce del mediodía, un predicador se subirá a la sagrada cátedra de la Plaza Mayor. Así se trasladó desde los templos de Valladolid —la iglesia de Santiago o la Catedral— a la calle hace setenta y seis años, en 1943. Sin embargo, se empezó a anunciar imitando este proceder antiguo, al año siguiente, hace ahora setenta y cinco años, en 1944. El pregón será en forma de verso y cada año diferente, escritos por las buenas gentes de letras de esta ciudad de escritores. Comenzó Félix Antonio González —que también fue pregonero de todas las Semana Santas— con aquel precioso anuncio: «oíd, oíd, pueblos dormidos, Siete Palabras presas en el viento». Este año corresponderá la responsabilidad de predicar al cardenal-arzobispo de Madrid, Carlos Osoro. Sermón de las Siete Palabras, presa en el tiempo de la palabra de Dios comunicada y comunicadora.

Todo, en la tarde, son preparativos para la procesión general del Viernes Santo, aquella que fue una aspiración de los ilustrados para acabar con la multiplicación de procesiones de regla de las cofradías que eran concebidas, en el siglo XVIII, como motivo de inseguridad. Al final lo consiguió la autoridad ocupante de los franceses, apoyada por los cofrades colaboracionistas, especialmente con el comisario de policía José Timoteo de Monasterio. La procesión del Santo Entierro se fue consolidando aunque con cierta lentitud y, sobre todo, sirvió de base para la recomposición que realizó el arzobispo Gandásegui a partir de 1922-1923 del conjunto de la Semana Santa. Desde entonces, ha sido uno de los buques insignia de la celebración religiosa, con treinta y tres pasos alumbrados por veinte cofradías penitenciales, fundadas desde el siglo XV y hasta 2011. A su conclusión, muchos fieles se agrupan para cantar la Salve Popular ante la Virgen de las Angustias, mientras que los últimos pasos se recogen en sus templos, ocupando en muchos casos esa misma noche las hornacinas de los retablos y los altares que pueblan todo el año. Uno de los actos más solemnes es el traslado del Santísimo Cristo de la Luz hasta la capilla universitaria. En esa madrugada de silencio, la Virgen de las Angustias volverá a las calles de Valladolid, en esa antigua procesión de mujeres pues en la general, antes, solamente participaban los hombres.

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