Sepúlveda: la villa de belleza incalculable

Qué piropo se puede lanzar a Sepúlveda que no se haya dicho ya. Bella por dentro y espectacular desde fuera, con sus calles empedradas y de aroma medieval en el interior y con su silueta elevada vista desde la distancia. Paisajes de hoces y barrancos que forman una maravilla.

Con ese molde pueden imaginar que su lista patrimonial es casi inabarcable. Iglesias, santuarios, casonas, arcos, miradores en un número interminable y que se acrecienta de forma exponencial al sumar las joyas que acumulan su decena de pedanías.

Desde el paleolítico a la Edad del Hierro; de los romanos a los visigodos; de los musulmanes a la repoblación y al esplendor de la Edad Media, a su Fuero, y la mezcla de tres religiones como en otros lugares de la península. Y al fin, de la moderna resistencia a Napoleón hasta hoy.

Con tan dilatada historia una quincena de iglesias y siete ermitas contemplan Sepúlveda y sus pedanías; como lo hacen el castillo que forma parte de la increíble Plaza Mayor; la muralla con las puertas del Azogue, la Fuerza y la del Río o las casas blasonadas del Moro y de las Conchas. Calles empinadas, empedradas y porticadas para perderse y maravillarse ante tanta belleza incalculable de esta villa declarada Conjunto Histórico Artístico en 1951.

Si tuviéramos que elegir un punto de partida coincidiríamos en designar la Plaza Mayor de la villa. Rectangular, en uno de sus lados menores se encuentra el castillo, edificación de tres épocas con tres torreones de la muralla árabe del siglo X; dos balconadas de la casa de los González de Sepúlveda, del XVI, y una fachada barroca con espadaña de dos campanas que fue adosada en el XVIII. El edificio albergó el ayuntamiento y se le conoce como el Registro, ya que se registraban las materias primas que venían a venderse y se pagaban los impuestos.

Desde la plaza cada uno ya hace su camino, que puede llevarte por una escalinata de piedra a la cercana iglesia de San Bartolomé, románica del siglo XI y la única extramuros que se conserva. Otros cuatro templos románicos nos esperan intramuros, como el de Santiago, que es el centro de interpretación de las Hoces del río Duratón. el de los Santos Justo y Pastor, también con actividad ya que alberga el Museo de los Fueros.

La imponente iglesia de El Salvador, el edificio románico más antiguo en Segovia, es otro del repóker de templos de este estilo en Sepúlveda, que completa la dedicada a su patrona, la de Nuestra Señora de la Virgen de la Peña, cuya imagen, una talla en madera policromada de finales del siglo XIII, se conserva en el interior.

Y después de agotarse por el empedrado, llega el tiempo de pararse a ver las vistas y de continuar a las pedanías, donde se localizan una decena de iglesias, entre ellas la joya románica de San Pedro Advíncula, en Perorrubio, y la ermita de San Frutos, en Villaseca, en las hoces del Duratón, otro lugar de belleza incalculable.