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La solidaridad no tiene límites. Que se lo digan al segoviano Daniel Sanz y a su amigo Odei Gil, que se han cruzado media Europa para que los niños de Aldaya (Valencia) afectados por la dana puedan tener juguetes esta Navidad, y a la par recaudar fondos que contribuyan a la reconstrucción de los colegios de aquella localidad.
Ciclista, influencer, empleado de una empresa de Dubái que organiza campamentos ciclistas para adultos en distintos países de Europa, Daniel ha recorrido en bicicleta los cinco mil kilómetros que separan Aldaya de Rovaniemi (Finlandia) para entregar a Papá Noel en mano las cartas en las que 150 niños de Aldaya escribieron sus deseos. La aventura, que empezó el 24 de noviembre en tierras valencianas, concluyó justo un mes después en la mismísima casa de Santa Claus, aunque en realidad no terminará hasta el 5 de enero, día en que este intrépido segoviano de 33 años entregará a los Reyes Magos el dinero que haya conseguido en la campaña de recaudación de fondos que mantiene abierta en la plataforma Gofundme.
Todo empezó mucho antes de lo ocurrido en Valencia, cuando la empresa de servicios OK Mobility propuso a Daniel el reto de realizar 312 kilómetros en bicicleta para promocionar la Mallorca 312, prueba organizada por esta compañía en la que el segoviano va a participar en abril. Acostumbrado a entrenar como está, le pareció un recorrido escaso y propuso multiplicarlo por diez y cubrir los 3.120 kilómetros que separan Segovia de la casa de su pareja en Dinamarca. «Entre tanto ocurrió la desgracia de la dana y no lo dudé. Había que alargarlo dos mil kilómetros más para que los niños de Aldaya tuvieran juguetes. El 24 de noviembre, mi amigo Odei y yo salimos de Aldaya en dirección a Finlandia, yo en bicicleta y él en la camper», cuenta Daniel. Precisamente, la autocaravana Giottiline 60B que OK Mobility les proporcionó ha sido fundamental para el éxito de la aventura. «En ella hemos dormido y comido y nos ha resguardado del frío, aunque los últimos días llegamos a amanecer a dos grados dentro del vehículo. Ha sido una paliza muy grande, pero ha merecido la pena».
Treinta días, ocho países, cinco mil kilómetros; de España a Finlandia cruzando Francia, Bélgica, Países Bajos, Alemania, Dinamarca y Suecia. «Al principio, fue muy fácil. Salimos con calor, íbamos de corto... En España todo salió bien, con una etapa de incluso 240 kilómetros en un día, entre Teruel y Tudela. En Francia, lo peor que encontramos fue el tráfico. Cerca de París, los coches te pasaban rozando, eras invisible para ellos. Acabé cansadísimo por el estrés que esta circunstancia me produjo. Después pasamos por Bélgica, Países Bajos y Alemania, donde el tiempo ya era malo, llovía muchísimo, aunque no hacía demasiado frío. Entramos en Suecia tras pasar por Copenhague y llegó lo peor. Desde la mitad de Suecia hasta el norte, nieve y hielo todos los días. En Dinamarca ya había cambiado de bici, de carretera a gravel, pero aun así era imposible y tuve que poner neumáticos con clavos, como los coches, porque no podía circular sobre el hielo. Lo mismo tuvimos que hacer con la autocaravana porque patinaba. Las etapas del norte de Suecia fueron durísimas, con temperaturas de hasta –24 grados y muy pocas horas de luz, entre tres y tres horas y media al día», relata Daniel.
Estas adversidades, en cierto modo previstas en la hoja de ruta, ralentizaron el viaje. «Si los 240 kilómetros entre Teruel y Tudela los hicimos en un día, en Suecia y Finlandia no pasábamos de 75 u 80 kilómetros al día. Con la nieve y el hielo, la velocidad disminuye muchísimo». Además de las rutas en bicicleta, Daniel y Odei llevaban el encargo de las marcas patrocinadoras de elaborar contenido audiovisual de la aventura. También visitaron fábricas, y las empresas han apoyado el proyecto donando productos para sorteos y material. «Se han involucrado mucho».
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El 24 de diciembre, Nochebuena, los intrépidos españoles entraban en Rovaniemi, ciudad donde se encuentra la casa de Santa Claus. «Llegamos a la casa, que es enorme, y estuvimos con él. Le entregamos el saco con las cartas de los niños de Valencia. Nos habló en español y le contamos la aventura. Se quedó impresionado y nos agradeció el gesto. Fue bonito», dice Daniel.
Del desplazamiento, una observación a tener en cuenta: «Echamos de menos las carreteras de España. Es verdad que hay mucho carril bici, pero al ciclista se le respeta poco, sobre todo en Francia. Tuvimos que improvisar mucho, sobre todo en lo logístico». Lo importante es que los juguetes llegarán a Aldaya.
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