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Alumnas que participan en el curso de pintores pensionados trabajan en la huerta de los Carmelitas, con el Alcázar al fondo. Óscar Costa
Segovia, musa de jóvenes talentos

Segovia, musa de jóvenes talentos

La beca más antigua de España reúne a catorce estudiantes de Bellas Artes de todo el país

maría martínez

Segovia

Viernes, 9 de agosto 2019, 13:23

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Cada año son distintos, aunque en los titulares siempre se aluda al regreso de los pintores pensionados. Son jóvenes artistas que plasman con sus pinceles y paletas sus visiones de la ciudad, en la que encuentran multitud de fuentes de inspiración, como explica Laura Ríos, directora del curso, que este año ha reunido a catorce alumnos destacados de diferentes facultades de Bellas Artes del país. «Pintar es una tarea muy ardua y muy solitaria. Estás buscando fuera lo que tienes dentro de ti. Siempre queda algo, ese es el motivo por el que no se para de pintar», señala Marina Llorente, pintora que colabora en la actividad, organizada por la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce y que tiene su origen en la Cátedra de Paisaje que la Academia de Bellas Artes de San Fernando instauró en 1845 como parte de la enseñanza oficial de sus programas pedagógicos en arte. Entre los primeros profesores que impartieron y dirigieron esta asignatura estaban artistas como Gerardo Pérez Villamil, Carlos De Haes, Muñoz Degrain o Joaquín Sorolla.

«Intentas pensar qué persona está en un momento de apertura»

A Laura Ríos, la directora del curso, le motiva ver cómo los alumnos hacen cosas completamente distintas ante un mismo entorno, porque están en un proceso de búsqueda al enfrentarse de verdad a la naturaleza. Para ella, el proceso de selección de los estudiantes, cuando las facultades no lo han realizado antes, es complejo. «Es muy difícil decidir, intentas pensar en qué persona está en un momento de apertura, de búsqueda... Es muy complicado, nunca sabes si vas a acertar. Hay gente buenísima que se ha quedado fuera, pero hay que elegir a alguien».

Afirma no encontrar similitud entre sus alumnos de la facultad y los del curso por estar en momentos muy distintos de la vida. «Los que están aquí son personas que ya han terminado o que están en ello. El entorno también es distinto. Cuando estás dando clase te ciñes a la responsabilidad de transmitir unos conocimientos determinados, aquí es compartir una búsqueda entre todos».Le gusta aprender con los alumnos y comentar cada día qué les está pasando, en qué pintores se han estado fijando, qué les está ayudando y qué dificultades tienen.

En 1919 se inicia en el Monasterio del Paular (Rascafría) la estancia de los pintores pensionados, y en 1950 los cursos se establecieron en la capital segoviana, en el Palacio Quintanar, donde los jóvenes se alojan durante su estancia en la ciudad. Este espacio dedicado al diseño y la la innovación, propiedad de la Junta, alberga en su parte de arriba una residencia con habitaciones preparadas para este tipo de eventos culturales. Las salidas por la capital y la provincia se combinan con ratos de taller y horas libres, ya que los organizadores pretenden que los jóvenes artistas «vean que la dimensión del curso no solamente es pintura, sino que es la ciudad y la cultura de Segovia en conexión con sus actividades».

En algunas ediciones se ha contado con alumnos extranjeros invitados por la Dirección General de Bellas Artes o incluso por el Ministerio de Asuntos Exteriores. «Ha habido años en los que de los 25 o 30 participantes, 10 eran extranjeros. En los últimos 20 se ha podido hacer en menos ocasiones porque el presupuesto se ha reducido y hay que ajustarnos a lo que tenemos. Evidentemente, queremos volver a contactar, pero estamos siempre dependiendo de las instituciones y de las subvenciones. Aunque más o menos son las mismas, la cuantía no es completamente estable», señala Juancho del Barrio, coordinador del curso. Esto hace que la organización haga encaje de bolillos para financiar cada edición y ahorrar para la siguiente.

«La pintura es un trabajo de análisis y de convivencia con lo natural»

Irene Anguita, alumna del curso, cree que Segovia es un lugar ideal para encontrar inspiración por su atractiva gama cromática para el ojo y por la «variedad de ecosistemas y de lugares para pintar que invitan realmente a analizarlo». Para Irene Anguita, el día a día en el curso se hace duro, pero a la vez asegura que es un disfrute para ellos porque hacen lo que les gusta. «Supone un trabajo. Hoy en día la pintura es tratada como un 'hobby' cuando es una labor de análisis y de convivencia con lo natural».

La joven cree que es difícil vivir del arte. Y más si es de la pintura «por la creencia de la gente de que se trata de un arte menor». A veces, señala, «la consideran incluso como una artesanía debido a que existen nuevos medios de trabajo para los artistas, pero creo que lo que realizamos es algo importante que debe convivir también con el arte de hoy».

Irene hace hincapié en la relación del arte con la literatura. En muchas ocasiones, ella necesita escribir para analizar el mismo paisaje que está pintando. Juancho del Barrio le dijo que encontraba un vículo emocional entre la obra de Machado y su pintura.

El mayor apoyo económico procede de la Diputación Provincial, el Ayuntamiento de Segovia y la Junta de Castilla y León. Para organizar más actividades con los alumnos o cubrir parte del curso del año que viene, también recaban ayuda de los restaurantes de la ciudad. Este año han sido Cándido, José María, Duque y El Bernardino los que han facilitado comidas de manera gratuita. «La búsqueda que hacemos es más amplia, pero cada empresa sabe lo que puede ofrecer. Estas cuatro siguen insistiendo en colaborar intensamente y se lo agradecemos muchísimo».

Elia Estévez, una de las alumna, comenta que el curso «está funcionando muy bien» y que «la convivencia con los compañeros y el cómo se portan los responsables es fantástico». Para ayudarles a adentrarse en la experiencia lo primero que han hecho es enseñarles paisajes de Segovia. «Muchos de nosotros no los conocíamos y hemos realizado un montón de excursiones por diferentes sitios y lugares maravillosos. Luego nos hemos puesto a trabajar y la directora nos ha ayudado bastante. Hicimos una puesta en común donde opinamos sobre todo, también sobre lo que podíamos mejorar».

El talento ¿nace o se hace? «El oficio se puede aprender, por supuesto, como ocurre en todos los oficios. Pero claro, la pasión es lo que te tiene que nacer. La vocación, la emoción que te produzca el mirar una hoja y querer transmitir ese momento de fragilidad y vulnerabilidad. Eso no a todo el mundo le nace», explica Laura Ríos, quien se muestra muy agradecida a la Universidad Complutense de Madrid, en la que imparte clases, por permitir un programa docente muy diverso facilitando el aprendizaje de cosas muy diferentes. «No seguir una línea definida te hace buscarte la vida constantemente y yo creo que en la pintura la realidad es esa, que te tienes que buscar la vida constantemente. Entonces, cuanto antes empieces, mejor. En la facultad yo encontré un lugar en el que tenías que buscar verdaderamente tu camino, decidiendo tú el nivel de entrega que tenías que dar».

Los primeros días los pintores becados conocieron todas las unidades del paisaje, se recorrieron la Segovia extramuros e intramuros para conocer la historia de la ciudad, de los edificios y de su naturaleza. También han realizado visitado lugares como el Macizo de Pizarras de Santa María de Nieva o el mirador Ignacio Zuloaga de Sepúlveda.

Todos los participantes en el curso expondrán obras en el edificio de la Alhóndiga, del 22 al 25 de agosto. El mismo día en el que se inagura la exposición, tendrá lugar la entrega de medallas. Junto con la directora, cada alumno selecciona las obras que quiere exponer. Según el tamaño y formato que hayan utilizado, colgarán mayor o menor número de cuadros, pero todos tendrán oportunidad de mostrar a los segovianos su particular visión de esta tierra.

Con vocación de futuro

El coordinador, Juancho del Barrio, espera una larga vida para el curso, algo que cree factible. «El curso va a continuar durante muchos años porque las facultades están comprometidas con él y saben que para sus alumnos es una oportunidad de aprendizaje. También porque las instituciones saben que es un evento que hay que apoyar, pero, sobre todo, porque la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce está muy convencida de que no solamente es una actividad cultural, sino que es una defensa muy profunda de la naturaleza y el arte». Del Barrio destaca el compañerismo entre los estudiantes. «No hay competitividad. Es un reto con ellos mismo porque pintar el paisaje es algo que no todos han hecho con la misma asiduidad o con la misma experiencia».

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