El reto de abrirse paso entre dos crisis
Un estudio revela que los jóvenes de hoy tienen salarios más bajos que los de hace 40 años a causa de la temporalidad de los contratos y la reducción de la jornada
El salario que los jóvenes cobran de media en España es ahora hasta un 50% menor que en la década de 1980. Así lo indica el estudio 'Perdidos en la recesión: El empleo y los ingresos de los jóvenes en España', publicado a finales del pasado mes de marzo por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA). La publicación, que tiene por objeto analizar la evolución de las condiciones laborales de las nuevas generaciones en los últimos 40 años, observa el impacto que han tenido las dos crisis económicas más recientes y constata que en «cada recesión se produce un retroceso en la situación laboral de los jóvenes», dejando un «efecto cicatriz». «Una parte considerable del deterioro sufrido en las recesiones se consolida, provocando una tendencia negativa en las condiciones iniciales de empleo de cada cohorte siguiente de jóvenes en España», afirman los autores.
Con datos procedentes de la Encuesta de Población Activa (EPA) y la Muestra Continua de Vidas Laborales (MVCL), el estudio subraya «la senda negativa» de los ingresos salariales de los jóvenes: en 2019, la mediana del salario mensual real de los trabajadores entre 18 y 35 años fue menor que en 1980, con disminuciones que van desde el 26% en aquellos con edades entre 30 y 34 años y hasta el 50% en el grupo de 18 a 20 años. «Estas caídas se deben principalmente a una reducción muy acusada de la duración de sus empleos y a un aumento del peso del empleo a tiempo parcial», sostiene el informe.
Además de los salarios de los jóvenes trabajadores, los autores hacen hincapié en otros factores como la alta proporción de contratos temporales y la volatilidad cíclica del paro juvenil. Según Eurostat, la tasa de paro juvenil en España en enero de 2021 rozó el 40% entre los menores de 25 años, una cifra que FEDEA estima que ya antes del inicio de la crisis del coronavirus duplicaba a la de principios de la crisis de 2008. En el periodo comprendido entre 1983 hasta 2020, los autores han analizado esta tasa de paro en España y la han comparado con los porcentajes europeos. Por grupos de edad, el desempleo ha fluctuado de media en torno a un 32,7% entre 20 y 24 años; un 22,3% en el grupo de 25 a 29 años y un 13,1% a partir de 30 años. En cambio, en la Unión Europea, el porcentaje medio de desempleo ha sido, respectivamente, de un 17,8%, un 11,5% y 7,1%. «La brecha entre las tasas de desempleo de los trabajadores jóvenes y los adultos en España casi duplican las observadas en Europa», señalan.
Surgida a finales del año 2019, la plataforma Jóvenes de Castilla y León reivindica un mejor futuro para las nuevas generaciones a través de propuestas que pretenden lograr un escenario algo más esperanzador que el actual y fijar la población juvenil tanto en las áreas rurales como urbanas. Rocío Álvaro, integrante de la plataforma en Segovia, explica que la asociación está organizada en grupos provinciales independientes aunque también existen comisiones de trabajo estructuradas en torno a grandes ejes estratégicos que defienden el impulso de la economía, los servicios públicos de carácter social o la protección del medio ambiente.
Esta geógrafa de 27 años estudió en Madrid e hizo después un máster en Alcalá de Henares. Especializada en programación, trabaja actualmente en la empresa de telecomunicaciones Avatel. Cree que ahora mismo «hay muchos jóvenes preparados, graduados y con másteres» pero argumenta que «cuesta muchísimo» encontrar un empleo acorde con la formación recibida. «Algunos de nuestros padres ni siquiera tenían estudios y a lo mejor están ganando incluso más que sus hijos», sostiene.
El impacto económico del coronavirus le impide pensar en un futuro prometedor para su generación. «Parecía que estábamos saliendo de ese agujero negro de la crisis, pero creo que la cosa está complicada». Por ello, se muestra contenta al contar que la asociación de Jóvenes de Castilla y León está empezando a llamar la atención de las administraciones y organismos públicos de Segovia a raíz de un documento presentado recientemente a la Junta: «Se han interesado muchas formaciones políticas».
Durante los meses de pandemia del año pasado, la plataforma elaboró además un decálogo con una serie de propuestas para luchar contra la despoblación y favorecer que los jóvenes puedan quedarse en su tierra. Como indica Mario San Cristóbal, miembro de la plataforma, son por ejemplo las que tienen que ver con un régimen fiscal favorable, la mejora de la atención sanitaria, el impulso de las escuelas rurales, el desarrollo de infraestructuras fundamentales para la región o la implantación de Internet en todos los pueblos con un ancho de banda suficiente. «En muchos de ellos, la conectividad es muy deficiente», asevera.
San Cristóbal, de 29 años, relaciona el escenario de precariedad laboral en los jóvenes con las crisis económicas anteriores: «Ante la falta de oportunidades, la gente se ve obligada a aceptar puestos de trabajo con salarios inferiores a los que podría cobrar en otras situaciones. Si a esto le sumas el elevado paro juvenil que hay en España, todo hace que la ecuación sea perfecta». En Castilla y León, la tasa de desempleo juvenil en los menores de 25 años se situaba casi en el 32% en el último trimestre de 2020. «La gente que empieza a trabajar acepta trabajos con salarios bajos y condiciones precarias, y muchas veces son contratos temporales que se van encadenando», denuncia este segoviano. «No tienes nada fijo y eso te impide que puedas desarrollar un proyecto de vida estable como podían desarrollar nuestros padres», concluye.
Quien sí está trabajando en su tierra natal es la segoviana Sara Luengo, que estudió el doble grado de Administración de Empresas con Relaciones Laborales y Recursos Humanos en el campus de Soria de la Universidad de Valladolid y desde enero desempeña el cargo de auxiliar administrativa en Talleres Govi, una compañía de metalurgia para el sector ganadero situada en el Polígono de Vallelado, a unos 15 kilómetros de Cuéllar. A sus 25 años, se siente muy afortunada dado que logró este empleo nada más acabar sus prácticas en otra empresa de la zona. De hecho, cuenta que, aunque suene contradictorio, le costó más encontrar una empresa donde le dieran la oportunidad de realizar las prácticas curriculares que un empleo como el que ahora tiene. «Tardé muchísimo, y eso que buscaba hacer prácticas gratis como becaria. Pregunté en muchas empresas, pero en ningún sitio me cogían», recuerda.
Este sector, según Luengo, puede que ofrezca más oportunidades a la gente de su edad porque es «muy amplio» en comparación con otras áreas laborales más concretas. No obstante, señala: «Al principio, no hay que ir exigiendo porque no tienes experiencia. Pero tampoco hay que tolerar cualquier condición laboral». Para Toni Coca, el problema es que «no se apuesta por la gente joven a pesar de que es una generación muy preparada». Con 18 años, está empezando sus estudios de Derecho y ADE en la Universidad Complutense de Madrid con la esperanza de formarse para emprender una carrera como diplomático en el extranjero. Sin embargo, no oculta su preocupación por esa brecha entre el deseo y la realidad. «Al final, de la carrera podemos salir muy preparados, pero nadie nos asegura que tras esos años vamos a tener un trabajo con buenas condiciones. Es triste y frustrante», dice. Además, comenta que, entre su círculo de amigos, algunos han decidido centrarse en opositar, por ejemplo, a los Cuerpos y Fuerzas de seguridad del Estado con el fin de aspirar a un empleo estable que pueda aportar una cierta seguridad laboral a largo plazo. «Somos una generación que hemos crecido en 2008 con una crisis económica muy fuerte», zanja.
Estefanía Almendáriz estramitadora en una empresa de seguros de Valladolid, donde ha estado viviendo estos últimos años. «Creo que no está compensado lo que cuesta la vida con lo que cobramos de media», apunta. Con casi 30 años, confiesa que con su sueldo de «mileurista» le resulta «muy complicado» irse a vivir sola. Metas como ahorrar o comprarse un coche las califica como algo «imposible». «Tengo muchas amigas que, con esta edad, se están planteando comprarse una casa, pero la mayoría tiene que pedir dinero a sus padres para la entrada», afirma.
Casi la mitad de la población, fuera de Segovia
Según los datos del padrón del INE, las provincias de Ávila y Soria ya contaban en el año 2019 con menos de la mitad de sus habitantes residiendo en estos territorios, es decir, más del 50% de su población había emigrado fuera de la provincia. En el caso de Segovia, un 47,2% del total de los segovianos se encontraba viviendo fuera hasta el momento, principalmente en Madrid (29%), lo que supone un claro ejemplo del fenómeno de la despoblación contra el que luchan asociaciones como Segovia Viva o Jóvenes de Castilla y León. Esta última advierte en uno de sus últimos informes que Castilla y León ha sido la comunidad que más población perdió en términos relativos durante el primer semestre del año pasado (–0,42%).
El artículo 'Del éxodo rural al éxodo interurbano de titulados universitarios: la segunda oleada de despoblación', del Centre d'Estudis Demogràfics de la Universitat Autònoma de Barcelona, observa además que la tendencia al desplazamiento hacia otras regiones de los jóvenes con estudios superiores es «especialmente llamativa» en Castilla y León, «donde la proporción de emigrantes con titulación universitaria pasó de un 20,1% en 1992 a un 60% en 2018, mientras que se elevó del 15,6% al 30,4% para la población sedentaria».
Mario San Cristóbal, uno de los integrantes de la asociación Jóvenes de Castilla y León, dice que tanto él como sus compañeros son «totalmente conscientes de los datos» y, por este motivo, el próximo día 23, aprovechando el día de la región castellana y leonesa, van a manifestarse contra la despoblación en Madrid junto con las plataformas Soria ¡YA! y Burgos Pide Paso y a llevar a cabo diferentes acciones reivindicativas a través de las redes sociales.
Este joven realizó un grado de Economía y Finanzas en la Universidad Autónoma de Madrid y, al terminar sus estudios, intentó buscar trabajo en la comarca segoviana pero sostiene que la oferta en este sector «es muy reducida», por lo que acabó trabajando para la administración madrileña. «Lo que persigue la asociación no es tanto que la gente se quede obligatoriamente, sino que tenga la oportunidad de elegir quedarse o marcharse, y no que se tenga que ir a la fuerza de su tierra», explica San Cristóbal.
Con las facilidades que permite el teletrabajo, añade, muchos jóvenes han vuelto en estos últimos meses a Segovia capital y a los pueblos, pero el problema es que «todo indica que va a ser algo temporal». «Creo que esta situación no se va a hacer permanente, la gente terminará por volver a Madrid o a la ciudad que sea», remata San Cristóbal.
Una de las personas que se ha beneficiado del teletrabajo es Rocío Álvaro, que ha estado en Segovia durante lo más duro de la pandemia del coronavirus y ahora ha vuelto de nuevo a la capital española. «Madrid sigue siendo el agujero que nos absorbe a todos», se lamenta. También Estefanía Almendáriz lleva un año teletrabajando. El pasado noviembre volvió a la casa familiar donde creció en Castroserracín, un pueblo segoviano de apenas 40 habitantes, y tiene la esperanza de que en su empresa encuentren la manera de combinar el trabajo presencial y a distancia porque, dice, «es maravillosa la forma en la que ahora mismo se puede conciliar».
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