Los retablos de Santa Ana y el Rosario, de Villacastín, recobran su esplendor original
La Junta ha destinado más de 48.000 euros a la restauración de estas dos joyas de la iglesia de San Sebastián
El pasado mes de julio han concluido los trabajos de restauración de los retablos de Santa Ana, dedicado actualmente a la Virgen de la Soledad, y del Rosario, de la iglesia parroquial de Villacastín. Estas actuaciones han sido financiadas por la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte, por un importe de 48.642 euros y han contado con el apoyo y supervisión técnica de la restauradora del Museo de Segovia.
Los dos retablos se encontraban en un estado de conservación deficiente, con reajustes de distinta índole y época, con diferentes elementos metálicos de sujeción para evitar su inestabilidad arquitectónica provocando tensiones inadecuadas y otros daños. Por otra parte, la preparación y la policromía de los retablos mostraba levantamientos, pérdidas y desgastes, de mayor entidad en el retablo de la Virgen del Rosario, además de acumulación superficial de polvo y suciedad.
El proceso de restauración de los retablos se ha desarrollado en varias fases. Tras la toma de datos y documentación, se instalaron los andamios y se habilitó una zona de trabajo en la capilla aledaña del retablo de la Virgen del Rosario. Se realizaron trabajos de carpintería para estabilizar los desplomes de los retablos, se suplementaron faltas de soporte, se aseguraron los tirantes que sujetaban las esculturas de los áticos, y, de igual menara, se trataron zonas de desajustes, sellado de grietas o faltas. En el retablo de Santa Ana, se retiró la urna del Cristo yacente, ubicándola sobre una nueva peana, en la capilla de los Mexía de Tovar, tal y como indicaron en la parroquia.
El fondo del respaldar se reintegró volumétrica y cromáticamente y se bajó de nivel la Virgen dolorosa, para permitir la vista de la policromía de la hornacina. Las tareas de reintegración volumétrica se limitaron a aquellos elementos seriados, de carácter simétrico o repetitivo, y aristas de la arquitectura donde se necesitaba reforzar el soporte o recuperar la línea de lectura, utilizando la reintegración cromática como elemento de diferenciación. Se procedió a la limpieza y estabilización de todos los elementos metálicos que forman parte del conjunto mediante medios mecánicos e inhibición de la corrosión. El asentado de policromías con gelatinas naturales fue un proceso muy meticuloso, especialmente en el retablo de la Virgen del Rosario, debido a la gravedad de los levantamientos.
En la limpieza de policromías, primeramente se dio prioridad a los medios mecánicos de eliminación de estratos, combinándose, posteriormente con procedimientos de tipo físico-químico, realizándose pruebas para elegir el método de limpieza más inocuo para la obra y para el restaurador. La nivelación de lagunas y posterior reintegración cromática de las mismas se ha ceñido de forma exclusiva a aquellas pérdidas que suponían un detrimento en la visión y lectura estética de la pieza, además de las lagunas que por seguridad se han estucado. Finalmente, se aplicó una capa de barniz de protección a toda la obra.
La parroquia de San Sebastián Mártir se construyó en el siglo XVI sobre el primitivo templo románico del que apenas se conservan vestigios como la pila bautismal de gallones. Su elegante estilo se enmarca dentro del renacimiento y su dilatada construcción hizo que trabajaran en ella sucesivos arquitectos como Rodrigo Gil de Hontañón, al que debe la planta de salón y la cabecera trapezoidal, y el maestro de obras Fray Antonio de Villacastín, guiado por García de Alvarado bajo las directrices de Juan de Herrera, dejando la impronta de su estilo herreriano en la fábrica de la torre. Dentro del amplio catálogo de obras que atesora el templo destaca el retablo mayor realizado a finales del siglo XVI por los mismos artistas que van a realizar los retablos laterales del Rosario y Santa Ana.
Se trata de una pareja de retablos gemelos que se desarrollan con una única hornacina central. El retablo del Rosario conserva su advocación, mientras que el retablo de Santa Ana actualmente está dedicado a la Virgen de la Soledad. Los dos retablos fueron costeados por una de las familias de notables más importante de Villacastín durante la Edad Moderna, los Mexía de Tovar, quienes habían fundado una capilla en la misma iglesia en 1551. La impronta de estos comitentes quedó marcada con sendas inscripciones en la tabla central de la predela de ambos retablos.