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Elisa Martínez, en plena recuperación, el año pasado. Antonio de Torre

La «relación tóxica» de Elisa Martínez con el baloncesto

Un año después de operarse el menisco, pagar de su bolsillo una operación de 8.000 euros y declararse retirada, la segoviana firma un regreso triunfal con El Cochinillo

Jueves, 20 de febrero 2025, 13:32

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Elisa Martínez, alguien que desde los cinco años no entiende la vida sin el baloncesto, se pasó un año sin tocar un balón. «Como les digo a mis amigas, es como una relación tóxica». Ella misma se declaró ex jugadora, aunque tenga 24 años, cuando tuvo que pasar por quirófano para operarse la rodilla izquierda y pagar 8.000 euros de su bolsillo porque el seguro federativo no lo cubría. «Lo tenía muy claro, no voy a jugar más porque la rodilla me ha costado eso y lo han pagado mis padres». Pero fue precisamente la familia quien empujó día a día. Y ella asumió una doble lucha. Por un lado, preparar el proceso jurídico para recuperar lo que considera suyo; por otro, superar ese dolor y quedarse con lo bueno de ese vínculo tóxico. «Me molestaba dejar de jugar porque no me hayan pagado una operación. Lo echaba de menos y llegué a la conclusión de que un seguro no me iba a quitar de hacer lo que me gusta». Así se fraguó un regreso a Primera Nacional que ha sorprendido tanto a su equipo, El Cochinillo Segoviano, como a ella. La guinda la puso el día de su debut, el sábado 8 ante el Covadonga: cogió el balón y clavó sus dos primeros triples. Y sintió alivio. «Vale, puedo seguir jugando».

Pasó por quirófano el 8 de enero del año pasado para recuperar su menisco roto. «Yo me opero para poder tener una vida normal. Trabajando paso mucho tiempo de pie, pisaba un poco peor y se me iba a la rodilla. O se me quedaba atascada conduciendo. Tampoco podía correr ni hacer deporte; no me sujetaba el ligamento y se me movía». Siguió una rehabilitación especialmente dolorosa. «Tienes que empezar a doblarla y estirarla en muy poco tiempo porque si no se te queda rígida». Y un mes y medio sin apoyar. «La primera semana te la pasas en la cama casi todo el rato. Mi padre me pinchaba la heparina y me subía la comida. Y te duele hasta el sentarte». Porque el tendón viene del isquio y supone un desgarro en la parte trasera del muslo. Al comienzo de la rehabilitación le resultaba imposible hacer una sentadilla, incluso pegada a la pared. «Duele unos demonios. ¿Pero cómo voy a salir de esto?».

La rodilla no se estira del todo de un día para otro, así que tardó hasta abril en andar de forma normal. Cuatro horas a la semana en rehabilitación, usando a su fisio Gonzalo como confidente y un sinfín de ejercicios en casa con gomas. «Mañana y tarde», resume. Un trabajo a jornada completa, combinado con la piscina. Así pasó los seis meses de baja y volvió a esa vida normal que quería recuperar en el control de calidad de Cárnicas Tabladillo, competencia directa de El Cochinillo Segoviano, una anécdota sobre la que bromea: «Todavía no he recibido una oferta para cambiarme».

De ahí a corretear en verano por los caminos de Escarabajosa de Cabezas, cada vez un poco más deprisa que el día anterior, porque el espíritu competitivo no lo cercenó el quirófano, aunque fuese contra ella misma. Cuando empezó la temporada del equipo, fue tajante. «Dije que no quería jugar ni saber nada de baloncesto. Mentalmente me ha venido bien, con lo del seguro lo pasé bastante mal. No vi ni los resultados ni cuánta gente fichaban». Ayudó que solo continuaron cuatro del curso anterior, así que mantuvo amistades alejándose del grueso del vestuario actual. El gerente, Mauro Martín, le dijo que había una jugadora que quería el 6, su número, pero que él se lo guardaba por su cambiaba de opinión. «Le dije que no hacía falta, pero parece que me conoce más que yo».

Pero tocó un balón un día de diciembre porque fue a entrenar con su hermano en el Provincial de Valverde del Majano: «Vente y tiras un poco». Ella sola, botando y lanzando, un trance que no quiso afrontar en las pistas de su pueblo. «Hasta que cogí un poco de ritmo, los primeros tiros no tocaban ni aro, pero luego te acostumbras rápido. Con alegría porque no me dolía la rodilla y no se me había olvidado». Y convirtió algo traumático en una motivación. «Es algo intrínseco en mi vida. Lo necesito para olvidarme antes de los estudios y ahora del trabajo. Entran en el pabellón te libera la cabeza y eso, para mí, es sanador».

A finales de diciembre recibió un mensaje del entrenador de El Cochinillo, Sergio García-Muñoz. «Me preguntó qué tenía pensado hacer con mi vida y le dije que me gustaría probar». Se incorporó el 13 de enero y estuvo dos semanas de 'prueba' que pasó con nota. «Me encontré mucho mejor de lo que me esperaba, no solo yo, sino ellos». Así que llegó la 'rebienvenida', como dice ella, y viajó a Burgos con el equipo, solo para calentar, el sábado 1 para luego jugar unos minutos con el Provincial, su regreso oficial. «Se me hizo corto». La semana siguiente suplió la torcedura de tobillo de una compañera y entró en convocatoria.

«La verdad es que no estaba nerviosa, como si no hubiese pasado un año». Y metió los triples, «la suerte del primer día» o su gran virtud. «Soy tiradora, me están dejando hueco, pues adelante, es lo que sé hacer. Todavía me cuesta hacer todo lo demás, pero para eso no hacen falta piernas, con la mecánica vale». Queda mucho camino por delante. «Me va más rápido la cabeza que el cuerpo. Quiero robar un balón o ir a una ayuda, sé que va a estar ahí el balón, pero llego tarde. Pero todo llegará. Ahora mismo, con jugar y que vaya bien la pierna, me vale».

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