Navafría: El martillo pilón que moldea Navafría

Cuentan que dos hermanos solteros y caldereros llegaron a Navafría a mediados del siglo XIX. Venían de la vecina Soria, tierra también fría, y compraron un edificio. La adquisición era para montar un martinete con el aprovechamiento del río Cega, que nace en el municipio y baña hacia el norte buena parte de la provincia de Segovia. Y ahí comenzó la historia más reciente de Navafría, que más de siglo y medio después conserva la 'inversión' de estos hermanos sorianos.

El ingenio, auténtica tecnología procedente del medievo es ahora gloria del pueblo y Bien de Interés Cultural desde su declaración como tal en el año 1998. Su rueda hace girar el agua del incipiente Cega y esta mueve el tronco de un pino –silvestre o Valsaín, que son los reyes de la zona– de varios metros de largo, como los que jalonan a miles una enorme superficie de pinares junto a la sierra de Guadarrama y a cuyos pies vive la hermosa Navafría. Los pinos callan ante el sonido del martillo pilón que ha moldeado la vida de Navafría.

El martinete aprovecha la fuerza del río y el desnivel del terreno para golpear el yunque y la lámina de cobre situada encima se transforme hasta conseguir ser una pieza. Caldero o lo que se terciara, hasta que llegó su declive como industria.

Sin embargo, el ingenio es ingenioso y su utilidad paso de doméstica a turística. Ahora su grandeza se contempla en el museo etnográfico, que el municipio explota con la Diputación Provincial y la Junta de Castilla y León. El martillo pilón y la rueda son unos enamorados del turismo al que lanzan guiños para que no dejen el pueblo sin visitarlos.

El siguiente paso de un viajero en Navafría ha de ser la visita a la iglesia de San Lorenzo, que conserva una portada románica muy sencilla. A su lado, en la fachada de mediodía, otra portada pero del gótico tardío y que está cegada con alfiz y decoración de pequeñas esferas. Son dos puertas, una abierta, otra clausurada que dan un toque singular al templo.

Antes de marcharse, el viajero cuenta con la posibilidad de disfrutar de El Chorro, un área recreativa con una cascada de veinte metros, un inmenso tobogán de roca. Esta vez no ha sido el martinete de los hermanos sorianos quien ha construido este ingenio sino otro símbolo de la bella Navafría: la naturaleza, que ha querido moldear esta pieza.