Un hogar donde recuperarse del maltrato
La casa de acogida La Alborada, en Segovia, ofrece una alternativa de alojamiento a las mujeres víctimas de violencia de género, una lacra que se ha intensificado tras el final del estado de alarma
La violencia de género continúa muy presente en nuestra sociedad y se ha intensificado notablemente en las últimas semanas. En lo que llevamos de ... año, 21 mujeres de entre 17 y 82 años han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en España, 14 de ellas, en los meses de mayo y junio. Tras el fin del estado de alarma el pasado 9 de mayo, los crímenes machistas han aumentado su frecuencia, dejando incluso 6 víctimas mortales (5 mujeres y un menor) en una misma semana. Las estadísticas oficiales han contabilizado 1.099 mujeres asesinadas, 39 menores asesinados y 310 menores huérfanos desde 2003, año en el que comenzaron los registros.
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En Segovia, los datos del último boletín publicado por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, correspondientes al mes de marzo de 2021, reflejan que, a pesar de que el número de llamadas al 016 ha sido menor este año (13 en 2021 frente a 19 en 2020), las mujeres que han necesitado medidas de prevención o atención han aumentado con respecto al año pasado. Actualmente, 152 mujeres están bajo protección policial de las 190 que forman parte del programa de seguimiento Viogen, y el servicio Atenpro (Servicio Telefónico de Atención y Protección) cuenta con 64 usuarias frente a las 52 que había en marzo de 2020, siendo Segovia la segunda provincia española que más ha aumentado sus usuarias desde el año pasado.
Ante este incremento «alarmante» de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas, la jefa de la Unidad de Violencia contra la Mujer de Segovia, Carmen Meléndez, admite que se deberían revisar los protocolos de protección y asistencia de víctimas. Sin embargo, cree que sería igual de importante la «implicación de toda la sociedad desde el nivel más privado al público», lo que pasa en primer lugar por «reconocer que existe el problema de la violencia de género». «Supone una violencia real y afecta a las mujeres por el hecho de ser mujeres», declara tajante.
Meléndez explica que, además, son imprescindibles los procesos educativos «en todos los ámbitos» e insiste en que la ruptura del silencio por parte de familiares, amistades u otros círculos cercanos es «fundamental». «Los asesinatos son sólo la punta de la pirámide de la violencia; en la sociedad sigue habiendo una gran cantidad de violencia física, psicológica y de control», manifiesta la jefa de esta área, quien recuerda que el teléfono 016 es un número gratuito para las víctimas de violencia de género en todo el territorio español.
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La casa de acogida La Alborada, situada en Segovia, lleva en funcionamiento desde principios de 2016. Es un recurso de atención integral dependiente de la Diputación que sirve como alternativa habitacional a aquellas mujeres que necesitan salir de sus hogares. Según explica su directora, Marta Gómez, normalmente las mujeres acceden a la casa a través de los servicios sociales básicos (cuando provienen de algún Centro de Acción Social donde se ha gestionado la solicitud) o a través de los centros de emergencia, que son alojamientos para la intervención inmediata. Suelen reunir además dos características: requieren protección y no cuentan con recursos propios. Muchas de ellas, apunta Gómez, traen una denuncia previa y, en algunos casos, órdenes de alejamiento del maltratador.
A la casa puede acceder cualquier mujer de la comunidad autónoma e incluso hay acuerdos para que puedan entrar desde la Comunidad de Madrid. «Hemos tenido mujeres de otras provincias que seguían amenazadas por sus agresores», sostiene Gómez. El alojamiento tiene capacidad para cinco unidades familiares y sus habitaciones son grandes por si hay menores que vengan con sus madres. «Se trata de que no se conviertan en residencias. Es una vivienda y se lleva la vida normalizada que hay en las viviendas», señala. Hasta ahora, albergaba tres mujeres pero dos ya se han ido este mismo mes y próximamente se espera que vengan otras dos.
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Secueas devastadoras
Marta Gómez y Belinda Granados llevan años trabajando con las mujeres que pasan por la casa de acogida y conocen los sentimientos que, por lo general, las invaden al llegar. «Vienen destruidas. Las secuelas que deja la violencia son tremendas, devastadoras, y afectan a todos los ámbitos de su vida y a la de sus hijos», expresa Gómez, quien añade que, aunque no siempre sufren maltrato físico, todas sufren maltrato psicológico. Esto incluye aislamiento, vejaciones, negación de sus necesidades, violencia sexual e incluso violencia a través de los hijos quienes traen secuelas muy parecidas a las de las madres.
Según ha podido observar Gómez en sus años de experiencia, las víctimas llegan con «muchos miedos e inseguridades» y con sus capacidades «secuestradas» como consecuencia de sufrir la violencia de género de manera continuada. Suelen presentar problemas de sueño y respiración, cuadros de ansiedad e, incluso, pérdidas de memoria, a causa del permanente estado de alerta en el que se encuentran y las situaciones de presión a las que son sometidas día tras día. «Aparte de tener una autoestima muy baja y estados depresivos, algunas tienen ese daño cognitivo, que con el tiempo se suele ir pasando», expone.
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La ley marca que las mujeres pueden alojarse en la casa de acogida durante 6 meses, prorrogables hasta dos veces. Es decir, el tiempo máximo de estancia es de 18 meses, un tiempo que, para Gómez, es «absolutamente necesario». «La idea es que estén el menor tiempo posible. Pero es deseable que agoten ese tiempo e incluso se necesitaría más», explica la directora del recurso, quien argumenta que estas mujeres no tienen bienes económicos ni empleo y, en muchos casos, son extranjeras y por lo tanto tampoco entienden el idioma ni tienen una red social de apoyo. «Es muy, muy difícil y realmente tienen que ser muy valientes».
En este sentido, Gómez explica que «el proceso de recuperación es una intervención integral» que atiende a todas las áreas de su vida: desde la personal y psicológica hasta la laboral, la económica, la jurídica, la social o la educativa. «Se trata de que se recuperen emocionalmente y de que vuelvan a recuperar sus habilidades», señala. Así, al principio son Belinda Granados, educadora, y Marta Gómez las que ayudan a las mujeres a identificar las consecuencias y los sentimientos derivados de las situaciones de violencia de género, hasta que ellas mismas van comprendiendo lo que han vivido y dejan de normalizar ciertos comportamientos machistas, perdiendo paulatinamente la dependencia de sus parejas y recuperando su autonomía. Muchas nunca han hecho cosas aparentemente tan simples como tomar un café con una amiga o ir al cine, explican las educadoras. «Al final son aprendizajes muy importantes», declaran.
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Cada vez más jóvenes
Hasta ahora, la edad de las mujeres que accedían a este recurso solía ser de más de 40 años: la media de intentos de dejar al agresor, según cuenta Gómez, era de 5 o 6 veces, lo que significaba que la situación de violencia se venía produciendo desde hacía tiempo. Pero desde hace poco, a esta casa de Segovia llegan mujeres bastante más jóvenes, con una media de edad entre 20 y 30 años. «El dato negativo es que se sigue produciendo la violencia, incluso en mujeres muy jóvenes. Pero el dato positivo es que se dan cuenta antes. Perciben antes la situación de maltrato y son capaces de abandonar esa situación», sostiene la directora de La Alborada.
El detonante que empuja a las mujeres a terminar con la situación de violencia es diferente en cada caso, aunque un punto de inflexión habitual suele ser el que tiene que ver con los hijos. «El maltrato a las mujeres muchas veces viene a través de los hijos porque el agresor sabe que es el mayor daño que le puede propiciar a la mujer», asevera. Solo este año, 7 menores se han quedado huérfanos en y 4 han sido asesinados en nuestro país. Gómez asegura que en la vivienda de acogida ha habido mujeres con niños enfermos cuyos padres les han negado la atención médica, y progenitores que se han llevado a los hijos a otros países para separarles de sus madres.
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Al contrario de lo que se pueda pensar, los menores no son ajenos a estas situaciones de violencia y se percatan de ellas. «Hemos visto niños muy pequeños con bastante daño», dice Gómez. Por poner ejemplos, en La Alborada hubo una niña que incluso antes de hablar reproducía patrones machistas en el juego simbólico de muñecas y un niño de muy corta edad que, en el móvil, llevó la foto de su padre directamente a la papelera virtual.
A pesar de que los protocolos no marcan nada al respecto, las trabajadoras esta casa cuentan que siguen manteniendo el contacto con las mujeres que pasan por allí. La primera red social tras salir de una situación de maltrato la tejen en torno a la gente con la que conviven, por lo que «se crea un vínculo muy fuerte que no puede romper de un día para otro», como afirma Gómez. Por ello, aunque su vivienda ya no sea La Alborada, estas mujeres siempre contarán con el apoyo de las personas que las acogieron que, en definitiva, un día fueron su hogar.
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