Segovia
Así se graba la naturalezaJavier García cuenta cómo se mimetiza con el entorno para grabar los cantos de las aves y el laboratorio tecnológico que lleva consigo
Capturar el sonido de un ave es un ejercicio camaleónico: mimetizarse con el entorno para que la naturaleza fluya. El abulense Javier García, que echa tres o cuatro horas esperando el momento, resume la receta. «Escuchar, paciencia. Moverte lo mínimo, buscar tu sitio y mezclarte con el entorno». En verano durmió en la orilla del Duratón y estaba en pie antes del amanecer, pasadas las cinco y media de la madrugada, en busca de la Alondra ricoti, un pequeño pájaro de páramos que canta al amanecer, a veces de noche. Y grabó ese concierto sin entradas, un solo desde el cielo.
Antes de grabar sonidos, Javier creció en plena naturaleza y siempre tuvo predilección por el sonido de las aves. «Era mucho de salir al río a jugar con amigos y en casa siempre ha habido pájaros enjaulados». Desde canarios a algún ejemplar silvestre. Compartió afición con su mejor amigo del colegio. «De pequeño siempre empiezas haciendo trastadas, cogiendo nidos o matando pájaros. Eso se va transformando en adquirir conocimientos para protegerlos cuando te cambia el chip».
La afición, aún no muy extendida en España, se ha desarrollado más en otros países europeos como Reino Unido o Alemania. Hay profesionales de la bioacústica; por ejemplo, biólogos que usan la grabación como complemento a un estudio de campo. Durante la pandemia, Javier entró en un grupo de WhtasApp y aprendió sobre aparatos y técnicas. En 2021 compró su primera grabadora y empezó con el trabajo de campo. «Al final quieres más y te acabas comprando aparatos profesionales. Esto engancha». Ya no solo se trata de grabar a la fauna, sino el paisaje en busca del sonido ambiente. Ha dejado a un lado la fotografía, algo que abarata costes.
Hay aparatos como el micrófono de cañón, que permite apuntar a la fuente de sonido –un pájaro que esté cantando– y discrimina el resto. «Solamente graba lo que viene de frente». Hay otro micrófono incrustado en una parabólica que permite aumentar el sonido, como si fuera un teleobjetivo de una cámara. «Si hay un ave cantando a 30 metros, te acerca el sonido, no te hace falta estar a su lado». Las grabadoras son «un mundo»; él ha ido adquiriendo formatos más profesionales que le ayudan en el proceso de edición del sonido en postproducción.
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Este agente medioambiental –trabaja en Toledo– tiene una relación profunda con Segovia. Por la proximidad de su Arévalo natal, porque se adentra en la provincia a captar sonidos y porque estudió el módulo forestal en Coca. El 8 de julio dio una charla en Revenga organizada por Aulas de la Naturaleza en la que puso en valor el trabajo del segoviano Carlos de Hita, uno de los grabadores más prestigiosos de España.
Grabar sonidos exige paciencia. «La mayoría de los días te vienes de vació. De diez veces, ocho te vuelves sin nada o con grabaciones mediocres». Porque hay enemigos, fundamentalmente la contaminación acústica. «Siempre tienes una carretera cerca y lo de los aviones es brutal». El éxito requiere de un trabajo previo: conocer la fauna de cada zona y sus hábitos. «Hay que esperar. Y luego está el factor suerte. Hay veces que vas a grabar a una determinada ave y te vienes con otra que no te esperabas ni por asomo». Los momentos más activos son los amaneceres y los atardeceres. «Es cuando los pájaros están más activos y cuando menos ruido hay. Menos coches, menos trasiego». Tras cazar a la Alondra ricotí en el Duratón, buscó otros objetivos en el valle, alrededor de la Ermita de San Frutos. «Aproveche hasta que empezaron a llegar los autobuses con gente, a eso de las 10 de la mañana».
Los pájaros lanzan muchos mensajes a través del canto. Funciones como atraer a las hembras o marcar el territorio ante otros machos. Voces de contacto para que el grupo se mantenga unido, una especie de llamadas cortas. También tienen sonidos de alerta, más agudos. Las crías piden desde los nidos piden alimento a los padres. Las aves más grandes no cantan porque carecen de ese órgano, la siringe.
Segovia es una provincia muy rica en cuanto a sonidos. «Me gustan mucho los páramos del Duratón y esos cortado que tiene. Escuchar el aleteo de los buitres cuando te pasan tan cerca es algo que me enamora». Las zonas de pinar también tienen su atractivo: pequeñas aves forestales que cantan o los corzos, que emiten una especie de ladrido grave. Las lagunas también tienen su denominación de origen, pues dan cabida a aves acuáticas, diversas especies de patos. Y la llanura cerealista. «Aunque parecen zonas muertas, sin vida, tienen aves esteparias que emiten sus cantos y están bastante bien». García describe grabar como un ejercicio monacal. «A todo el que ha venido conmigo lo primero que hago es darle unas lecciones. Cuando yo vaya a grabar, vete hacia delante y yo me quedo aquí». Tiene sonidos de Madeira, Azores, y gran parte de las Canarias. Con el equipo a cuestas, un factor limitante por su tamaño. «Ya no es que pese, es muy delicado. Tengo que elegir los micrófonos con los que viajo porque la parabólica no la puedo llevar. Es una movida». Llevar un laboratorio a la naturaleza no es fácil, pero el hallazgo merece la pena.
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