Milagros Olmos. La voz ausente
«Cuando los avatares de la vida hicieron que tuviera que abandonar el grupo, sentimos la losa de su ausencia. Pero ella siguió siendo parte de nuestra historia»
Fernando Ortiz
Segovia
Jueves, 26 de junio 2025, 10:41
La mañana del 16 de noviembre de 1969 amaneció luminosa, con esa luz rotunda del otoño madrileño. En una pequeña sala, con aspecto de salón ... parroquial pero con cierto regusto clandestino, el futuro Nuevo Mester hacía su debut en un concurso de «nuevos valores», agrupados bajo el nombre de Clan 5; no se lo habían pensado o, acaso, no habían tenido tiempo para pensar otra denominación para lo que iba a ser una insólita aventura que ya dura cincuenta y seis años, quién lo diría.
Milagros formaba parte de ese Clan desde el principio. Para los ensayos quedábamos a la puerta del colegio mayor en el que vivía su aventura universitaria, el Santa María de la Almudena, cuya escalinata principal bajaba a toda prisa con la audacia de los dieciocho años que –da vértigo decirlo– teníamos algunos por aquel entonces. La música se había cruzado también en su camino sin avisar, por sorpresa. Y ahí se quedó para impregnar su vida, igual que la de todos los que emprendimos y continuamos con ella la andadura en busca de romances, canciones y rincones en donde cantarlos.
Compartimos muchos momentos, muchas emociones. Viajes, ilusiones, retazos de juventud y aprendizaje, desde los asientos de una desvencijada furgoneta muchas veces en largas madrugadas de retornos infinitos en las que empezamos a conocer el laberinto de la vida. Fueron muchos años, pero en el fondo seguíamos siendo los mismos, porque habíamos madurado juntos, y juntos compartimos los mejores momentos y, por supuesto, también los más duros.
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Cuando los avatares de la vida hicieron que tuviera que abandonar el grupo, sentimos la losa de su ausencia. Pero ella siguió siendo parte de nuestra historia. A su modo, en silencio. Pero estaba ahí.
Tantos años de ilusiones compartidas, de música, de amistad tejida con los invisibles hilos del pentagrama nos vienen hoy a la memoria. Y se acumulan las vivencias y los recuerdos que acuden desordenados, como movidos por una brisa imperceptible que a veces nos arrulla y a veces nos hace temblar con el frío implacable de la ausencia.
Milagros Olmos, Milagros Mester: descansa en paz.
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