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La fase 1 llega de puntillas a las zonas de Sepúlveda y Navafría, que afirman tener «miedo» a la desescalada en Madrid
La vida cotidiana apenas ha cambiado los hábitos del confinamiento, con la mayoría de bares y restaurantes cerrados
La vida sigue igual, que cantaba Julio Iglesias. Pudiera ser la banda sonora de fondo después del 'Resistiré' porque la primera jornada de la fase ... 1 en las zonas básicas de La Sierra y Sepúlveda apenas ha sacado de la monotonía del confinamiento a 5.125 habitantes de los pueblos y pedanías de estos entornos segovianos. Ni siquiera el debut en una jornada soleada y cálida animó a hosteleros y comercios. Les falta su público, la audiencia que compra, se aloja, consume, come, bebe y llena las cajas. Les faltan los turistas. Y si no hay clientes, no merece la pena levantar la verja, desinfectar los locales y preparar la sinfonía de terrazas, vajillas, cocinas y cámaras.
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Hay «deseo» y también «miedo», admiten los lugareños. Esta mezcla de sensaciones la comparten en Sepúlveda, Navafría, Prádena, Torre Val de San Pedro, Santo Tomé del Puerto, Pedraza y en los 42 municipios y 94 pedanías y núcleos de población amparados sanitariamente por las dos zonas básicas, las primeras que progresan en la desescalada en la provincia segoviana. El anhelo temeroso –o el temor ansioso– se encuentra al otro lado de la sierra de Guadarrama. El coordinador del centro de salud de Navafría, Jesús Izquierdo, lo dice tajante: «el miedo que hay es que vengan desde Madrid porque son pacientes diferentes».
La previsible salida en tromba de los madrileños hacia estos pueblos segovianos cuando se levanten las restricciones genera ese popurrí de emociones. El dilema está servido. Gabriel García, de la pastelería El Castillo, en Sepúlveda, resume la dicotomía: «Vivimos del turismo; yo ahora no tengo miedo, pero el día que se abra Madrid lo tendré, sobre todo por la gente mayor, que tendrá que resguardarse».
Reinventarse y protegerse
¿Qué se puede hacer? Gabriel afirma que es «Sanidad la que tiene que dictar las pautas a seguir, y si tengo que poner una pantalla de metacrilato, la pondré, lo que es seguro es que no podrá haber más de dos personas juntas en la tienda porque sino no se guardarían las distancias de seguridad». Él ha tomado sus medidas. «Te tienes que reinvertar», comenta. Así, a las pastas, pasteles y demás repertorio dulce ha añadido a su despensa embutidos, productos lácteos y huevos. «Estamos trabajando al 15%», se lamenta.
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En Sepúlveda, hosteleros, comerciantes y otros servicios turísticos han pedido al Ayuntamiento la constitución de una mesa de diálogo para reactivar el sector, del que viven directamente unas trescientas personas e indirectamente la mitad aproximadamente de esta villa de poco más de mil habitantes. Entre las demandas, «la ampliación del espacio para las terrazas, permitir a los bares y restaurantes que no las tengan poner mesas y sillas en la calle donde sea posible, una campaña de promoción en los medios de comunicación, así como la exención o reducción de determinadas tasas e impuestos y líneas de ayudas».
Solo un pub, el Altamira, pensaba abrir en la tarde de ayer. Tenían preparada la terraza con sus mesas distanciadas bajo las sombrillas y al 50% del aforo original. El resto de bares, restaurantes y mesones de la villa sepulvedana no levantaron la verja y decidieron continuar confinados. La inmensa mayoría reabrirá cuando regrese el turismo, que en gran parte procede de Madrid.
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Ya hay lotería
La que sí avanzó en la desescalada es la administración de lotería número 2, regentada por Marisa Lobo y Domingo Sanz. Tras más de dos meses de clausura y después de acondicionar el establecimiento con todas las medidas de desinfección y de protección, ayer volvieron las colas al despacho. «La mañana está siendo animada –decía Marisa–, se nota que la gente estaba deseando que abriéramos». Aunque le cubre la mascarilla, se intuye una sonrisa bajo el tapabocas de la lotera. «Estamos muy ilusionados porque estos días atrás se te partía el alma al no encontrar a gente por la calle». «Los sábados, que es cuando pueden venir más turistas, aunque vienen todos los días, esto parecía un pueblo fantasma», apostilla Domingo. El matrimonio confía en que «todo el mundo vaya retomando poco a poco la normalidad».
Ayer, ningún establecimiento hostelero reabrió en Navafría, localidad cabecera de la zona básica de salud de La Sierra. Las sillas y mesas apiladas y encadenadas junto a las puertas cerradas eran toda una declaración de intenciones de que la fase 1 existe en la teoría, pero no en la práctica de estos pueblos serranos. En el centro de la plaza, cuando aún no era mediodía, David jugaba con su pequeña, Vega. Durante minutos y minutos, ni un ruido salvo el canto de un gallo y ni rastro de vecinos.
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El progenitor confirmaba de palabra la estampa: «No se nota el cambio de fase, pero es que desde el principio hemos estado tranquilos y hemos vivido con normalidad esta situación excepcional». «La gente ha sido muy responsable y ha estado metida en casa cumpliendo con el confinamiento», añade.
Además, David espera todavía que se dé un paso más. Entonces sí, porque «podremos ver a familiares que están en Segovia capital o en Ortigosa de Pestaño que ahora no podemos» por el 'cierre' de los trayectos fuera de la misma zona básica. La que más echa de menos la antigua normalidad es Vega. Su padre reconoce que «está deseando jugar y abrazarse con sus amigos».
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Cumpleaños con los suyos
Apenas se ven vecinos por Navafría. Solo algunos que peregrinan disgregados a las tiendas de alimentación, otros pocos hacen cola ante la unidad móvil del banco y dos mujeres aguardan su turno en el centro de salud. Una de ellas comenta que «nos sorprendió el estado de alarma en Siguero, pero somos de Illescas, desde entonces no hemos salido». La otra, con acento francés, se enamoró de la paz natural de Guadarrama hace años y se asentó en Pajares, pedanía donde habitualmente viven dos vecinos y en la que están pasando el confinamiento más de veinte. Es uno de los múltiples ejemplos de segundas residencias en Segovia.
Pedro Hernanz regenta una tienda de alimentación. Prevé que «el paso de la desescalada no se notará hasta el verano». Admite que «todos los negocios dependen de Madrid, y mientras no se muevan, esto no se mueve». Eso sí, pide que «no vengan hasta que no se declare» que los vecinos de comunidad pasan con todas las garantías.
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Otro Pedro Hernanz, y también de Navafría, éste operario municipal, transportaba junto a su compañero Adrián Sanz, unos bancos de madera por unas reformas que está haciendo en Ayuntamiento. Pedro sabía cómo iba a estrenar la fase 1. Anoche tenía previsto invitar a unos familiares a casa, porque el paso de etapa ya lo permite, para celebrar su cumpleaños.
«¡Había ganas, eh!»
Como toda regla tiene su excepción, la prórroga que ha presidido las primeras horas de la desescalada también tiene las suyas. Una se localiza en La Velilla. Virginia Rico se afanaba ayer junto a una empleada en «desinfectar hasta el último túper». Llevan un par de semanas de trabajos en el restaurante La Farola, a pie de carretera, para acondicionarlo a la nueva situación. «Me habían llamado agricultores que y algunas cuadrillas de obreros para ver si les daba de comer», indica la hostelera, que al final inaugurar hoy la fase 1 con menús del día en la nueva distribución de la terraza . De momento, abrirá los días de diario porque «el fin de semana no me compensa». Junto al restaurante, también regenta un hotel, que «seguirá cerrado mientras no haya turismo».
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En Arcones se ubican otros dos negocios que han dado el paso a la fase 1. Uno de ellos, el restaurante La Cerca, atendido por Miriam del Amo, tenía ya a comensales listos para comer en las diez mesas repartidas en la terraza y convenientemente separadas. Algunos eran de localidades cercanas, otros se lo toparon de casualidad durante su viaje y la mayoría eran vecinos que contaban las horas para volver a sentarse en torno a unas viandas, un vino y unas cervezas. «¡Había ganas, eh!», recibían al veterinario y al fontanero.
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