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Jorge Guinaldo, en el estudio de diseño instalado en su casa. El Norte
«No quiero convertirme en un esclavo de este nuevo mercado laboral»

«No quiero convertirme en un esclavo de este nuevo mercado laboral»

Emprender en el pueblo ·

Jorge Guinaldo abandonó forzosamente su trabajo para discográficas y se ha reinventado con su propio estudio en el que hace trabajos como la imagen corporativa del Alcázar

rafael de rojas

Segovia

Domingo, 29 de octubre 2017, 11:48

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Jorge Guinaldo (47 años) es diseñador gráfico y pintor. Tras toda una carrera desarrollada en Madrid decidió volver a su Segovia natal y establecerse por su cuenta. En su casa tiene un estudio de diseño para el que no necesita mucho más que un pequeño espacio. «Para mí lo de Madrid y Segovia siempre ha sido un viaje de ida y vuelta, así que no fue raro, sigo yendo mucho por allí. Y mi puesto de trabajo es mi ordenador, trabajo desde casa, y puedo trabajar en cualquier parte del mundo, con la mayoría de mis clientes me comunico por Internet, correo electrónico o videollamadas», dice. Los primeros pasos de Jorge tuvieron que ver con la vocación creativa que siempre le ha acompañado. Tras estudiar Bellas Artes en Madrid, pasó sus primeros años profesionales tratando de salir adelante como pintor. Presentó su obra en Arco y trabajó con una galería que le representaba por toda España, pero económicamente eso «era un mes de lluvia y cinco de sequía», reconoce.

Aunque nunca ha abandonado la pintura, decidió intentar complementarla con otros trabajos. Su primera experiencia fue como profesor, y estuvo tres años y medio dando clases en Segovia. La docencia nunca llegó a convencerle y a los 30 años reorientó definitivamente su carrera y se puso a estudiar diseño gráfico. Como fue uno de los primeros de su promoción y la época, el fin de siglo pasado, coincidió con el boom del diseño, enseguida encontró acomodo en un estudio que trabajaba para la industria discográfica. Allí pasaría 11 años creando portadas de discos, cartelería o flyers para compañías como Universal, Sony o Warner. Hasta que la crisis del sector se unió a la general y su estudio tuvo que cerrar en 2011.

Es entonces cuando se plantea volver a Segovia y establecerse por su cuenta. «Mi primera opción fue intentar trabajar en una empresa, pero la crisis había dejado como un erial mi campo profesional. Las condiciones laborales eran mucho peores que cuando empecé, ahora te pagan mucho menos que lo que yo ganaba hace 10 años. No quería convertirme en un esclavo de este nuevo mercado laboral, tenía otras inquietudes», expone.

Su estudio particular está centrado fundamentalmente en el diseño gráfico editorial: carteles, logos, publicidad, packaging o imagen corporativa, «todo lo que tenga una plasmación impresa». Su mayor inversión ha sido la del equipo informático y su manera de salir adelante fue «establecer redes de contacto, conocer a gente y dar a conocer tu trabajo».

Este diseñador sin web apostó desde el principio por un método de promoción que le ha dado buenos resultados: dejar satisfecho al cliente. «Nadie teclea en Google para buscar a un diseñador. Se contrata a alguien que viene recomendado como buen profesional o con quien ya se ha trabajado. Mi mejor publicidad es mi trabajo. Cuando te llega un encargo hazlo lo mejor que puedas y sepas. Yo me doy a conocer así y me llegan cada vez más –explica–. Eso te va a promocionar más que una web».

«La mejor publicidad es tu trabajo: hazlo lo mejor que sepas»

Entre sus proyectos más destacados figuran la imagen corporativa del Alcázar de Segovia o el desarrollo de la gráfica de diversas exposiciones como ‘La memoria recobrada’ en la Torre Iberdrola de Bilbao, ‘Bernardo de Gálvez’ en la Casa América de Madrid o ‘La artillería y el Arte’, en el Centro Conde Duque de Madrid. En paralelo a este trabajo, Jorge sigue pintando y ha sido premiado recientemente en el certamen Ciudad de Tomelloso por un jurado que presidía el pintor Antonio López.

En su día a día se encuentra a menudo con la doble dificultad de tener que expresarse con palabras con los clientes, cuando el lenguaje de su trabajo es otro, y, además, explicarles que los resultados no van a ser inmediatos ni medibles. «Idear, crear, es como catapultar respuestas. Una diarrea perenne que solo cesa cuando das en el blanco; o crees dar, claro, porque aquí no valen matemáticas, algoritmos precisos y perfectos. Cuando diseñas engañas para contar verdades –define–. Quizá, como creo que dijo Ángel González, ‘a lo mejor no hay que hacer visible lo invisible, sino invisible lo visible’ lo cual también se podría aplicar al oficio de pintar».

Jorge asegura que muchas veces se siente «como un cazador de nubes». «Tratas de aprehender lo inaprensible, y desde luego también, como dice el título de un estupendo ensayo de Nuccio Ordine, perseguir ‘la utilidad de lo inútil’. Y con eso me refiero a las labores del ser humano que no tengan una utilidad evidente. La pregunta correcta no es para qué sirve, si no por qué no podemos vivir sin ello», resume.

Su método de trabajo al principio incluía estar todos los días a las 9 frente al ordenador, pero se dio cuenta de que no era el ritmo adecuado. «No tenía mucho sentido. Era un poco absurdo someterme a una disciplina laboral de empresa cuando las circunstancias las van a dictar los horarios de mis clientes. Hay proyectos latentes que van a estar tres semanas sin terminar de arrancar y hay clientes que te van a llamar a cualquier hora. Aunque quieras tener un horario, muchas veces no funciona. Hay clientes que están activos por la mañana y otros que lo hacen por la tarde», dice. Entre sus principales enseñanzas figuran la de aprender a decir que no y la de «deslindar» el trabajo de lo personal. «Aunque estés en tu casa estas trabajando. Hay que evitar distracciones y cosas ajenas al propio trabajo. Mucha gente querría estar en casa y con música, pero también tiene sus inconvenientes y hay que aprender a hacerlo», señala.

«Cuando diseñas, engañas para contar verdades»

«Aconsejaría a quien quiera dedicarse al diseño tres principios que al menos a mí me han servido. El primero es tener una gran curiosidad por todo lo que te rodea, por el mundo y por cualquier cosa que pueda servirte. Como dijo Picasso: ‘los buenos artistas copian, los genios roban’. También hay que tener una gran fe en tu trabajo, no sucumbir ni al desaliento ni al desencanto. Y, por último, abandonar el ‘yo’. Walter Benjamin dijo en relación a los escritores que ‘no deberían desenterrar el yo antes de tener cumplida la treintena’. En el caso de los diseñadores yo lo ampliaría hasta los noventa años al menos», concluye.

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