«Les digo que usen la lengua no solo para el sexo, sino para hablar»
Judit de Santos, enfermera que imparte educación sexual en institutos de Segovia, explica los riesgos del porno o la violencia de letras musicales
Cuando la enfermera Judit de Santos va a las clases de Secundaria de La Albuera, en Segovia, a hablar de sexualidad a los adolescentes, ... pregunta cuántos hablan de ella en casa. «Te levantan la mano dos o tres, si tienes suerte. Lo poco que saben de sexualidad, lo conocen por redes sociales o Internet», señala. Ella explica que el porno, tan accesible a través de esos móviles que llegan a sus vidas en edades cada vez más tempranas, no es real. «Cuando hablamos de ello, se ríen y callan. Es que muchos lo han visto; si no lo han buscado, les salta. Pones 'hacer el amor' en Google y flipas con lo que te sale. Confiamos mucho en nuestros hijos cuando les damos un dispositivo electrónico», advierte De Santos. Y que la clave de la ecuación es, como en cualquier ámbito humano, la comunicación. «Les digo que usen la lengua no solo para las relaciones sexuales, sino para hablar».
Esta enfermera participa en un programa de la Gerencia de Salud de Segovia basado en intervenciones comunitarias en los centros de enseñanza sobre educación integral en sexualidad. El grupo de trabajo que lo desarrolla, de siete personas, lo lidera un matrón, pero cuenta con enfermeros, médicos y otros matrones.
Algunos, como ella, también lo imparten, una tarea que recae en los centros de salud, aunque también se suman otros profesionales de área con experiencia en la materia. «Siempre he creído que había necesidad de que alguien hablara de sexualidad a los chavales, incluso a los adultos», explica Judit de Santos, que va más allá de la práctica sexual y aborda otras esferas como el amor, la erótica, la identidad, la orientación o el sexo biológico.
Sexualidad «coito-céntrica»
Los sanitarios presentan el programa a los institutos al principio del curso, un menú que suele incluir tres sesiones por cada clase, entre primero y cuarto de Secundaria, ambos inclusive. Si la dirección está de acuerdo, lo presenta al consejo escolar para que dé su visto bueno. «A veces por tiempo o por disponibilidad hay que acortar alguna sesión o juntar dos, pero es importante que dé todo. Hay algunos a los que no les interesa o solo quieren una sesión. Y una sesión de anticonceptivos no vale de mucho, hay que introducir un montón de cosas más»., hace hincapié.
Unas reticencias que, analiza, evidencian las carencias en la materia de los adultos. «Cuando yo me empecé a formar en todo esto, me faltaban un montón de cosas. ¿Cómo no nos ha explicado nadie esto?», se pregunta. Hay que ir más allá de la sexualidad de la calle o de Internet, que tilda de «coito-céntrica» por estar construida en base al acto sexual. Por eso razona que limitar la educación sexual a anticonceptivos puede ser «contraproducente» porque da el mensaje de que el sexo se limita a la penetración.
«Pones 'hacer el amor' en Google y flipas con lo que te sale. Confiamos mucho en nuestros hijos cuando les damos un dispositivo electrónico»
Judit de Santos
Enfermera
Los sanitarios presentan a los alumnos de primero de ESO, de 12 o 13 años, la pubertad. Les muestran los cambios físicos y emocionales. «Los chavales se están haciendo adultos y a la mayoría nos ha costado esa etapa. Les decimos que a cada uno le llega en su momento», revela la enfermera. Explican los riesgos de la tecnología, con consejos sobre cómo usarlas. De la respuesta sexual humana. «A veces se quedan un poco ojipláticos, las diapositivas de los genitales siempre hacen muchísima gracia. Es lógico que se rían porque es algo tabú».
Tratan el ciberacoso, la comunicación en la pareja o desmitifican el enamoramiento. «Eso de que los celos son necesarios porque demuestran que te quieren». O abordan el consentimiento, un tema que destaca la sanitaria al encontrarse con argumentos de alumnos como el de «cuando estás con todo el subidón, ¿qué le vas a decir?» Un argumentario acompañado de alguna que otra burrada al que ella responde con asertividad. «Puedes ir preguntando. ¿Te va gustando? ¿Quieres que siga? Si no te apetece no pasa nada. Que se comuniquen, les cuesta mucho hablar».
La controversia de los piropos
También tratan la violencia sexual tras los cambios legales. «El tema de los piropos les trae mucha controversia. Puedes hacer sentir incómoda a una persona y eso ya no está justificado». Los riesgos del porno. «Sobre todo, que no es real. Que son cuerpos estereotipados, la mujer está cosificada, suelen ser escenas no violentas». resume De Santos.
Da importancia al vocabulario, a hablar de pene o vulva con naturalidad y evitar otros términos más despectivos. Informan de métodos anticonceptivos. «El preservativo femenino les extraña, muy pocos lo conocen». Del sexo oral. «Y se lo decimos así, es que no tiene otro nombre. Que es cuando se da placer a otra persona con la boca. Muchos se quedan pasmados y otros se lo saben. Es que hay una diferencia abismal entre los que no tienen ni papa, que todavía son muy niños, y otros que tienen ya otras necesidades». Explican prácticas más allá de la penetración como abrazarse, besarse, tocarse o frotarse. O la masturbación. «No tienen que sentirse culpables si les da placer».
Preocupa la violencia: «Te dicen, es que si estamos bailando y me pone el culo, ¿qué hago? ¿Eso es agresión sexual?»
Judit de Santos
Enfermera
Una pedagogía con la que desmontar referentes problemáticos. Judit de Santos hace énfasis en la música, en el reguetón. «Yo voy con algunas letras que conozco y te dicen, buah, eso no es nada, pon esto». Y lo pone. «Pero chicos, ¿vosotros entendéis que esto son barbaridades?» Y dicen que sí, pero le quitan importancia. «Lo de las letras es bestial. Y la música guía mucho a la sociedad. Te dicen, es que si estamos bailando y me pone el culo, ¿qué hago? ¿Eso es agresión sexual?».
Por eso le preocupa la violencia. «Hay mucha gente que se cree que es solamente violar», apunta la enfermera. Por eso pone un vídeo de una pareja en la que él insiste, aunque ella expresa que no quiere y acaba envuelta en un acto del que es un mero sujeto pasivo. Después, ven una película sobre una violación. «Cuando acaba el vídeo, el silencio de la clase es siempre sepulcral. Todos lo ven como una violación». Para muchos es su primera noción de consentimiento. «En esa edad, lo único que quieres es pertenecer a un grupo, seguir a un líder, no destacar por nada a o no ser que sea guay». Por eso apela a la lengua. Que llamen a los teléfonos de información si necesitan la protección del anonimato. Que hablen con sus padres.
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