El día perdido de los juveniles del San Lorenzo por un plante arbitral
Los segovianos hacen en balde uno de los viajes más largos del año, al norte de Palencia, por una confusión en las designaciones que conocieron durante el calentamiento
El San Lorenzo juvenil de fútbol sala tiene que cuadrar un sinfín de factores para llegar a las cuatro y media de la tarde el sábado a un pabellón de Guardo, al norte de Palencia, para cumplir con una jornada más de una competición regional de la que seguramente no salga ningún internacional con la selección española, pero ayuda a formar personas. Adolescentes que perdonan la fiesta de esos días, dejan los deberes para el domingo y sacrifican el raro placer de quedarse en la cama sin despertador o una comida tranquila con la familia. Porque, a fin de cuentas, les gusta competir. Cuesta entender que, en todo ese mimo callado de dos clubes modestos por hacer cumplir el calendario, la confusión entre la pareja de árbitros y el comité de la Federación de Castilla y León de Fútbol dejara plantados a los comensales en la mesa del restaurante. Un plante que supone un fastidio de primer orden para los segovianos, obligados a hacer por partida doble uno de los viajes más largos del año.
Lo que era un partido más de la Primera Regional de la categoría, no pasó del calentamiento. «Nos parecía extraño que no aparecieran los árbitros porque suelen estar una hora antes, como los equipos», resume el entrenador del San Lorenzo juvenil, Juan Carlos Sanz. Como eran cántabros, lo primero que pensaron era que les había pasado algo de camino. «Estábamos preocupados porque claro, vas en carretera… Dentro de la incertidumbre, te quedas más tranquilo, pero te sorprende que en este nivel de competición se les escape una designación. Sobre todo, con tantos medios que tenemos para poder comunicarlo. No se hace el viaje y ya está, no pasa nada».
La incógnita la resolvió el secretario del Guardo, que recibió la llamada federativa para corroborar el error: no había colegiados designados para ese partido. Todo parte de una logística habitual para matar dos pájaros de un tiro: la pareja que pita al Guardo en Segunda B también pita al juvenil si los calendarios ponen a ambos como locales en la misma jornada. Al haber un cambio en la designación del partido de los mayores, ellos entendieron que tampoco era necesario ir al otro. Pero los clubes lo supieron diez minutos antes de empezar. «Tuvimos que esperar allí a que nos lo confirmase la federación, no podíamos marcharnos sin una respuesta concisa». Que llegaría finalmente por teléfono. Tras la rueda de calentamiento, los chavales se dieron una ducha y volvieron a subirse el autobús hacia Segovia
Un viaje que empezaron pasadas las nueve de la mañana desde Nueva Segovia. Tras la parada de rigor, llegaron a Guardo a eso de la una para comer en un restaurante ya reservado por el club. Pasadas las tres, entrenaron en el pabellón a preparar el partido. «Todo normal. Guardo no tiene ninguna notificación; nosotros, tampoco». Así las cosas, a las cinco de vuelta para llegar a casa pasadas las nueve. «Ellos tiene un compromiso, aparte de entrenar dos días a la semana durante hora y media, es un desplazamiento en el que al final pierdes todo el día». El club no está dispuesto a correr con los gastos del segundo viaje. «Veremos quién asume este gasto, pero la culpa no es nuestra ni de Guardo». Otra incomodad será buscar huecos alternativos en el calendario, que los hay, como este fin de semana, pero ya obligan a sacrificar fechas libres como el puente de diciembre. «Es algo que repercute en los chavales y en las familias, que muchas veces se organizan dependiendo de la competición de sus chicos».
«Ya no es solo hacer el viaje, es que nos exponemos en la carretera», lamenta Juan Carlos, el entrenador
Detalles como este no ayudan a fomentar el deporte entre adolescentes, una tarea cada vez más complicada según se acerca la mayoría de edad, en una categoría con jugadores desde los 16 a los 18 años. «Yo inculco a los chavales, aparte de sacarles de la monotonía de las redes sociales, que estén en la calle, que hagan deporte. Y dirán, qué seriedad tenemos. Es que ir a Guardo no es como ir a San Cristóbal, que está a cinco minutos. Ya no es solo hacer el viaje, es que nos exponemos en la carretera». En un día que no fue precisamente apacible. «Nos pilló todo el día lloviendo. Así que los chavales volvieron disgustados, que si nos toca volver otra vez para allá…». Es uno de los viajes más largos junto a La Cistierna y Ciudad Rodrigo.
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Y el ambiente del partido, pues la entrada para el Segunda B, que jugaba después y goleó, incluía el aperitivo del juvenil. «Veías que empezaba a entrar público y eso al final a los chavales les gusta. Eso es bueno para ellos, motivarles, no tiene nada que ver con ir a un pabellón que está vacío. Es que había que pagar entrada para ver nuestro partido», subraya con un punto de orgullo. No era un día más. Calcula un centenar de espectadores, una convocatoria nada desdeñable para la intimidad en la que juegan algunas tardes. Y las gradas se irían llenando según se acercase la hora de los mayores. «Después de todo el alboroto, el público no sabía qué estaba pasando». El suspense se acabó por megafonía. Al tener que reubicar el partido, ya será difícil que coincida con el sénior, así que será un ambiente, a priori, más anodino. «A los chavales les gusta que vaya la familia, la novia, a verlos. Y encima sales a la pista, remodelada, con ese parqué. Toda la ilusión que tienen de ir a competir fuera, que al final te la frustren porque no haya árbitro…».
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