Micky Molina: «Debería haber un servicio social para los jóvenes que se tocan los cojones»
«Hay que aprender a respirar con el alzhéimer», afirma el intérprete, que presenta su primera película como director, 'Un tiempo precioso'
El actor Miguel Ángel Molina, más conocido como Micky Molina, de 55 años, relata una escena sobrecogedora. Un día llegó a casa de su tío ... Atilano y le encontró mirando al número de la vivienda. Le preguntó: «¿Sabe usted si yo vivo aquí?». Atilano falleció y su lucha contra el alzhéimer inspira la primera película como director de un intérprete con más de tres décadas de carrera. 'Un tiempo precioso' llega esta tarde (18:00) a la Sala Fundación Caja Segovia, dentro de la Muestra de Cine Europeo (Muces). Molina habla de un drama condimentado con píldoras de humor, los paralelismos con una historia basada en un actor que él mismo interpreta y la lucha social contra la enfermedad.
–¿Con qué se va a encontrar el espectador?
–Ver a mi tío me dio un vuelco al corazón, qué enfermedad tan terrible la pérdida de memoria. Qué trastada, sobre todo en el día a día. Me pregunté entonces: «¿Qué le sucede a un actor si se queda sin su cabeza?». Me lo llevé a mi oficio y a partir de ahí empecé a escribir el guion. La gente piensa que tiene que ver conmigo. Obviamente, tiene que ver conmigo porque la he escrito yo y hay retazos, pero no más. Es un actor muy egoísta, solo le ha interesado su trabajo y tiene una vida muy complicada. Empieza a hacer cosas raras y le diagnostican un tumor cerebral y un alzhéimer galopante. Van sucediendo una serie de cosas que te van llevando del drama a la sonrisa. Te intenta explicar qué es lo que se siente, no solo el hombre que tiene la enfermedad, sino todo lo que rodea. Hemos intentando unir a una familia.
–¿Qué retazos del guión son suyos?
–Más que argumental, es físico. Son momentos emocionales de la película. No llegan a ser míos, aunque rozan. Una caricia, un guiño personal hacia el personaje, que se llama como yo, es actor, hace sus producciones y ha tenido éxito. El espectador sabe mirar muy bien, escuchar lo que sucede y diferenciar. Es mi ópera prima, está escrita, interpretada y producida por mí, tiene cosas por todos los lados.
–¿Qué ha aprendido del alzhéimer con esta película?
–He aprendido tantas cosas… Que cualquiera de nosotros puede tener esta enfermedad, que cada vez hay más y que hay que estar preparados. La información es muy importante para el ser humano. La enfermedad es terrible, pero queríamos sacar esa sonrisa al alzhéimer. Dentro de la crudeza de la película, hay momentos muy sutiles y divertidos. Son válvulas de escape pensadas para que el espectador pueda respirar. El mensaje es el mismo que sucede en la propia película: el alzhéimer es una enfermedad terrorífica, pero hay que aprender a respirar y vivir con ella. Que ese personaje, su mundo interior, disfruta de su último viaje. Estoy muy satisfecho de haber sacado esa conclusión y de haberla compartido con AFA (Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer), que ha estado apoyándonos. Va más allá de la propia película. Queremos transmitir con ella un mensaje, si no de esperanza, por lo menos de alivio y de paz. Hay momentos bonitos en los que se puede disfrutar.
–¿Cómo ha tratado el cine esta enfermedad?
–El cine la ha tratado muy bien a la hora de evaluar lo que es la enfermedad. Cada uno tenemos un punto de vista e intentamos poner nuestro granito de arena. Han sido muchos los puntos de ataque. No solo me he hecho cargo de actuar y recibir ese mensaje de mí mismo como enfermedad, sino interactuar como director y con el propio guión, que muchas veces se enrevesaba y me hacía cambiar secuencias. He tenido que bregar y me he vuelto loco. Como ahora, que no sé cuál era la pregunta.
–Le preguntaba por el trato del cine a la enfermedad.
–Cierto. Mira, ya me ha salido un punto 'alzheirmiano'. Las películas que he visto me han gustado. Tampoco he visto tantas, pero vi que no teníamos que ir tanto a lo negativo y convertir 'Un tiempo precioso' en una tragedia al uso. Lo hemos paliado con la cruda realidad, porque hay momentos que te hacen sonreír. Un actor que está preparando la prueba de su vida y se va con un amigo invisible genera una situación cómica que te hace descargar el dolor. Que te pare la policía para un control y que él diga que conduzca ese amigo. Así damos un respiro al espectador para que pueda asimilar el próximo pelotazo, que va en toda la frente. Hemos utilizado ese equilibrio. En otras películas no he sentido que me hicieran sonreír.
–Los enfermos de alzhéimer pelean en Segovia y en otras provincias por un centro específico y un mejor tratamiento. ¿Qué papel juega el cine para que se pongan los medios?
–La posición que debe tomar el cine es mostrar el problema y que la gente vea la responsabilidad que tenemos ante tal escarnio. Hay muchísimo dolor y cosas por hacer. Ese mensaje de ¡help! Hace falta ayuda humana, supongo que también monetaria. Hay una falta de humanidad terrible en el mundo. Antes se hacía el servicio militar y es verdad que hoy, prepararse para la guerra… Pero sí debería haber un servicio social para esta gente joven que se está tocando los cojones todos los días en la calle y no ayudan a nadie. Me ha salido del alma. Nos quejamos mucho, pero tenemos las herramientas para poder hacer cosas que no hacemos. Habría que reeducar.
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