Borrar
Daniel Martín Velasco 'Tibu', con un cupón de la ONCE antes del pregón del Real Sitio de San Ildefonso.

Ver 34 fotos

Daniel Martín Velasco 'Tibu', con un cupón de la ONCE antes del pregón del Real Sitio de San Ildefonso. Antonio Tanarro

Real Sitio de San Ildefonso

El 'Cuponazo' de 'Tibu' descorcha las fiestas

La Granja celebra la fuerza de voluntad de su vendedor de la ONCE frente a una discapacidad física del 71%: «No me imaginaba algo así. Ha sido una semana brutal»

Luis Javier González

Real Sitio de San Ildefonso

Sábado, 24 de agosto 2024, 00:06

Comenta

Cuando el alcalde del Real Sitio de San Ildefonso, Samuel Alonso, se pasó por el quiosco de Daniel Martín Velasco, uno de los dos vendedores de la ONCE del pueblo, no quería un cupón. «¿Te apetece ser el pregonero de las fiestas de La Granja?» Tibu, así bautizado porque su cuerpo adquiere la forma de aleta cuando nada, dijo que sí en el acto, aunque ayer estaba «asustado», pero a la vez confiado, tras las muestras de cariño que ha recibido durante la semana «Está siendo brutal, en la vida me imaginaba algo así». Las fiestas en honor a San Luis presumen de vecino, de la fuerza de voluntad de alguien que nació con una discapacidad física del 71% que se ha convertido en indispensable desde su reducto en una plaza de los Dolores ayer oculto bajo una marea vestida con los trajes de peña, pese a un calor que la montaña matiza, pero no erradica.

Tibu, de 40 años, tiene dañada la parte motora del cerebro. «Hago vida normal. Necesito ayuda para el calzado o para la ducha, pero el resto de cosas puedo hacerlas. A un ritmo más lento, pero más o menos soy independiente». Es el gran triunfo de su vida, la persistencia en intentarlo. «Para mí la juventud no ha sido fácil, lo he pasado mal. Ahora me llevo bien con todo el mundo, pero en plena adolescencia hacen cosas que duelen. Gracias a que tengo buenos amigos y una familia estoy integrado al cien por cien». Salvo comer, necesitaba ayuda para todo, desde vestirse a pasear. El único deporte que hacía era el ajedrez. Iba con muletas, terminó haciéndose al andador y ahora conduce una pequeña scooter. «Eso me ha dado la vida. Hoy en día ya no necesito depender de mi madre o de mis hermanos». Tiene controlado el trayecto desde la puerta de casa al garaje, pero necesita a alguien que le ponga las zapatillas.

«Ser de La Granja es un sentimiento que no se puede explicar. Orgullo de pueblo. Somos mucho de jardines y fuentes»

«Me cuesta pedir ayuda. Si tengo que pedirla, la pido, pero primero me gusta intentar hacerlo yo. No es por orgullo, es por superación personal». Como ir al baño, por si hay algún obstáculo, como un escalón. Así aprendió a nadar a los 18 años. «Ya no había flotadores de mi tamaño», bromea. O ir al gimnasio. «Hago sentadillas, cosas que jamás pensaba hacer». También en el ámbito académico. Aunque no era «el típico empollón», terminó la ESO, estudió el grado medio de Auxiliar Administrativo –un puesto que desempeñó cinco años en una oficina– y el superior de Administrativo y Finanzas. Pero siempre hubo trabas. «Yo he ido a muchas entrevistas en las que me han visto entrar con el tacataca y me han dicho que no valía. Sin hacerme una sola pregunta. Esa es la realidad».

Hasta que en 2014 le fichó la ONCE para vender cupones y echó raíces en el quiosco. «Tiene que ser una persona con mucha labia, seguir el rollo al cliente. Conozco a todo el mundo, tengo confianza». Frases para cada uno. «Llevo el gordo para hoy». «¿No me vas a comprar nada?» La labia con la que compuso un discurso «escrito desde el corazón» en el que comparó cómo vivía él las fiestas en la niñez, refugiado en la parte de atrás con su familia mientras sus amigos se apretujaban delante, y su evolución hasta la primera fila, hasta el escenario. «¡Estoy arriba del todo, dando la bienvenida!».

Pero el valor de las fiestas es que no cambian: el pregón, la judiada del día 25 al son de las fuentes, los cabezudos y los toros. Vivió como nunca su momento favorito, cantando el himno después del pregón. «Es un sentimiento que no se puede explicar. Es orgullo de pueblo, somos mucho de jardines y de fuentes». Fue el colofón de una semana con la lágrima pidiendo paso a cada instante. «Yo me siento muy querido por el pueblo. No hago más que recibir cariño. La gente se emociona y hacen que me emocione. Tengo el teléfono que me va a reventar de mensajes».

Siguió el ejemplo de Adisil (Asociación de Discapacitados de San Ildefonso), que dio el pregón en 2019. Con el tiempo, Tibu ha conseguido un reconocimiento con el que no cuentan otros compañeros de clase que hicieron más deporte, sacaron mejores notas o conducen coches lujosos. «Todo el mundo me dice que me lo merezco por cómo soy como persona. Yo no lo veo así, me veo una persona normal y corriente, con mis cosas, como todo el mundo». Dice que es porque siempre está riendo, pone buena cara, una buena contestación. Alguien que suma, por eso es querido. Está de vacaciones, así que dedicó el día a disfrutar del evento, desde el vermú al pregón. Y no vendió cupones. Pero sí le compró uno a su compañero, porque el día lo merece. No vaya a ser.

Fue un pregón emotivo, de un público que escuchaba a uno de los suyos. Alguien admirado, aunque no pueda atarse unas zapatillas. O precisamente por eso. Tuvo el honor de dar el pistoletazo a la semana más esperada, la presentación de las peñas, de las damas y las reinas. Ahí estaba él, dejando el papel de actor secundario en una infancia en la que pesaba más lo que no podía hacer para convertirse en protagonista. El gordo es él.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla El 'Cuponazo' de 'Tibu' descorcha las fiestas