Urgente La jueza decreta el ingreso en prisión del jefe de Estupefacientes de Valladolid
Eloy Torán y José María Llorente, de la directiva de Asaja Segovia, posan en la sede. Antonio Tanarro

En busca de la juventud agraria

Asaja repasa sus orígenes reivindicativos en los 80, su gestión actual con la compleja PAC y el reto de incorporar a las nuevas generaciones a un sector poco rentable

Lunes, 22 de julio 2019, 16:55

El asociacionismo agrario segoviano pelea por mantener su etiqueta de nacimiento. La Asociación Agraria Jóvenes Agricultores (Asaja) fue en su nacimiento una entidad reivindicativa, sobre todo para la incipiente cantera del campo. Tres décadas después, la escasa rentabilidad complica el relevo generacional. «El efecto llamada lo genera el placer o el dinero. Por eso solo se meten los que lo han mamado y tienen anticuerpos», explica el secretario general de Asaja en Segovia, José María Llorente. Sus oficinas, en el número 10 de la calle Bomberos, bautizada así en honor a la anterior ubicación del cuerpo de extinción de incendios, son la memoria del campo. Por eso, Llorente y Eloy Torán, el letrado histórico de la casa, honran la figura de Manuel Sanz Gil, uno de los pioneros, ya fallecido.

Publicidad

Asaja abrió casi simultáneamente sus sedes de Segovia y Cuéllar; tienen otras sedes en Valverde del Majano, Campo de San Pedro, Perorrubio, Tabladillo o Cabezuela. Es su octavo año en las oficinas de La Albuera, donde desembarcaron en 2011 tras estancias anteriores en la carretera de Arévalo, calle Coches o Domingo de Soto. La sede en la capital permite más cercanía, a 350 metros del Acueducto. «Es una zona dormitorio, incluso de nuestros propios asociados. Antes de irse a trabajar al pueblo, pasan por aquí. Queríamos un sitio céntrico y de fácil acceso. Es un sitio tranquilo, sin follón».

Entre esos anticuerpos, Llorente pone el ejemplo de un hijo de agricultores con estudios relacionados. Y viento a favor, porque los inicios son caros: que su familia le preste dinero y tenga cierta vocación. «Se está incorporando gente muy buena como ingenieros agrónomos, economistas o abogados, a los que no les importa pisar mierda o pasar frío. Esa es la que está cambiando el campo. Pero muy despacio».

La clave está en el volumen, pues los números no dan. «Se tendría que incorporar más gente», reconoce Llorente. Con los 200.000 euros de un tractor, o de la maquinaria añadida, la apuesta no es sencilla. ««s una inversión tan grande, que sin margen comercial es inviable. La administración pide incorporar a gente al campo para frenar la despoblación, pero son cantos de sirena. No solo hay que dar dinero, sino garantías de que eso va a funcionar».

En 1978

Los orígenes de Asaja datan de 1978 con la aparición de la Asociación Segoviana Agropecuaria y Forestal (ASAF), un grupo de agricultores o ganaderos con inquietudes más comerciales e interés en técnicas más vanguardistas. La asociación se extendió por toda la provincia con voces autorizadas como José María Herrero o Teófilo Rebollar. «La agricultura progresaba, pero no al nivel de otros países. El que había visto lo que se hacía fuera se dio cuenta de que había que evolucionar, tanto en condiciones físicas como en la comercialización, la mayor asignatura pendiente de la época. Se mejoraba la producción, pero todos vendían por su cuenta», explica Llorente. Era el camino hacia un cooperativismo con la perspectiva de la entrada en la Unión Europea, que se produjo en 1986.

Publicidad

Cada sector expandió la idea y la afiliación creció en la provincia. Y empezó el baile de siglas. En 1980, surgió la Unión de Federaciones Agrarias de España (UFADE), donde se integró la recién nacida ASAF. Por otro lado, las nueves generaciones impulsaron otra rama a nivel estatal, el Centro Nacional de Jóvenes Agricultores (CNJA), que también tuvo su dimensión provincial. El ideario político colocaba a UFADE como representante del centro-derecha y los jóvenes representaban a la izquierda. «Era la sabiduría de los mayores y la fuerza de los jóvenes. Gente mayor más conservadora pero con buenas ideas y los jóvenes, que empujaban con más fuerza».

Segovia, que tenía una proporción compensada de cada grupo, quizás por eso fue pionera a nivel nacional a la hora de poner de acuerdo a ambos sectores. La Federación Agraria Segoviana se fundó en 1985 con ambas sensibilidades, cuatro años antes de la unión nacional por la que nació Asaja, el 17 de julio de 1989, tras una asamblea que terminó entrada la madrugada. De hecho, Llorente recuerda acudir a las reuniones nacionales de UFADE y CNJA. «Según quien convocara, tenías que cambiar el chip». El cambio de nombre en Segovia se llevó a cabo en 1990.

Publicidad

El asociacionismo agrario floreció en una época en la que se reivindicaba todo. «Muchas cosas había que defenderlas en conjunto, haciendo causa común». Porque si algo revolucionó la entrada en la Unión Europea fue la agricultura y la ganadería. Y se generaron grandes lastres en el sector como la negociación de las cuotas lácteas. Cada país se comprometía a no producir más de una determinada cantidad y la de España (5.411.000 toneladas), fijada sin una estadística fiable de su producción, quedó por debajo su demanda real. «Se aportaron cifras a boleo», recuerda Llorente. «Los franceses, que les sobraba leche, nos metieron un gol para toda la vida». La cantidad le sale de corrido tras tanta reivindicación porque el país se comprometió a producir menos de lo que necesitaba y necesitó importar. La cuota complicó enormemente la vida de los ganaderos e incentivó un mercado negro que permitía a las centrales lecheras comprar más barato y propagó la venta de leche a jarreo, con el riesgo sanitario que acarreaba. Por eso ahora las empresas productoras de leche apuestan por el valor añadido de flanes o natillas.

Asaja era en sus orígenes era una entidad reivindicativa y estuvo pronto en Bruselas, el laboratorio de toda normativa agraria destacable. Ello legitimó el modelo asociacionista pero redujo la capacidad reivindicativa a nivel local. «A nivel provincial, la hemos dejado aparcada en cosas muy concretas que se nos dicta a nivel regional». De ahí, su especialización en trabajos para mejorar la vida de sus socios. «Los servicios nos inundan cada vez más. Hay que dar facilidad al asociado para que todas sus necesidades, sobre todo de tipo administrativo, estén cubiertas».

Publicidad

Ello se añade a otro elemento en auge. «La administración está externalizando cada vez más y están desapareciendo las ventanillas. Ese servicio es más necesario en agricultura y ganadería; aunque hay gente joven bien preparada, hay otra en sus últimas etapas que no han tenido facilidades para aprender». Llorente pone en valor la «cabeza privilegiada» de muchos compañeros del sector sin un currículo escolar destacado. «Estos servicios cada vez proliferan más porque el socio nos los demanda». Habla de subvenciones, fundamentalmente las de la Política Agraria Común (PAC).

«La PAC es la carrera de piano». Llorente se señala el índice de la mano derecha para explicar que llegaba temblando a casa tras rellenar a mano expedientes con papel autocalcable. «¡No veas lo que había que apretar!». Ese servicio, que han ido ofreciendo de forma más mecanizada, ha llevado a la administración a cederles ese espacio. «Somos un colaborador más en el mercado, y eso no nos parece adecuado. Los bancos tienen un interés porque la domiciliación de esas ayudas recae sobre sus cuentas, pero en cuanto hay un expediente complicado nos lo pasan. Nosotros somos gente experimentada, estamos próximos a los socios… Queremos que eso, que nos quita mucho tiempo y dedicación, nos dé una mínima rentabilidad para poder sobrevivir».

Publicidad

Un millar de socios

Asaja cobra una cuota a su millar de socios, pero las demandas van en auge. Llorente pide más aportación económica y, sobre todo, acceso más directo a la información de sus socios para agilizar la burocracia. En la misma línea, tienen un convenio para asistir a los bancos en expedientes complejos. Es una forma de generar recursos para una organización que solo cubre el 30% de su presupuesto con la aportación del socio. El resto viene de entidades o su labor de mediación en los seguros agrarios. En un mercado tan complejo, la afiliación es imprescindible. «La gente por libre no es nadie. En los 80 era normal, todo el mundo iba a lo suyo. Hace 30 años, un ganadero de porcino con 200 madres era un señor. Por su cuenta, hacía el pienso o lo vendía él. Ahora es imposible, te piden 100.000 cochinos al año y tienes que estar en un engranaje productivo».

Por eso el mensaje de Asaja es sindical, a través de cooperativas y de una cadena productiva. «Damos por hecho que hacemos las cosas cada vez mejor, pero ahora no podemos decir que vengan a comprarnos, hay que ofrecer». Es la fórmula de la treintena de entes interprofesionales –en sectores concretos como el porcino ibérico– a nivel nacional que relaciona a los sectores productor, transformador, comercializador y distribuidor. «Cada cual se compromete con su obligación y a relacionarse con el resto de eslabones para que todo el mundo tenga cabida, se lleve lo que se corresponde y no haya abusos».

Noticia Patrocinada

El reto es convencer a quien gana más por fuera –sobre todo la distribución– para ceder en pos de un sistema más sostenible. La incorporación de la mujer sigue pendiente; la edad media de las socias está entre los 40 y 50 años y su labor es más bien administrativa.

Todo ello en un año aciago, con unas cuentas un 40% inferior a lo inicialmente previsto. El sector cerealista segoviano, en plena recolección, no va a compensar lo invertido. El anterior fue buen año, pero 2017 fue el peor en dos décadas para un sector que cada vez se endeuda más, desde semillas, abonos o herbicidas. A eso se añade la devolución de préstamo y el alquiler de las tierras, que suelen estar arrendadas. Ante los efectos del cambio climático, Asaja pide mejores seguros. «No cubren bien. El agricultor no se queja de que sea caro si la cobertura es la adecuada. La relación de lo que paga con lo que recibe ante un siniestro no es buena». Muchos agricultores acaban rechazando el seguro, aunque la organización aconseja tener uno, aunque no sea óptimo.

Publicidad

Es también un año nefasto para la ganadería extensiva, una garantía paisajística y, sobre todo, demográfica. «El ganador está obligado a estar al lado de su ganado, por rentabilidad o por cariño. Y aporta que en su pueblo haya una familia más». Por ello pide ayudas al sector más condicionado por los extremos del clima y que, por su alta edad media, tiene escasas alternativas laborales. «Están dejando que se muera, no es rentable». Sin primavera, la época en la que esta ganadería come gratis, los costes se disparan porque el resto del año es el ganadero quien les alimenta. «Está rezando para que llueva y haya hierba».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3€ primer mes

Publicidad