Los bibliobuses recuperan la actividad previa al inicio de la pandemia con casi 33.000 préstamos
El servicio de la Diputación, testigo del resurgimiento cultural en 145 pueblos, tiene registrados 11.453 lectores en la provincia
La cultura va recuperando el pulso en los pueblos de la provincia. El libro, uno de los principales exponentes para democratizar la cultura, se acerca ... a los datos previos a la pandemia. El servicio de bibliobuses de la Diputación de Segovia prestó el año pasado 32.612 documentos, principalmente libros pero también revistas o películas, cerca del umbral de los 40.000, la línea de los años precedentes. Un ascenso que ha continuado en los últimos meses, a falta de los datos anuales de 2022.
El bibliobús es una biblioteca pública con ruedas que traslada la cultura a los pueblos. La provincia de Segovia dispone de tres autobuses; cada uno de ellos cuenta con una bibliotecaria y un conductor y cubre una media de unos 50 pueblos. El servicio visita también a los colegios y coordina las campañas de lectura con su personal docente. Y, como una suerte de mercado de la cultura, aprovecha las plazas o los puntos destacados de los municipios para abrir su puesto itinerante. Son los fresqueros de la lectura.
Los tres bibliobuses visitaron el año pasado 145 localidades y atendieron a una población aproximada de 96.000 personas. De ellas, el registro cuenta con 11.453 lectores. El servicio surte a casi dos tercios de una provincia que cuenta con 22 bibliotecas fijas. «La demanda cultural la tenemos cubierta», subraya Pilar Martín, una de las tres bibliotecarias, junto a María Jesús Artalejo y Esmeralda Arribas. La letra pequeña dice que el bibliobús atiende a municipios de menos de 2.000 habitantes, los que han superado ese dato por el crecimiento demográfico en tiempos recientes siguen recibiendo visitas. La flota cultural viaja en rutas paralelas para atender una posible avería desde un punto cercano. Cada uno tiene sus pueblos, pero los vehículos cubren la misma zona. Por ejemplo, un autobús atiende Trescasas o Palazuelos mientras otro viaja por Basardilla o Santo Domingo de Pirón. En el nordeste, uno atiende Boceguillas y otro, Sepúlveda.
Los calendarios de visitas son anuales, de tal forma que cada pueblo reciba una visita cada 28 días. Si media un festivo, el lector queda abastecido para el mes siguiente. Los autobuses salen de lunes a jueves y cubren una ruta por día; en total, 16 itinerarios. El viernes es el día de puesta a punto del libro: catalogación, clasificación y demás. Las bibliotecarias se encargan también de las campañas de animación a la lectura o de la organización de los clubes de lectura.
Una ruta normal arranca desde el centro coordinador de bibliotecas a las 7:30 horas. Toca preparar las desideratas, ordenar las peticiones y poner a punto el vehículo. La primera parada de una de las rutas favoritas de Martín es Navafría; allí visita el colegio, habla con las profesoras y van surtiendo a los niños, a los que también educan en el uso de una biblioteca. «Eso es una fiesta. Los niños aplauden cada vez que ven el bibliobús». Después, van a la plaza del pueblo para atender a los lectores fieles de este pueblo serrano. «Tienen su horario y saben que no se pueden pasar de ahí porque vamos como el Ave».
Después, ponen rumbo a Las Rades de Abajo, una localidad de Pedraza con 123 habitantes censados. El siguiente punto de paso es Pedraza, uno de esos lugares que ha acusado la pérdida del colegio. «Eso se ha notado mucho. Antes teníamos muchos colegios; ahora hay menos. Pero siguen viniendo padres de niños que ahora están en los institutos». El servicio surtió el año pasado a 60 centros educativos en la provincia. El bus reemprende la marcha por aquellas carreteras preciosas, la entrada a otro mundo en el que los coches y las personas se cuentan en unidades. Para en Santiuste de Pedraza, en uno de los barrios principales, para atender a una población más envejecida. Repartidos los libros, toca volver al centro coordinador de la capital.
Por temas
Hay días de 400 préstamos y días de 50. El bibliobús tiene capacidad para transportar entre 2.500 y 3.000 volúmenes entre revistas, películas o libros. El interior del vehículo es como una pequeña biblioteca organizada temáticamente: novelas, psicología, medicina, cocina, biografías, historia, cuentos infantiles por edades, películas… Como en cualquier sala, los usuarios acuden con el libro a la mesa y la bibliotecaria registra su préstamo en la Red de Bibliotecas de Castilla y León. Si hay alguna petición específica, la atienden de cara al siguiente viaje, 28 días después. Para agilizar el proceso, hay un número de Whatsapp que cursa estas reservas. «Hay que dar facilidades. Para mucha gente es muy difícil llegar a la cultura». También informan a los vecinos de actividades culturales y excursiones como un recital poético del cántico espiritual que se celebro en Los Carmelitas o una exposición de los comuneros en Valladolid. «Intentamos organizarnos como una familia cultural».
«Intentamos comprar en librerías de Segovia»
La bibliotecaria Pilar Martín presume de un catálogo actualizado de primer nivel. «Los fondos que llevamos son la envidia de bibliotecas a nivel Segovia capital». Se trata de un repertorio con 88.484 documentos entre libros, películas o revistas. El servicio cuenta con un presupuesto anual de unos 30.000 euros para los tres bibliobuses. «Novedad que sale, novedad que tenemos adquirida y ya la tiene el lector. Y eso no sucede muchas veces en otras bibliotecas. Esto es muy directo». Dentro de lo posible, la compra se hace en casa. «Intentamos siempre comprar en librerías de Segovia y provincia para que todo quede en casa». Esto obliga a estar «muy al día» de las últimas novedades editoriales. Las peticiones de los lectores o las presentaciones de libros aportan ideas para completar el catálogo. «Y también somos lectoras, es importante conocer lo que recomiendas».Aquí entra en juego el asesoramiento del librero. En función de los gustos del lector, toca dirigirle hacia un buen tesoro. O ayudarle en la simple iniciación. Martín cuenta la historia de una señora que pasó a preguntar: «¿Qué venden ustedes?» Cuando le explicaron el servicio, la señora respondió: «Ay hija, si yo no leo». Pero hay revistas de labores, así que se llevó una. «Empiezan así y acaban leyendo una novela. Es una cosa muy bonita. Ven confianza, rompen ese hielo que les apura al principio, la desconfianza de que sea gratis».
Los niños siguen teniendo necesidad de lectura por más que su número mengüe en los pueblos. Martín cita lugares como Montejo de Arévalo, Rapariegos o Martín Muñoz de la Dehesa. «Eran pueblos con colegios bastante potentes y se han ido quedando sin ellos. En esa zona se ha notado bastante». La distribución de población hacia el alfoz de Segovia ha dejado bajo mínimos a gran parte de la provincia. Si el panadero es testigo diario de este fenómeno, los bibliobuses son testigos mensuales. El envejecimiento ha apartado de los libros a muchos vecinos que no han podido superar la merma de facultades. «Pero también te puede sorprender la gente de 90 años que está estupenda. Que no pueden subir ni las escaleras del bibliobús, pero siguen leyendo».
Como ocurre con el fresquero, confidente de sus vecinos, esa relación de confianza que genera el libro es bidireccional, pues en pueblos tan pequeños nunca sobra un oído amigo. «Te cuentan su vida, hacemos de consultorio psicológico. Te preguntan si hay algo para eso que les pasa. O que les des algo alegre porque tienen un mal día. O temas de sexualidad, porque nunca han sabido lo que era, aunque hayan tenido hijos». Hasta ese punto llega la confianza y la función de la cultura para paliar carencias educativas que en otras épocas eran un tabú insuperable.
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