El segoviano Alejandro Postigo, portero de la Segoviana, en el campo de La Albuera. Antonio de Torre

Alejandro Postigo, el nuevo orgullo de la Sego: «Es muy bonito ser un referente»

El portero cuenta su periplo desde los seis años con la Segoviana, cómo frustró a Mancebo en Salamanca y su rol: «Soy un portero suplente, es un año de aprendizaje»

Domingo, 2 de noviembre 2025, 09:20

Antek, un chaval de unos diez años, llega a la terraza del Tío Honorio de Trescasas con su bici y le dice a Alejandro Postigo: «¡ ... Eres el mejor portero de la Segoviana!» Él, a sus 19 años, saca una sonrisa tímida y entiende el valor de la escena, pues un día fue ese niño. «Es del equipo del pueblo. Con esto de que juego, ahora se han animado a la Sego. Es muy bonito ser un referente». Por eso se dijo a sí mismo cuando salió a La Albuera ante el Real Ávila en su debut: «Te lo mereces, has luchado por esto y al final lo has conseguido. Ahora, a disfrutar y a hacer lo que puedas». Una lección que comparte con los alevines que le piden fotos. «A seguir, chicos, que esto puede ser vuestro en cualquier momento. Para ellos, ver alguien del fútbol base en el primer equipo es un motivo de esperanza».

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Antes del fútbol, Postigo probó el fútbol sala, a los cinco años, pero acabó cansándose. «Le decía a mi padre que me dolía la pierna porque no me apetecía ir». Tras tanta excusa, se pasó al fútbol. Gimnástico desde los seis años con una idea muy distinta a la que desempeña hoy. «Yo quería ser delantero, como todo el mundo. Lo que te pide el cuerpo es moverte, quedarte en la portería es más aburrido». Como nadie quería ponerse, hacían turnos.

Un día pidieron voluntarios en Segovia para empezar la segunda ronda y él levantó la mano. En el segundo año como alevín, llegó la decisión: le querían en el primer equipo, pero solo de portero. Ganó la liga y fue convocado por la selección de Castilla y León, a «nada» de ir al campeonato de España. «Vi que era lo mío», relata. Estuvo en los regionales como infantil y cadete, pero no en el juvenil nacional. «Pero poco ha importado porque al final he conseguido el objetivo de todos los chicos que están en el fútbol base».

Postigo probó el fútbol sala, pero acabó cansándose: «Le decía a mi padre que me dolía la pierna porque no me apetecía ir»

Un escenario que no esperaba cuando empezó la temporada pasada, su último año de juvenil. «Pensaba en disfrutarlo lo máximo posible y ya el siguiente me apuntaría al filial de la Sego o al fútbol sala con mis colegas». Así que empezó el doble grado de magisterio infantil. Apenas subió a entrenar con los mayores un par de veces, para entrenamientos compensatorios. Todo cambió un jueves, después del entrenamiento del juvenil regional en las pistas de atletismo. El coordinador de la cantera, Rober Álvarez, le dijo que Carmona acaba de ser operado de apendicitis y él entraba en dinámica del primer equipo. Tuvo que modificar horarios universitarios —entrenar por las mañanas, estudiar por las tardes— para ir convocado cuatro semanas.

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El dilema

Incluso entonces, con la presión de Primera RFEF, de jugarse un descenso, diría que sí, que quería jugar. «Al final es lo que queremos todos, pero estaba ese miedo. ¿Y si la cago? No es lo mismo que este año. Yo venía de un juvenil regional, que es muy bajo». No afrontó el dilema. Volvió al regional, pero siguió subiendo a algún entrenamiento semanal para hacer un trabajo específico de porteros. Ya estaba ahí. Albergó la esperanza de jugar unos minutos en Zamora, con el equipo ya descendido, pero su técnico entonces, Ramsés Gil, no lo vio como un amistoso. «Siendo como es, súper competitivo, quería ganar a toda costa». Así que debutaron jugadores como Pino, Guille y Cuenca, pero no él.

Llegó el verano y Rober le llamó, junto a otros juveniles, con el trato de hacer pretemporada y estar después a disposición del filial, en Segunda Provincial. Ya habían renovado entonces Carmona y Li. Se rumoreaba que Iñaki Bea buscaba un segundo portero, pero no tardó en darse cuenta de que lo tenía delante. No tardó en ganarse el puesto –en el día a día y en los amistosos– hasta el presidente, Agustín Cuenca, le dijo que se quedaba. «Me comentó más o menos el rol que iba a tener. Un año de aprender mucho, pero yo iba a ser el segundo portero. Obviamente, no iba a jugar 15 partidos». Pero están los imprevistos.

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No esperaba ponerse a calentar en Luanco, pero Carmona se hizo daño en uno de los primeros despejes. «Si yo soy competitivo, Carmo lo es a niveles insospechados, es un profesional increíble». Un vendaje compresivo contuvo sus molestias en el isquio y le permitió acabar el partido, mientras su compañero estuvo ejercitándose toda la segunda parte, por si acaso.

Ahí se abrió la puerta, tras una resonancia que apuntaba a un mes de ausencia. El sábado, en la víspera del duelo ante el Ávila, Bea le confirmó la titularidad. «Que fuera sin ninguna presión, que no era ningún examen, que no me preocupara si fallaba porque iba a jugar también el finde siguiente. Toda la confianza de él, de los jugadores y del club. Que solo era hacer lo que llevo entrenando desde lo seis años».

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La misma sensación que tiene desde alevines: tranquilo toda la semana para ponerse «nervioso, muerto» en el momento de salir al campo. «Y es un Clásico de Castilla. La gente tirando papeles, la afición con el bombo… Pero en cuanto pitó el árbitro, los nervios se fueron. Se dio bien, me sentí bastante cómodo. Las tres o cuatro acciones en las que tuve que intervenir lo hice lo mejor posible, como entrenamos». Portería a cero.

De ahí a Salamanca, la titularidad vaticinada por Bea una semana atrás. Y con un añadido de dificultad: un penalti. No lo esperaba, ni él ni Dele, su preparador de porteros. «Normalmente, nos prepara vídeos de los futbolistas que los tiran, pero justo para ese partido no había podido conseguirlos». Y le aseguró antes de jugarlo: «Tú tranquilo, si no va a haber penaltis». Por eso, en cuanto lo pitó, lo primero que hizo fue señalarle en el banquillo.

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El momento

La respuesta la encontró en el último al que se enfrentó, dos temporadas atrás, en su segundo año de juvenil. «Desde entonces pienso, el próximo que me tiren, a la izquierda». Cuando vio a Mancebo, un tipo más que rodado, le dijo: «Qué ridículo sería que un juvenil te parara un penalti». Él, al que Postigo llama inconscientemente «señor», respondió con una sonrisa. De vuelta a la portería, siguió su rutina. «Intento hacerme grande, soy mucho de pegar golpes al larguero y hacer ruido». Y lo paró. «Solo los porteros sabemos lo que sentimos cuando paramos un penalti. Hoy es imposible que me metan gol, da igual los tiros que me hagan. El momento en el que vienen tus compañeros a abrazarte». Más eufóricos que él: «¡Qué bueno eres! ¡Qué huevos tienes!»

«Solo los porteros sabemos lo que sentimos cuando paramos un penalti. Hoy es imposible que me metan gol, da igual los tiros que me hagan»

¿Y ahora qué? ¿La portería sigue siendo patrimonio de Carmona? «Es un bendito problema que tiene Iñaki. Tener dos jugadores por posición que te rindan igual de bien. Yo soy a seguir con la idea que tenía desde el principio. Soy un portero suplente, es un año de aprendizaje. A seguir entrenando como el que más, a competir los partidos que me queden. Le deseo la más pronta recuperación a Carmona porque es clave en nuestra plantilla, no solo como jugador. El resto ya está en manos del entrenador».

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