«El mayor peligro que hay son los gobiernos»
A sus 21 años de edad, Luis Iván Cuende es un prodigio empresarial precoz y uno de los desarrolladores informáticos más reputados del mundo
César Blanco Elipe
Viernes, 27 de enero 2017, 20:24
La primera pregunta que surge cuando uno se sienta ante Luis Iván Cuende es cómo quiere que se le presente. Ha fundado y dirigido varios proyectos empresariales relacionados con las nuevas tecnologías y el software libre, en el que cree fervorosamente. Ha sido reconocido por la prestigiosa lista 'Forbes' como uno de los treinta jóvenes programadores informáticos más prometedores de su generación. Ha asesorado a la vicepresidenta de la Comisión Europea sobre Tecnologías de la Comunicación y de la Información. Fue premiado como el mejor desarrollador informático de Europa cuando solo tenía 15 años. A los 12 ya había creado un sistema operativo propio que llamó Asturix, un guiño a su cuna ovetense. Y solo necesitó 50 euros. Hace tres años publicó un libro titulado 'Tengo 18 años y ni estudio ni trabajo: ¡Monto empresas y vivo haciendo lo que me gusta!' (Gestión 2000). Un éxito.
¡Pero es que ahora tiene 21! Y como reza en su perfil de Linkedin, su educación es «the world» (el mundo). Abandonó los estudios con el título de bachillerato. Según dice, «soy parte del fracaso escolar». Él no solo lo pone en solfa, sino que lo machaca de obra y palabra. Su ejemplo no quiere sacar a los chavales de los colegios. Va más allá. Su experiencia desea cambiar el modelo.
¿Cómo? «La educación tiene que estar más cerca de ser un lugar donde los chicos juegan y se sociabilizan entre ellos». El sistema ha ido modificándose, pero a peor. A su juicio, «hoy las relaciones humanas están muy limitadas y antes se limitaba el conocimiento y la información. Pero hay que darse cuenta que en la actualidad la información está en todas partes y está tan democratizada que nadie cuestiona, y la información es poder».
«Los chavales tienen que encontrar motivaciones en la vida para fomentar las relaciones humanas. Hay que dejarles soñar, que se ilusionen y creen en vez de adoctrinarles». Concluye que «es genial cuando eres niño porque no tienes miedo y surgen dudas, buenas dudas porque cuestionan obviedades».
Por responsabilidad social
Hace apenas tres semanas que ha regresado provisionalmente a Madrid tras su paso por Silicon Valley, aunque la intención es trasladarse a Barcelona. Con tanto trajín aún sacó tiempo para compartir anhelos, consejos y reflexiones ante un salón de actos del instituto María Zambrano de El Espinar que ayer se llenó de estudiantes ávidos por conocer las 'lecciones' del asturiano. «Suelo dar charlas a bastante gente, pero dirigirme a chicos lo considero una responsabilidad social porque a mí a me hubiera encantado que, cuando tenía 12 o 13 años, algún referente me hubiera dado una charla así», explica su entusiasmo especial ante un auditorio con un DNI más joven que el suyo.
La preocupación por el modelo educativo que exhibe también se extiende a la universidad. El problema que detecta es que «la universidad no cumple la función para la que se creó». Ahora, todo el mundo quiere convertirse en universitario para propulsarse en ese trampolín y conseguir un salida profesional. Sin embargo, estas instituciones surgieron «para el conocimiento por el conocimiento». Piensa que el aprendizaje adquirido «no es usado luego porque tampoco hace falta tanto para triunfar, además de que tampoco te acuerdas de todo».
Cuando otea su horizonte empresarial, tiene en cuenta que no todas las aventuras que emprendió terminaron en éxito. También se aprende del fracaso, aunque el fallo «esté muy demonizado y en España más». Quienes le 'persiguen' en las redes para criticarle sus 'haters' «son gente que tienen vidas muy tristes y se desahogan para sentirse mejor. Lo mejor que puedes hacer es ignorarlos o sino cambiarte de país».
Evoca su etapa como asesor de la vicepresidenta de la Comisión Europea y tilda de «errónea» el concepto sobre el que trabajaban en la alta institución. Las consultas eran sobre todo acerca de cómo afectaban a la privacidad todas las innovaciones en las Tecnologías de la Comunicación y la Información. «No tiene sentido legislar que ceros y unos pertenecen a un país porque Internet es el fin de los países». Cuando habla de estos temas le sale su vena «anarquista». Y así se define.
Anarquista tecnológico
Huye y dice odiar el modelo de Estado, aunque su cara más 'hacker' no la usa para bombardear y destruir redes gubernamentales, sino para innova, ilusionar y crear empresas que, por ejemplo, pretenden acabar con el monopolio de los notarios. Es el caso de Stampery, un sistema de certificación 'online' inspirado en la democracia del software libre.
Dice no haber tenido mentores o referentes; pero sí admira a personajes como Julian Assange, Edward Snowden o Bradley Manning, así como a Elon Musk, creador de PayPal o los coches eléctricos de Tesla, y también a Richard Stallman (padre del software libre). Gente que, para Cuende, «desmitifican la ciencia».
Asegura que «la mayor amenaza y peligro que hay son los gobiernos». «Controlan la educación y adoctrinan, con las ramificaciones que tiene este problema. Si tenemos a gente participativa y proactiva, entonces los gobiernos no pueden retener el control porque los ciudadanos serían capaces de gobernarse a sí mismos. ¿Qué tenemos al final? Pues un ejército de ovejitas». Para el programador, «el Gobierno de España hace bien su labor de adoctrinamiento y manipulación»; de ahí que también opine que el país se halle en «una depresión brutal».
Sobre su faceta 'hacker' y el complicado equilibrio de la seguridad en Internet, Luis Iván Cuende cree que los sistemas de los gobiernos «ya están demasiado 'hackeados'». Ahora, agrega, «el problema es 'hackear' la mente de la gente para que tenga más cordura».
Terminada la charla, él mismo despeja entre risas algunas de esas dudas sobre cómo presentarle, y admite identificarse más con 'Mr. Robot' (serie norteamericana sobre un joven antisistema experto en nuevas tecnologías) que con el apodo del 'Bill Gates español', como le han bautizado. Por cierto, tampoco le gusta el concepto de 'emprendedor', que considera ya muy desvirtuado y demasiado manido.