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La archivera directora de las instalaciones, Julia Montalvillo, muestra uno de los documentos.

La historia que oculta el torreón

La Casa Ducal de Alburquerque muestra sus tesoros en una jornada de puertas abiertas

Mónica rico

Lunes, 13 de junio 2016, 11:21

El Día Internacional de los Archivos ha permitido a los cuellaranos conocer algunos de los secretos que se esconden tras la Torre del Homenaje del Castillo de los Duques de Alburquerque, lugar que alberga los documentos de la localidad y de su comunidad de Villa y Tierra. Construida por Álvaro de Luna como una torre-fuerte para enlazarla con la sur, se concibió como un sistema defensivo contra el peligro más inminente, que podía ser la misma villa, dado que el siglo XV fue un período de numerosas guerras civiles, tanto por parte de los bandos nobiliarios que existían en Castilla como por el litigio del rey con sus primos los infantes de Aragón. Cuéllar, en el espacio de unos treinta años, cambió hasta cinco veces de dueño.

Estas pinceladas sobre la historia de la torre las cuenta Julia Montalvillo, archivera directora de las instalaciones, que recibió a los visitantes con la lectura de la Declaración Universal sobre los Archivos, para después guiar la visita por la estrecha escalera de caracol que da acceso a la sala de los documentos, donde se encuentra el Archivo de la Casa Ducal de Alburquerque, que ocupa toda la parte baja y está dividido por títulos nobiliarios. La Casa se conforma mediante tres grandes casas, por un lado la que aporta el título de duque de Alburquerque, marqués de Cuéllar, conde de Ledesma y conde de Huela; por otro lado la de Alcañices; y en tercer lugar la del marqués de Los Balbases, que une las dos anteriores. La zona superior del archivo corresponde a la parte histórica de Cuéllar.

El de la Casa de Alburquerque es un archivo histórico que, teóricamente, no admite documentación nueva, aunque cabe la posibilidad de que pasado el tiempo todos los documentos del anterior duque de Alburquerque, que era jefe de la Casa del Conde de Barcelona, pasen a sus instalaciones. Pero esto no ocurrirá antes de que se cumplan 100 años desde su muerte.

Sin embargo, se procuran añadir algunos documentos que en un futuro pueden tener valor,explicó Montalvillo, quien mostró, por ejemplo, un calendario con la imagen del Niño de la Bola, sus estampas y una pequeña historia escrita por el profesor Juan Carlos Llorente; un calendario de la Virgen de las Candelas; los almanaques anuales que edita el Ayuntamiento y otras curiosidades que llegan por múltiples vías, principalmente a través de particulares. Tampoco faltan carteles con imágenes curiosas y redacciones de niños de los colegios de la localidad, a los que en sus visitas al archivo se les invita a escribir algo para que así puedan formar parte de la historia.

El trabajo de Montalvillo es la catalogación del archivo, lo que supone «encontrarte multitud de documentos que tienes que valorar. El criterio a seguir, en principio, en un archivo de pequeñas dimensiones como este, es el cronológico, hasta que puedes», explicó. Llega un momento en el que los títulos están tan relacionados que ya no se puede hacer una separación en función de estos, ya que hay documentos que tienen que ver con cuatro o cinco títulos a la vez, ante lo cual es complicado escoger el criterio a seguir.

Por secciones

En el caso del Archivo Histórico Municipal, éste se divide por secciones, en función de los departamentos que existen en el Ayuntamiento. Hay documentos medievales, documentos antiguos, actas municipales y, entre otras, el hospital de la Magdalena y otras Obras Pías. «Una vez que encuentras el documento, lo primero que tienes que hacer es colocarlo cronológicamente y darle número, fecharlo e incluir el lugar donde se expide, además de realizar un breve resumen para los investigadores», señala Montalvillo, que facilita el trabajo de estos dentro de sus posibilidades. Cuando existen secciones sin catalogar, el trabajo del investigador es mayor y pueden aparecer sorpresas o documentos desconocidos. Tras estos primeros pasos, se trata de digitalizar el documento. En la actualidad, cada vez que se cataloga un documento se escanea, pero hay muchos legajos. La archivera señaló que hay una propuesta de la UNED para realizar en el archivo de la Casa Ducal las prácticas de doctorado en digitalización de documentos. En otoño podría comenzar la digitalización de los documentos medievales, aunque el proyecto está por confirmar.

Los asistentes a estas jornadas de puertas abiertas tuvieron la oportunidad de conocer algunos de los documentos más importantes y curiosos que alberga el archivo de la Casa Ducal. El más antiguo, que data del año 1184, trata de la compra de cuatro lugares de la Tierra: Perosillo, Adrados, Hontalbilla y Olombrada, por los que Cuéllar pagó 2.000 monedas de oro. Entonces la Comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar tenía 1.203 kilómetros cuadrados.

Montalvillo también dio a conocer un original y una copia, elaborados ambos a la vez. En este caso las copias se realizaban cuando eran documentos que se iban a utilizar mucho. El que alberga el archivo es la confirmación del fuero de Extremadura que en 1264 otorgó Alfonso X. La confirmación es de Sancho IV. Incluye exenciones fiscales, compensaciones económicas a mujeres agredidas o derechos en las herencias.

Un edificio desconocido

También mostró cartas de palacio, entre las que se encontró el plano de un edificio que aún hoy se desconoce dónde puede estar; un documento de Beltrán de la Cueva y su tercera mujer, María de Velasco, por los que donan 6.000 maravedíes anuales de los impuestos que se recogen en marzo al Monasterio de la Armedilla; una ejecutoria de la Real Chancillería de Valladolid; sellos de plomo; ejemplares con bellas miniaturas por los márgenes; o incluso el privilegio que Enrique IV concede a Beltrán de la Cueva para fundar mayorazgo. Además de bellos dibujos, en él aparecen su escudo y el de su mujer, puesto que aún no tenían hijos, pero al final del mismo se incluye la partida de nacimiento de fon Francisco, hijo mayor del duque. Hay también retratos del rey Felipe III en documentos, e incluso palabras del puño y letra de la reina Isabel La Católica.

Uno de los descubrimientos que hizo Montalvillo data del año 1667 y pudo haber sido el punto y final de Cuéllar como villa y Comunidad, ya que tenían que tener acantonados a 50 soldados, cuyo coste ascendía a 1.500 reales diarios, además de darles casa, comida y la cebada, unos gastos que hicieron que mucha gente se marchase de la villa y el resto incluso pidieron al duque de Alburquerque su intercesión. «La gente estaba huyendo. Era tan oneroso que se presentan incluso al consejo de guerra», relató la archivera, recordando que se trataba de una época de hambrunas en la que Cuéllar «dio un bajón increíble por tres meses y 50 soldados».

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