Clara Luquero: «Los partidos llevamos más de 30 años sin una cultura real de entendimiento»
La alcaldesa de Segovia advierte de que «la capacidad de gobernar las instituciones va a quedar muy mermada si no hay más diálogo», y aboga por «dejar rodar» a las fuerzas emergentes
david aso-ical
Sábado, 20 de junio 2015, 18:26
La alcaldesa de Segovia, Clara Luquero, advierte de que «la capacidad de gobernar las instituciones va a quedar muy mermada» si no se recupera una «verdadera cultura del entendimiento que, en su opinión, dejó de practicarse en España hace más de 30 años, desde la Transición, y hoy resulta «más necesaria que nunca». Ese es el «principal riesgo» que percibe por la fuerte irrupción de nuevos partidos y la consecuente fragmentación del poder, el de «la inestabilidad», aunque la «convulsión política» que vive el país «también puede ser una oportunidad para fomentar el consenso».
Manuela Carmena o Ada Colau, nuevas alcaldesas en Madrid y Barcelona, son los principales referentes municipales de la incipiente ruptura del bipartidismo PP-PSOE que ha dominado el mapa político nacional de las últimas décadas y que ha revolucionado los ayuntamientos y gobiernos autonómicos con el nacimiento de diversas plataformas ciudadanas, aparte de Ciudadanos y Podemos. Y también ha propiciado la llegada de líderes sin experiencia institucional en muchos casos, en estas y en otras capitales del tamaño de Cádiz o Zaragoza.
«Admitido el principio de la soberanía popular, da igual que entre un veterano que un inexperto, los ciudadanos deciden y eso es incuestionable en democracia, sin matices», subraya Luquero. «Hay personas con una gran solvencia ética y reconocimiento social, y son los votos los que las legitiman para llegar a una Alcaldía», añade. Y a los nuevos líderes, como a las formaciones emergentes, «habrá que dejarles rodar y ver».
«Pero es verdad que deben tener el sentido común de rodearse de personas con experiencia política o técnica, que conozcan bien las administraciones para saber qué se puede hacer y qué no, porque uno puede proponer cosas con muy buena voluntad pero desde el desconocimiento, sin distinguir competencias, y cuando llegas te encuentras con una realidad a la que te tienes que adaptar», argumenta. «Nosotros hemos podido ver lo que proponían en Segovia, unos muy volcados en los planteamientos genéricos de su partido a nivel nacional, otros centrados en temas muy concretos cada uno puede proponer lo que quiera, y ahora hay que ver cómo ruedan y su capacidad de responder a las demandas ciudadanas».
En este sentido, pone como ejemplo a la propia candidatura que presentó su partido en Segovia en 2003, cuando comenzó la etapa que ahora continúa con ella al frente, en el cuarto mandato consecutivo del PSOE en la ciudad. Siempre recuerdo que nuestro planteamiento en el primer programa electoral fue diferente al de los siguientes, porque desde el desconocimiento de la realidad administrativa y económica del Ayuntamiento uno puede soñar más, reconoce.
«La demagogia de los sueldos»
Aunque el debate de hoy también cree que se presta a «una demagogia tremenda con los sueldos de los alcaldes», cuyos cargos, si no conllevan cierto nivel de ingresos, «podrían terminar siendo ocupados sólo por personas con rentas altas que se puedan permitir estar en política por ocio o capricho personal». En su caso tiene una nómina de «unos 2.700 o 2.800 euros limpios», de los cuales matiza que destina 500 al PSOE. «Está bien, puedo vivir y mi familia también, aunque en Segovia estamos muy por debajo de la media nacional», recalca.
«Cuando ha surgido el tema en algunas reuniones del Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad, por ejemplo, la concejala (Claudia de Santos) y yo hemos podido comprobar los silencios que se producen porque nadie se atreve a decir lo que gana», apunta la regidora, quien pide por ello «sensatez». Más ajustada ve la situación de los concejales del Consistorio segoviano con dedicación exclusiva: «Si se pretende liberar a uno por 1.700 o 1.800 euros al mes y en su trabajo gana 2.300, ¿qué es lo que tiene que hacer? En mi grupo ya se ha dado el caso de un edil que, por su vocación política, estuvo perdiendo 500 euros al mes durante ocho años con respecto a su trabajo norma», lamenta.
En Valladolid, por ejemplo, la organización Sí se Puede, amparada por Podemos, planteaba recientemente al socialista Óscar Puente que se fijara un tope salarial de 1.935 euros netos como alcalde. «Con ese dinero seguramente no podría ni asumir la Alcaldía porque no le llegaría para cubrir sus compromisos económicos. Se hace mucha demagogia con esto, igual que también es verdad que ha habido políticos que han abusado», sentencia Luquero.
Su investidura, «pura emoción»
En el plano político personal, Luquero cumple una semana de su segunda investidura. Aquel día fue «pura emoción, responsabilidad y emoción imbricadas de tal forma que es imposible separarlas». En su memoria pervivirán dos imágenes: «La de todos mis compañeros, los nuevos, que estaban tan entusiasmados que no podían esperar a tomar posesión para empezar a trabajar, y los veteranos, que no han parado. Y la de mis hijas en la grada, que saben que esto va a continuar y me van a ver poquito, aunque tengo su apoyo».
En primera fila estuvo también el exalcalde Pedro Arahuetes, de quien tomó el bastón de mando el 5 de abril de 2014, tras su dimisión «por motivos personales», dijo entonces. No ha vuelto a tocar la política, pero sí ha lanzado mensajes puntuales a través de las redes sociales o medios locales que no han jugado a favor de su sucesora. Como cuando criticó la forma en que gestionó el cambio de nombre de la avenida Fernández Ladreda (el trámite sigue en suspenso), las dudas sobre su respaldo al exconcejal Javier Arranz en su enfrentamiento con la regidora o la falta de un apoyo explícito durante la campaña.
Luquero, sin embargo, no da margen al más mínimo reproche: «De todo lo que pueda decir o hacer Pedro, en mi cabeza primará siempre por encima de todo lo excepcional que ha sido como alcalde, la manera en que se dejó la piel por la ciudad. Eso lo he visto durante casi 12 años, y eso no lo va a empañar cualquier opinión que pueda tener y que está en su derecho de expresar como cualquier ciudadano, sólo faltaba».
La alcaldesa asegura que tampoco percibe grandes contrastes entre su primera y su segunda investidura. «Las dos fueron muy emocionantes y también igual de legítimas», recalca. «La ley electoral determina que los ciudadanos no votan al alcalde, sino a la candidatura, la única diferencia es que ahora era yo quien la encabezaba. Si esto llega a salir mal me habría llevado un disgusto tremendo y habría sido yo quien sufriera las consecuencias, evidentemente, pero cuento con uno de los mejores equipos que hemos tenido desde 2003».
Perfiles difíciles frente a compañeros «sensatos»
El grupo que lidera lo ha elegido ella como cabeza de lista, no es herencia de Arahuetes. Es de su confianza y ahí está la gran diferencia con respecto al tiempo que llevó el bastón durante el pasado mandato, sobre todo por las tres dimisiones que salpicaron los últimos meses. «La recta final la sufrí por actitudes individuales y personales, a veces fue decepcionante y otras, un sufrimiento que podía prever porque conocía los perfiles, no digo más».
«Ahora he podido confeccionar un equipo de personas que yo creo que son comedidas y sensatas, hacen más fácil el trabajo diario, pero también ha habido compañeros que no siguen en la candidatura y han demostrado ser muy leales, gente de muchísima confianza que además ha hecho una labor estupenda».
Pero lecciones como tal, para aplicarse en el nuevo mandato, asegura que no se lleva ninguna del rodaje como alcaldesa antes de enfrentarse a las urnas. «En ese tiempo he visto que las cosas funcionan como creía, lo traía aprendido de mi experiencia como concejala de Cultura, incluida la paciencia para aguantar que las cosas a veces no se resuelven tan rápido como uno quiere, los procesos administrativos tienen su curso», reconoce.
«Aquí se trata de escuchar a la gente, cada uno sabe dónde le aprieta el zapato, las necesidades que tiene. No importa si es un filósofo o un pastor, se trata de hablar con todos, a través de los colectivos que les representan o on quien se acerca en la calle». Y en resumen, «cultura de entendimiento», la clave del nuevo escenario político.