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M. Jesús Gutierrez / Word
Mogarraz
Martes, 2 de noviembre 2021, 10:28
Con el 'respiro' que ha dado la pandemia del coronavirus, las tradiciones vuelven a celebrarse y a ser 'en cierta medida' un poco como eran ... antes de que apareciera el virus que ha trastocado todo. Una de ellas es la celebración de la Noche de Almas Blancas en Mogarraz, en la festividad de Todos los Santos que, cada año, atraía a cientos de visitantes, tanto de los pueblos cercanos como de otras localidades. Anoche, aunque no fue como en años de prepandemia, Mogarraz volvió a contar con un buen número de personas -vecinos y visitantes- que recordaron a sus difuntos con rezos y plegarias cantadas.
Las protagonistas, un año más, fueron las mozas de ánimas encarnadas por Magdalena Maíllo, esquila en mano como en años anteriores y que ya cuenta con 85 años, y Rocío Hernández, que se estrena en esta edición convirtiéndose así en el relevo de su hermana Teresa Hernández. Ambas estuvieron acompañadas por una comitiva, que partió a las ocho de la tarde del Solano hasta la ermita del Humilladero donde las recogieron, y que estaba formada por los miembros del equipo de Gobierno -la alcaldesa, María Soledad Álvarez Cascón, y los tenientes de alcalde, Darío Edmundo Valero Ramos y María Concepción Hernández Vicente-, el pintor mogarreño Florencio Maíllo y el antropólogo Antonio Cea, todos vistiendo la tradicional capa de paño negro española y sombrero negro de ala ancha. Junto a ellos, vecinos y visitantes, y también el párroco, el padre Noé Alejandro Liñán.
La emoción volvió a estar muy presente en el recorrido que se realizó desde el Humilladero por todo el pueblo, que había sido previamente iluminado por la luz de 4.000 velas blancas, creando un ambiente singular, que realzaba quizás más los retratos que cuelgan de las fachadas de este pueblo realizados por Florencio Maíllo, muchos de personas ya fallecidas por las que anoche se rezaba.
A lo largo de todo el camino, las mozas de ánimas iban diciendo sus retahílas, que cerraba Antonio Cea con una plegaria cantada; tras la cual se rezaba un Padre Nuestro y un Ave María.
«Todo fiel cristiano, acordémonos de las benditas ánimas del Purgatorio, con un Padre Nuestro y un Ave María por el amor de Dios», relataban las mozas de ánimas en el silencio de la noche;para continuar con un toque de esquila y una nueva retahíla, «recemos otro Padre Nuestro y otro Ave María por aquellos que están en pecado mortal, para que su Majestad Santísima lo saque de este mortal estado», decían antes de que Antonio Cea cantara su plegaria, sin parar el paso. A lo largo del camino hubo una parada junto a una vivienda cuyo dintel tiene en colores las ánimas del Purgatorio y donde, tras los rezos, Antonio Cea cantó los versos de 'Vivo sin vivir en mi'.
Acabado el recorrido, todos los asistentes fueron agasajados con un rico chocolate caliente.
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