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El Cristo de los Doctrinos, tras salir de la Vera Cruz

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El Cristo de los Doctrinos, tras salir de la Vera Cruz Manuel Laya

Noche de silencio en el Lunes Santo, el Cristo de los Doctrinos pasa

La Cofradía de la Vera Cruz realiza cada año su procesión sin acompañamiento musical, junto a la Virgen de la Amargura

Eva Cañas / Word

Salamanca

Lunes, 26 de marzo 2018

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La ciudad enmudece cada Lunes Santo. A una hora y en lugar: las nueve de la noche en la capilla de la Vera Cruz. Quizás no todo lo que se debiera, porque al final siempre se escapan los aplausos en una noche que debería de ser callada, y así lo piden desde la propia cofradía.

El primero en salir del templo fue el muñidor, cuya función era tocar a silencio, y así lo hacía a cada paso... El numeroso público que allí se congregaba dejó de susurrar con el que tenía a su lado y se dejó llevar por el momento. En esos instantes, los únicos que rompían esa calma eran los graznidos de los estorninos que habitan en el Campo de San Francisco.

La cruz guía, junto a dos faroles, iniciaban el primero de los tramos de los hermanos azules de la Vera Cruz, la cofradía más decana de la Semana Santa de Salamanca. Tres niños arropan el estandarte con las iniciales ‘SPQR’, que es un acrónimo de la frase latina ‘Senatus Populusque Romanus’ (El Senado y el Pueblo Romano). Los más pequeños de la cofradía iban en el primer tramo de la procesión del Lunes Santo, sin capirote y con una pequeña cruz de madera negra en sus manos.

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Detrás de ellos, los adultos si ocultaban su rostro con el capirote de raso azul cielo que lleva el emblema de la cofradía, y en su caso, con un cirio, en fila de a dos. Otro de los enseres de esta hermandad es un pequeño Crucificado que carga un hermano junto a dos sacras de plata, que daba inicio a la parte del cortejo más próximo al primero de los pasos.

Pasados doce minutos de las nueve de la noche, en el interior de la capilla de la Vera Cruz sonaban los primeros toques de madera del paso, cuando los hachones del Cristo de los Doctrinos asomaban por el dintel y se escuchaba:«Más abajo, un poco más abajo...». En ese momento, los hermanos de carga, con verdugo, trataban de que el paso sorteara la estrecha puerta de la capilla, con escasos centímetros a su favor. La imagen del Crucificado salía inclinado para poder salir del templo que le acoge todo el año, hasta que uno de los hermanos lo colocó sobre el monte de cardos y la calavera que sus pies le acompañan en su procesión por la ciudad.

La Virgen de la Amargura, durante la procesión.
La Virgen de la Amargura, durante la procesión. Manuel Laya

Ya con el Cristo de los Doctrinos en la calle, el silencio volvió a reinar en la noche callada del Lunes Santo, tan solo interrumpida por unos tímidos aplausos que quizás sobraban. Según avanzaba el paso hacia la calle Domínguez Berrueta, su sombra se proyectaba en la pared de la capilla, donde este año ya no le rezan las Esclavas del Santísimo Sacramento. A cada paso que daban sus hermanos de carga, el paso se mecía, entre el incienso que se iba impregnando en el ambiente.

Detrás del paso, tres hermanos azules llevaban sobre un cojín los atributos de la Pasión, y tras ellos, el mismo número de penitentes arrastraban de sus pies unas pesadas y gruesas cadenas, atadas a sus tobillos con grilletes de cuero. Descalzos. Quizás, el único sonido que encaja con la noche del Doctrinos. Estos penitentes cargaban también una cruz de madera, con un lazo negro en una de ellas. Un recuerdo para alguien que se fue y que esa noche no podría ver desde la acera esta procesión de un Crucificado y su Madre.

Cerca de las nueve y media de la noche, asomaba el paso de la Virgen de la Amargura por el dintel de la capilla, inclinado hacia un lado, y rodado de flores blancas. Tras sortear la puerta del templo se puedo contemplar a una Madre vestida de luto, y con una media luna bajo sus pies, un guiño que ha querido hacer la Cofradía de la Vera Cruz con motivo del IV Centenario del Voto Inmaculista de Salamanca, titular de la hermandad. Una de las principales novedades de esa noche, incluir junto a la imagen de la Virgen de la Amargura, una iconografía inmaculista. Detrás del paso iba el capellán de la cofradía, Pedro López, junto al resto de la presidencia.

Cabe recordar que esta procesión nunca lleva acompañamiento musical, tan solo el silencio de la noche que marca los pasos de ambas imágenes, que después de unos años recuperaron en su recorrido la calle Cañizal.

Su paso por la calle Compañía siempre destaca para vivir con recogimiento la primera de las procesiones tras el Domingo de Ramos. Una noche en el que el azul del hábito se entremezcla en la noche hasta llegar a la Catedral Nueva, donde realizan estación de penitencia ante el Santísimo.

Tras ese momento cumbre de la procesión, de oración en el mayor templo de la ciudad, regresaron hacia su capilla, por el barrio Antiguo que les aporta reposo en su manifestación de fe por las calles salmantinas. Una cofradía que no pudo realizar el vía matris el Viernes de Dolores pero si cumplir con el Cristo de los Doctrinos y su Madre.

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