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Joselito, a la izquierda, con su rival y amigo, Belmonte
Joselito en Salamanca

Joselito en Salamanca

Toros. El diestro, del que se cumple el centenario de su muerte y que pasó temporadas invernales en el campo charro, se vistió 12 veces de luces como matador,después de intervenir como becerrista y novillero

Paula Hernández Alejandro

SALAMANCA

Sábado, 16 de mayo 2020, 14:39

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Joselito –hoy se cumple un siglo de su trágica muerte en la plaza de toros de Talavera de la Reina– pisó 16 veces, 12 como matador, entre los años 1910 y 1919, la arena de los cosos de la provincia de Salamanca. Como becerrista, novillero y diestro. Con tardes de triunfo artístico y otras de desgana o cansancio. Con salidas en hombros y encendidas protestas en los tendidos. Su vinculación con Salamanca fue temprana y firme. Sobre todo, a través de los ganaderos Antonio y Alipio Pérez Tabernero (lidió muchos de sus morlacos y no resultó infrecuente el brindis de sus faenas a esos criadores de reses bravas) y del empresario Casimiro Mirat. Dominador y valiente, con variado repertorio, su rivalidad artística con Belmonte –cada uno con sus aportaciones– enriqueció la Tauromaquia.

Contaba 15 años, y era becerrista. Por entonces también se le llamaba 'Gallito III'. La novillada se celebró el 14 de septiembre de 1910. Joselito y Limeño, anunciados como los 'Niños Sevillanos', torearon seis añojos de la ganadería de Amador García, de Tejadillo. El espectáculo se completó con la actuación de Pacorro, que se las entendió taurinamente con una cabra. «Los tres espadas saben muchas cosas. ¡Cuántos toreros, ya confirmados, envidiarán sus conocimientos!», escribe el crítico José Palmira ('El Adelanto'). «Den ustedes a esos niños facultades, que es lo único que les falta –es decir, años y cuerpo–, y les verán hacer maravillas y matar toros de cinco años, con todas las reglas y todos los requisitos», añade. Tenía buena vista para verlos venir: «a mí, de los tres, el que más me gusta es Gallito. Me parece el más completo de todos». Antes había dicho que el chaval «torea de capa como los propios ángeles» y realizó, en sus tres toros, «floreos y filigranas, luciéndose en verónicas de rodillas y farolillos». El comentarista Gordiko ('El Salmantino') destaca que la faena del «chiquinín no se ve todos los días». Es su prehistoria taurina en estas tierras.

El torero Sánchez Mejías contempla, abatido, el cadáver de Joselito, compañero y cuñado.
El torero Sánchez Mejías contempla, abatido, el cadáver de Joselito, compañero y cuñado. CAMPÚA

El año posterior, ya en el escalafón de la novillería, se vistió tres veces de luces en los ruedos salmantinos. Dos, en el coso de la capital; una, en la plaza de Béjar. Siempre formando pareja con Limeño. La primera actuación se verificó el 17 de abril de 1911, y las reses pertenecían a la ganadería de la Viuda de Tabernero. En el cuarto fue premiado con «ovación, vuelta al ruedo y oreja». Gordiko adelgaza el comentario: «la faena de muleta fue de gran gusto y de brutal inteligencia taurina». En el sexto, resalta otra fuente, ejecutó una «gran estocada». Antes, en el segundo, escuchó «protestas». El periódico madrileño 'Respetable público' le dedicó una reseña elogiosa. Pisó el ruedo salmantino, de nuevo, el 24 de julio de ese mismo año. La entrada «no pasó de regular, aproximándose a 4.000 espectadores». Se le premió con una oreja. Una semana más tarde, el día 30, toreó en Béjar, con ganado de Eloy Lamamié de Clairac.

Para empezar, percance… automovilístico

José Gómez Ortega 'Joselito` tomó la alternativa el 28 de septiembre de 1912, en Sevilla. Fue contratada para la Feria de San Mateo de 1913. Dos tardes en la Glorieta: la segunda y la tercera. No pudo hacerlo en la anunciada para el día 12, pues sufrió un percance automovilístico a la entrada de la ciudad. Le ocasionó «una herida en la nariz, que le impide torear», se informa. Venía de Calatayud (Zaragoza), a toda prisa. El viaje había sido accidentado. «Salió a las doce de la noche. Llegó a Valladolid a las once y media (de la mañana). Allí le esperaban cuatro automóviles». El que trasladaba al torero sufrió un pinchazo. «Se pasó a otro auto». A la vista, ya, la plaza de Toros. «Las inmediaciones». Ahí. «Allí se interpuso una jardinera. El chófer evitó el choque, pero no pudo evitar que chocase el auto contra un árbol…Y… ¡paf!... Se hizo cisco el parabrisas, cayó del pescante una maleta y los cristales del parabrisas hirieron a Joselito en la nariz, ocasionándole una herida de poca consideración». Es el relato vivo, casi hiperrealista.

Lo visitó «uno de los médicos de la empresa, y, reconociendo a Joselito, certificó que tenía fiebre y que además la herida le impedía, por si fuera poco, torear», cuenta El Timbalero en una crónica taurina que parece una crónica de sucesos. Reapareció en la última de Feria (ovación y oreja y, en el último, pitos). «Apático», para unos. Con la muleta, «pases de todas clases. Faena inenarrable, colosal. El público entusiasmado se pone de pie», para otros. División de opiniones, o de pasiones.

Sol y sombra en La Glorieta

Joselito regresó a Salamanca en 1915. Intervino en tres festejos. Vistió de lila y oro en el primero, según 'El Castellano', con «muchas mujeres bonitas» en los tendidos (la gran Margarita Xirgú asistió en 1918 a la Glorieta). Y de verde plomo y oro (en el segundo) y de azul y oro (en el tercero), apunta 'Heraldo de Madrid'. Compartió cartel con Rafael Gómez (Gallo), en todos ellos (incluido un mano a mano fraterno), y Rodolfo Gaona, en dos. Los aficionados vieron sus mejores faenas en la rivalidad artístico-familiar. Y volvió en la Feria septembrina de 1916. El primer día se encerró con seis astados de la ganadería de Saltillo. Vistió terno lila y negro. Mala tarde. La crítica se mostró durísima con el sevillano. Como si el diestro hubiera acudido a Salamanca como un turista. El redactor de 'El Salmantino' se enfada mucho. «Lo que hizo ayer tarde Joselito no tiene nombre. Qué poquísima gana de no hacer nada digno y notable de su fama de estupendo lidiador y matador de toros». Para Romantaurófilo, así firmaba, «¡se necesita desahogo! Cobrar una suma cuantiosa por despachar seis inofensivos toritos, de la manera que él lo hizo (…) Cuando se cobra esa enormidad es para hacer algo que merezca la pena». Con una advertencia: «tuvo la suerte de hacerlo en una plaza donde concurrió un público bonachón, incapaz de cometer un desatino».

Se desquitó (o lo compensó) en la segunda corrida, con toros de Miura. Realizó, con terno verde y oro, una gran faena al último de la tarde. «La mejor de las mejores faenas que se han visto en nuestra plaza. Qué serenidad, qué arrojo, qué cosa, ya no se puede pedir más», se escribe. Se le otorgó una oreja (otro medio habla de «orejas, rabo, todo») y salió en hombros. En la última del ciclo, tercera, con reses de Alipio Pérez Tabernero, y haciendo el paseíllo con Gaona y Cocherito, también fue reconocida su labor, aunque los críticos discrepan, de nuevo, en el número de trofeos. «Salió corriendo para evitar que le pasearan en triunfo».

Imagen histórica. Joselito torea aquel 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reina. No tardará en llegar la cruel cogida.
Imagen histórica. Joselito torea aquel 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reina. No tardará en llegar la cruel cogida. CAMPÚA

La empresa contrató a Joselito para tres tardes en 1917. Sol y sombras: orejas y vueltas al ruedo, con «delirio» en los tendidos y, también, broncas y pitos. En el inicio de la Feria, El Timbalero escribe: «Este año Joselito, al igual que en anteriores, llegó de la estación vestido de torero, entró en el patio de caballos, pasó a la conserjería, pidió una silla y descansó». Se quejó del ajetreo. «Con cara de sueño y de cansancio, se restregaba los ojos con la diestra para no dormirse». Estaba agotado. «Así no puedes continuar, José. ¿Dónde vas a parar con 26 corridas en 26 días?», le dice alguien. «Es verdad. Ya he pensado en hacer los contratos dejando un día por medio; por lo menos, entre feria y feria», responde el torero. «Y echando una mano sobre el hombro de su amigo Alipio Pérez Tabernero», exclama: «¡Estoy rendido!». Percibió 21.000 pesetas. Alternó con Gaona, Saleri, Silveti y Angelete. Se despidió en la Feria de 1919, en dos festejos, con buenas faenas. Y cortó 3 orejas, a toros del conde de Santa Coloma (2, aunque solo recogió 1) y de Murube. En las gradas, el último día de feria, Gregorio Corrochano, el crítico de ABC. Tomaba notas sobre el arte del pionero del toreo moderno.

La muchacha salmantina enamorada del torero

Hay un testimonio, recogido por Marino Gómez-Santos ('Antonio Pérez Tabernero cuenta su vida', 1994), muy valioso acerca de la relación Joselito-Salamanca. Aporta una información de gran interés, que amplía y ofrece más nitidez sobre la realidad. Comenta el ganadero, buen lector y conversador, que conoció al sevillano en Villar de los Álamos: «Era muy espigado y no tenía ninguna de las cualidades gitanas que tanto dominaban en su casa. José, sobre todas las cosas, era una buenísima persona». Y añade: «Mis hermanos y yo éramos muy amigos de Rafael el Gallo, su hermano mayor. Un día, José fue a torear una novillada con picadores a la plaza de Salamanca, y con ese motivo se acercó a San Fernando para saludarnos». Ocurrió en 1911 (¿abril, julio?). «De allí arrancó una buena amistad que había de durar hasta la muerte». En otro momento lo califica como «torero largo», en contraposición a Belmonte («intenso»).

La pequeña historia también propone su relato. De un suceso ¿amoroso, idealista, espiritual? El relato de la joven salmantina, perteneciente a la 'buena sociedad', enamorada de Joselito. Resulta que el torero acudió a la capital charra para participar en la feria de septiembre. A poco de llegar le comentaron que «una bellísima y aristocrática muchacha de aquella sociedad se interesaba por él extraordinariamente», cuenta El Burladero (mayo de 1945). «Es tan inteligente», le informa un amigo, «que para referirse a ti nunca te nombra, por temor a que se descubra demasiado su secreto, y solo dice siempre 'el'. Pero ya todo el mundo sabe aquí quién es él'. Ya comprendes. Eres tú». Una tarde, ya en el ruedo, «Joselito recibió, después de una gran faena, un precioso estuche con una medalla de oro, en cuyo reverso iba graba la siguiente lacónica, pero expresiva, dedicatoria: A él. Yo». El diestro cruzó la puerta del hotel y «se arrancó el más bello brillante de su camisa de torero y, metiéndolo en el mismo estuche de la medalla, se lo envió a la desconocida enamorada –ya enterado de quién era, aunque sin haberla visto nunca–, con la también sintética y delicada clave: A ella. Él». La joven, a partir de ese momento, fue mucho más conocida en la ciudad.

Recuerdo de los inviernos en Salamanca

'Bailaor', toro de la ganadería de la Viuda de Ortega (Venancia Corrochano), negro de pelaje y bronco de embestida, mediano y sin trapío, clavó con fuerza su pitón en una pierna de Joselito. Después lo hundió en su vientre. El parte médico decía: «Una herida penetrante por asta de toro en la región inguinal derecha con salida del epiplón, perineo, vejiga e intestinos. Con shock traumático intensísimo y probable hemorragia interna». El hilo de vida del torero, que vestía de grana y oro, se apagó cuando llevaba unos minutos en la enfermería de la plaza de Talavera. La noticia conmocionó a Salamanca, «donde había pasado tan prolongadas temporadas», durante algunos inviernos, recuerda la prensa local. Respondía a la invitación de los Pérez Tabernero, que abrieron su casa al torero andaluz. También mantenía una estrecha amistad con Casimiro Mirat. Curiosamente, su 'bautismo de sangre' se produjo (en Bilbao, el 1 de septiembre de 1912) por un toro de la ganadería del salmantino Antonio Pérez Tabernero. También lidió astados de otras divisas, como Eloy Lamamié de Clairac y Amador García. Los carteles para la feria de septiembre de 1920 contaban con Joselito y Belmonte (éste había sufrido una cogida, en su muslo derecho, de 10 centímetros de longitud y 4 de profundidad, el 16 de febrero en un tentadero celebrado en la finca de Padierno, propiedad de los Tabernero). Pan para gallistas y belmontistas... «Y todo cesó, al fin, porque quisiste. / Te entregaste tú mismo; estoy seguro. / Bien lo decía en tu sonrisa triste / tu desdén hecho flor, tu desdén puro», así remataba Gerardo Diego su 'Elegía a Joselito' (1926). Había madrugado la madrugada: solo contaba 25 años.

Desprendido

Joselito era rumboso. Intervino en la feria de 1915. Protagonizó un 'mano a mano' con Rafael El Gallo, su hermano. Obtuvo dos orejas. Acabado el festejo, ambos abandonaban la Plaza y, por la cercanía de su presencia, «se originó un gran tumulto por la multitud de aficionados que iban a felicitarles por las hermosas faenas que habían tenido en la lidia». El entusiasmo, sangre caliente, a veces se desboca. «Tal fue la aglomeración de gente que un sujeto llamado Juan Sánchez fue derribado al suelo y pisoteado, resultando con algunas contusiones», da cuenta 'El Salmantino'. El torero «llegó a la fonda» y se le informó sobre lo acontecido. De inmediato «envió 500 pesetas a la familia del citado Juan Sánchez».

Alta cotización

La cotización de Joselito era alta, como figura de la tauromaquia. Su contratación exigía aflojar la cartera. Aquellos críticos taurinos se referían, cuando los diestros mostraban su apatía o tenían malas tardes, a los dineros percibidos. En 1913, accidentado, se apunta que ingresó 10.000 pesetas por torear en La Glorieta. La empresa de la plaza de Toros de Salamanca presentó las cuentas de gastos e ingresos de la feria de 1917. Los cronistas insinuaron que Joselito, participante en tres festejos, recibió 21.000 pesetas, cantidad elevada para aquellos días. Por ejemplo, el sueldo anual de una profesora de Escuela Normal de Magisterio ascendía en 1915 a 3.000 pesetas. O los criados que ejercían tareas agrícolas, contratados «para todo el año». Aquel 1915, en la 'feria de mozos' de San Juan, celebrada en el Paseo de las Carmelitas, se cotizaron a 500-550 pesetas, «siendo éstos los menos».

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