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Javier Peñalba
San Sebastián
Domingo, 19 de mayo 2019
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Si la familia salesiana llora la muerte de Fernando Hernández, su otra familia, la biológica, no puede ocultar su enorme consternación por la pérdida de un ser tan querido como era el sacerdote asesinado. «Ha supuesto un gran mazazo para nosotros», afirmó ayer desde Urnieta (Guipúzcoa) José, hermano de la víctima.
El familiar reconoce que para Fernando África era su vida. «Aun cuando nos tenía a nosotros en España, su familia era la gente de allí, las personas con las que convivía... Su verdadera gente eran los chicos y jóvenes de los países en los que estuvo destinado».
Fernando Hernández visitaba con cierta frecuencia Urnieta, donde residen su madre y hermanos. «Solía venir aproximadamente una vez al año, a pasar unos días y descansar un poco. La última vez que coincidí con él fue el año pasado. Esos días nos solía contar todos los proyectos en los que estaba inmerso», detalla el familiar.
José Hernández destaca que su hermano dedicó toda su vida a «ayudar y colaborar para que los jóvenes de los países en los que estuvo tuvieran educación y formación y con ello un futuro más prometedor».
Recuerda que tras al asesinato sufrido por el también padre salesiano Antonio César Fernández hace tres meses en el mismo país, «hablamos con él de la inestabilidad e inseguridad que había en el zona, pero Fernando no estaba preocupado».
Añade en este sentido que «era una persona que no tenía ningún miedo. Y así nos lo hizo saber en muchas ocasiones. Ciertamente, había problemas en el país; él era consciente de ello. Cuando hace un año aproximadamente asumió las funciones que le encomendaron en el centro en el que estaba, era plenamente consciente de lo que había y a lo que se enfrentaba. Nada de lo que sucedía le cogió de sorpresa», explica.
José destaca que su hermano «siempre iba contento allí donde le enviaban. A nosotros, lógicamente, el mensaje que nos transmitía era positivo. No era tan negativo como para comentarnos en los pocos días que pasaba con nosotros que la situación era muy compleja o difícil. Él no era así, era muy optimista. Siempre nos trasladaba tranquilidad, aunque todos, tanto él como nosotros, sabíamos que los problemas existían. Por lo general, tratábamos de evitar ese tipo de conversaciones. Recuerdo que cuando en febrero se cometió el crimen de Antonio César, comentamos el tema por whatsapp. Diría que a nosotros, aquella muerte nos afectó más que a él. Su manera de afrontar este tipo de situaciones era distinta a la nuestra. Casi me atrevo a decir que casi lo ven como normal que hechos así puedan suceder. Nosotros tenemos un punto de vista diferente».
José admite que incluso llegaron a plantearle su regreso a España, «pero no había manera convencerle. Su pasión era África y quería seguir allí. De hecho, será enterrado allí. Fernando quería ser inhumado donde había desarrollado su vida, su labor misionera. Si su deseo era quedarse en Burkina Faso, nosotros no podemos hacer otra cosa más que respetarlo», afirma su hermano, que, no obstante, matiza que «es triste no habernos despedido de él. Pero qué le vamos a hacer si las circunstancias de la vida son así».
Pese no haber podido despedirse de su hermano, José guardará para siempre en el recuerdo «los 35 años de trabajo dedicados a los más necesitados. Era una gran persona y la labor que hacía era encomiable».
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