Un grupo de personas espera su turno para recibir los productos que ayer repartió Cajas Solidararias, que hace el reparto citando por separado para evitar largas colas. LAYA

Faltan alimentos y manos para ayudar a la «avalancha» de «salmantinos con hambre»

Las ONG salmantinas, «desbordadas» ante el aumento constante de las personas que necesitan su apoyo

ROSA M. GARCÍA / WORD

Domingo, 8 de noviembre 2020, 11:54

Cada día son más y cada vez con más necesidad. Una parte de la población salmantina pasa hambre y su incremento es constante. La crisis económica derivada de una pandemia que parece no tener fin está aumentando más de lo previsto el número de personas con necesidades severas. Y, a la vez, hay escasez de alimentos en las ONG que los atienden, que, muchas veces con pocos voluntarios, se sienten desbordadas para poder ayudarles, porque «no tienen nada y si no les das, no pueden comer».

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«Jamás he visto esto en mi vida», afirma Queti Luciano, presidenta del Comedor de los Pobres de Salamanca, tras 26 años en esta entidad.

Cada día, de lunes a viernes, reparten 300 comidas calientes -primer y segundo plato, y postre- en tupper a las familias. Los sábados y domingos no dan comidas, ya que se entregan lotes de alimentos, uno al mes para cada familia o persona sola, para que tengan para comer el fin de semana y para los desayunos y las cenas. Este reparto suele ser los martes, formándose a las puertas del Comedor un larga cola de personas que «no podemos impedir, porque somos pocos voluntarios y no podemos hacerlo de dos o tres veces».

El número de usuarios que atienden se ha triplicado, asegura Queti Luciano. «300 comidas diarias es una burrada» y «como hay pocos voluntarios, el trabajo es bestial; es una locura».

El Comedor de los Pobres necesita voluntarios. Ha pasado de contar con más de un centenar a tener solamente una docena. En esto también tiene que ver la covid, porque «era gente mayor y por protocolo no te dejan que tengan más de 60 años; hay gente que quiere, pero no se puede, no lo permiten». Y «se entiende, porque son personas de riesgo». Los voluntarios, explica, «tienen que ser jóvenes, y los jóvenes, de 20 ó 40 años, o estudian o trabajan y es muy difícil». Sí que «hay gente en paro y estudiantes con clases virtuales que se apuntan, pero tenemos muy poquitos y necesitamos muchísimos más, pero es muy difícil».

Esta situación complica un trabajo que se hace «muy duro» y que «va creciendo, no para aquí; va a más y más, desgraciadamente». En ese sentido, Queti Luciano alude a que la entidad ha tenido que aumentar sus instalaciones y desde marzo cuenta con dos comedores.

En cuanto al perfil del usuario, afirma que «se mantiene ese perfil de gente de la calle -sin techo- que come dentro del comedor» y que son una veintena cada día. Después, está la población inmigrante, a la que «a muchos se le ha denegando la condición de refugiado, y toda esa gente a la que las asociaciones en convenio con el Estado les pagaba el alquiler de un piso y los alimentos, una vez denegada esa condición de refugiados, se quedan en la calle y vienen a nosotros a buscar comida».

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Además, señala, hay un perfil «nuevo; esa persona, que puede ser cualquiera de nosotros, que ha tenido que cerrar su negocio o que no puede mantener los gastos del negocio o que se quedó sin trabajo en marzo o abril y ya se ha gastado los ahorros, y ahora empiezan a venir, con mucha vergüenza y apuro», afirma. Por eso, tienen diferentes horarios para el reparto.

El Comedor de loS Pobre procura «no hacer colas en el reparto de los tupper; primero, por la covid y segundo, para que muchas personas no pasen apuros», aunque «la cola es inevitable para el lote del mes».

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El Comedor de los Pobres reparte cada día 300 menús envasados en tupper. laya

La responsable del Comedor de los Pobres califica el momento actual de «extremo», porque no tienen alimentos ni dinero ni voluntarios, «para seguir adelante, surgirá gente que nos ayude, pero es un momento muy delicado», insiste. Necesitan alimentos, sobre todo de segundo plato, explica, porque «para dar 300 menús, por ejemplo de pollo, sacamos un arcón y medio. Es una pasada, son cantidades que nunca hemos manejado; yo llevo en el Comedor 26 años y no lo hevisto en mi vida». Ni siquiera en la crisis económica de 2008; «ahora es peor, entonces algunas cosas salían de trabajo, pero ahora es que no hay trabajo», porque, por ejemplo, «a las casas no quieren que vayan señoras para no meter la covid». Es un momento «muy delicado», en el que «no se puede ni alquilar un piso y hay gente viviendo en caravanas».

«Yo nunca he visto hambre en Salamanca» y «es una pena», en este momento «hay una crisis de todo, sanitaria, económica, política, de valores...», lamenta.

Sobre el apoyo de las administraciones, no ya directamente a estas personas, sino a las entidades que las ayudan, Queti Luciano afirma que «es lo que deberían hacer, ayudar a los que nos estamos desviviendo por dar de comer a los demás, por pagar una renta, pagar la luz,... infinidad de cosas que no se ven, porque no solo es dar de comer, tenemos una ayuda integral a cada persona que llega» y «la gente lo está pasando verdaderamente mal», y la situación «irá a peor».

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«Se siente mucha impotencia»

Todo es «merma, de voluntarios, de dinero, de todo, y avalancha de destinatarios», subraya, y destaca que además «antes éramos como un complemento, pero ahora no tienen otra cosa, no tienen nada». Por todo ello, en el Comedor de los Pobres «se siente mucha impotencia en este momento», porque «quisiéramos llegar más, contar con más gente para desahogar el trabajo», pero es «difícil».

El Comedor se abastece de los productos que le reparte el Banco de Alimentos y «lo demás son donaciones o compras. Nunca se ha gastado tanto dinero como ahora. Solo las cajas de tupper que compramos al mes es una burrada, pero hay que envasar la comida por obligación; a eso hay que añadir los geles, las mamparas, guantes mascarillas, etc.». Son «muchos gastos de mil cosas», incrementados además por las medidas anticovid. También, añade, al tener que cocinar para mucha más gente, «aunque tenemos una buena cocina industrial, sus elementos se estropean antes».

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Ellos mismos envasan los menús diarios con una máquina de calor y «ahora tenemos que comprar otra, porque no damos abasto, son muchos tupper, 300 personas por dos tupper cada una; una locura al día».

La situación, insiste, «está muy mal, pero es lo que nos ha tocado vivir e intentamos, desde la impotencia que uno tiene, salir adelante confiando siempre en la providencia; de las cosas al final se sale, como se pueda», pero «con mucho esfuerzo».

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Ánimo no les falta, «lo que nos falta es que los salmantinos o no salmantinos nos hagan llegar lo que se necesita en este momento y cada día más» y «ojalá llegue un día en que digamos esto ha parado, ya no se necesita como antes, y cada día menos; ojalá llegue pronto».

Todos, señala Queti Luciano, «sabemos que hay necesidad, pero no sabemos que hay tanta necesidad».

En una situación similar se encuentra la asociación de emergencia social Cajas Solidarias Salamanca, que reparte alimentos todos los sábados durante toda la mañana y desde ayer desde un nuevo local, tras la firma de un convenio con los Agustinos Recoletos. «Cada familia tiene un sábado al mes, repartimos todos y citamos a cada uno por separado, porque todas a la vez no podemos, son muchas», afirma su responsable, Javier García. De esta manera, cada sábado un centenar de familias o personas individuales recogen sus alimentos.

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Las personas a las que ayudan no paran de incrementarse, «ya hemos pasado de las 1.500 personas, pero estamos depurando», afirma García. El motivo, explica, es que «hay pocos alimentos», por lo que están «realizando un filtro para que los alimentos vayan las personas que tengan una necesidad severa».

Y es que, añade, «el Banco de alimentos está fatal, los donativos llegan a cuenta gotas y cada vez la gente puede menos».

Familias con cero ingresos

La situación de Cajas Solidarias no es buena y la de las personas que necesitan su ayuda, cada día es más complicada, porque «cada vez son más y no hay alimentos», además «antes lo que le dábamos era una ayuda para estar más desahogados a fin de mes, pero ahora es lo único con lo que cuentan algunos para comer». Y es que la situación, añade, «ha cambiado totalmente. Antes no veías a nadie que no tuviera cero ingresos, era muy raro, pero ahora muchas familias o personas solas están con cero ingresos y no pueden pagar alquileres, habitaciones, nada». El IMV «a algunos no les llega y a otros no se le reconoce», como «a toda la gente que estaba trabajando en negro y se ha quedado sin trabajo, no le corresponde nada; o gente que no tiene documentación en regla porque son inmigrantes que estaban esperando a que llegaran tres años para regularizar su situación y se les ha venido todo esto encima antes». Además, personas en ERTE que «no cobran y les dicen que para el mes que viene cobrará todo junto; es gente que vive al día, si un mes no cobra, depende de la caridad de la familia u otros apoyos que tengan» aparte de que «lo que cobra del ERTE es una miseria».

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Miembros de Cajas Solidarias realizan el reparto de alimentos de ayer. LAYA

Javier García prevé que en los próximos meses, la situación vaya «a peor», además «acabamos de recibir los fondos de la UE y ha llegado menos cantidad que otras veces; si llega menos, con el Banco de Alimentos podemos contar lo justo» y «gracias que algo podemos contar, porque los particulares cada vez pueden colaborar menos». Y la vez, «más familias necesitan ayuda y están en peor situación». Por todo ello, «el panorama no es muy halagüeño».

Ahora, lamenta, «lo que se está viendo, sobre todo en gente inmigrante, es que se están agrupando en una misma vivienda varias familias, algo que antes no era tan habitual, aunque sí se veía alguna vez de forma esporádica; pero ahora es muy habitual tener una familia por habitación y, en esta situación de pandemia, si cae uno, caen todos, ahí es imposible aislar a alguien». A esto, dice García, se añade que «no está siendo tratada igual la gente que no tiene documentación que los españoles de cara a la covid», ya que «no se le presta la atención que requerirían o no se les hacen pruebas». Así, explica, que para realizar la prueba, «primero, les tienen que hacer la tarjeta sanitaria y es un trámite largo y complicado, cuando quieren tenerlo terminado, esa persona ya ha pasado el aislamiento y se ha recuperado o no» de la covid.

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La situación es «tremendamente complicada, sobre todo para las familias que estaban ya justas» y también en esas familias de inmigrantes que «trabajaban por horas en limpieza o cuidaban ancianos; de repente, el anciano muere o la propia familia no quiere que entre nadie a su casa a limpiar ni a cuidar por el miedo a que entre el virus» y «esos no tienen derecho a nada».

Además de alimentos, hay personas que «nos están pidiendo ropa de invierno, porque no tienen; nos piden de todo, no tienen nada». Están «saturados en todos los sentidos» y él tiene «poco optimismo en que mejore esta situación».

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Es «muy complicado». Él asegura que «veo gente que no desayuna para que pueda desayunar su hijo. porque no tienen para los dos». Y es que «lo que antes se veía en el tercer mundo, ahora en España se ve en una parte de la población y cada vez es más amplia», asegura Javier García.

Y las administraciones, añade, no pueden hacer nada, porque «cuando las personas no tienen documentación en regla, las administraciones legalmente no pueden hacer nada», y están «derivando a la mayoría de la población a Cáritas, Cruz Roja, a nosotros...», porque, «directamente no pueden justificar una ayuda a alguien sin documentación» y «son mayoría».

En este momento, lo «único que se puede hacer es animar a que la gente colabore con el Banco de Alimentos en lo que pueda» y «confiar en que la actividad económica de alguna manera intente recuperarse».

Un año «duro»

Ayer el Banco de Alimentos tenía prácticamente las estanterías vacías. Sin embargo, esperan que en breve se llenen y poder acabar mejor de lo esperado un año marcado por la pandemia de la covid-19 que está provocando que día tras día se incremente el número de personas que no tiene ni para comer.

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Godrofredo García, presidente del Banco de Alimentos de Salamanca, es un poco más optimista que hace un mes. El Ayuntamiento de Salamanca «nos va a entregar una donación de 15.000 euros para comprar alimentos para estos dos meses», comenta, y algún gran supermercado «también nos ha adelantado productos, lo que les hemos pedido, espaguetis y arroz».

Estos dos meses que quedan de año «creo que tenemos suficiente», estima, ya que hay que añadir la «gran recogida del 16 al 22 noviembre, que este año se va a realizar de una forma especial», ya que «no se van no donar alimentos, sino que en el supermercado, las cajeras propondrán a la gente que compra hacer un donativo al Banco». Godofredo García cree que «al ser ser más días y una forma más cómoda de ingresar, se puede recuperar y sacar una cantidad, que luego desde los bancos vamos a ir invirtiendo en alimentos a media que los vayamos necesitando».

Ahora el Banco de Salamanca «tiene alguna cantidad que nos han dado las empresas y que vamos a invertir y luego nos llegará la donación del Ayuntamiento».

El año «más o menos, lo vamos a terminar un poco mejor de lo esperado; pero ahora están las estanerías vacías», afirma. Y es que, explica, se ha repartido todo lo que ha llegado de alimentos en la tercera fase del FEGA, porque «muchas entidades necesitan suministros, están sin alimentos». El Banco ha entregado cerca de 100.000 kilogramos a entidades acogidas al FEGA, pero «como algunas no lo tienen, le estamos dando alimentos ahora; hemos repartido mucho» y por eso ahora mismo «no tenemos prácticamente de nada; aceite y leche, del resto muy poco». Pero «con la pasta y el arroz que nos va a llegar ahora, más la gran recogida, lo del Ayuntamiento y alguna donación más de empresas y ciudadanos, estos dos meses tiraremos».

Pese a esa mejor expectativa y aunque «el año lo vamos a terminar regular», ha sido «muy duro, porque «de vez en vez hay más gente necesitada». El Banco de Salamanca «ya ha pasado de las 8.500 y se va incrementando; esto se ha alargado más de lo previsto», afirma García, que añade que además están «dando bastante más por persona; antes era una ayuda, ahora no, porque hay familias que no tienen nada, si no les das, no pueden comer». Todo el mundo «es consciente de que muchas personas lo están pasando mal, pero hay mucha gente solidaria y estamos nosotros, el Banco, Cruz Roja, Cáritas y otras entidades; entre todos vamos a sacar esto adelante», concluye.

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