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Placa homenaje a los fusilados en el cementerio, instalada en noviembre en un acto con presencia de todos los grupos políticos locales. Antoraz
Asociaciones de represaliados piden actualizar la Ley de la Memoria Histórica

Asociaciones de represaliados piden actualizar la Ley de la Memoria Histórica

La norma publicada hace 10 años fue «un rayito de luz» pero nació con importantes carencias

Daniel Bajo Peña / word

Salamanca

Domingo, 14 de enero 2018, 12:06

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Hace poco más de 10 años, en diciembre de 2007, el ‘BOE’ publicaba la Ley 52/2007, de 26 de diciembre. Su enunciado ocupaba poco más de seis páginas, llamadas a levantar una enorme polémica social y política que, una década más tarde, ha aminorado considerablemente. La Ley 52/2007 es la popularmente conocida como Ley de la Memoria Histórica y en cuanto a qué supuso para Salamanca, la presidenta de la Asociación Memoria y Justicia, Luisa Vicente Martín, lo resume en apenas cinco palabras: «Fue un rayito de luz».

Luisa Vicente Martín opina que la ley «vino muy bien para comenzar un trabajo que estaba fuera de nuestras posibilidades». La Presidenta de la Asociación se refiere a acceder a registros civiles (pese a las trabas de algunos funcionarios), a organizar homenajes, a abrir archivos públicos «que descubrieron un mundo desconocido hasta entonces», a «poner nombre a los asesinados...». La Ley «fue un empujón. En algunas cosas se quedó corta, pero en aquel momento fue un empujón».

El teniente de alcalde de Ciudad Rodrigo y ‘gran culpable’ de la retirada del medallón de Franco de la Plaza Mayor, Domingo Benito, coincide en que la ley «supuso un avance importante, aunque estaba limitada. Tenía carencias, pero era un adelanto».

Ambos, tanto Luisa Vicente Martín como Domingo Benito, aseguran que la norma se encontró con reticencias y obstáculos desde el primer día. «Fuimos realistas desde el principio», comenta Martín. «Sirvió para trabajar, pero estaba coja en algunos aspectos», como la falta de dotación económica para que las asociaciones acometan las exhumaciones o la falta de definición en el rol que deben desempeñar los jueces. La presidenta de la asociación apunta que es «un poco triste» que las agrupaciones «dependan del color del Gobierno para poder trabajar».

Domingo Benito, por su parte, tilda de «increíble» que en un Estado de Derecho haya «insumisión institucional. La Ley de la Memoria Histórica ha funcionado en algunos sitios y en otros han sido los ciudadanos particulares o los partidos políticos los que han tenido que llevar a las administraciones ante los tribunales para que se cumpla una ley».

La retirada del medallón de Franco «es la evidencia». El procedimiento por el que se retiró «es la prueba de que en España había quien pensaba que no era necesario cumplir la ley». El Ayuntamiento de la capital, según Benito, pecó de «insumisión» a la Ley.

Apuntalamientos

La Ley nació con carencias y su décimo aniversario, aseguran, debería servir para corregirlas.

Luisa Vicente Martín opina que el Estado debería asumir el coste de las exhumaciones (las asociaciones podrían colaborar aportando la información de la que disponen). También cree que la Ley debería obligar a los dueños de los terrenos con restos de represaliados a permitir las excavaciones (ahora dependen de la buena voluntad del propietario) y aclarar de una vez el papel de los jueces, que ahora pueden declararse incompetentes para investigar denuncias.

Domingo Benito cree que habría que plantear «una mayor garantía para las víctimas» y sus herederos, plantear la creación de centros documentales para explicar los crímenes del franquismo, resolver «de forma urgente» la cuestión del Valle de los Caídos y exigir «plazos de cumplimiento» de la ley para que las administraciones no puedan ignorar el mandato legal. Benito también señala la «deuda pendiente con las víctimas del franquismo» en el ámbito educativo.

Luisa Vicente Martín resume estos diez años en que «en aquel momento quizá no se pudo ampliar más porque fue una lucha constante. Se nos veía mal, como a bichos raros intentando investigar algo de hace 80 años. La memoria histórica asustaba. Ahora mismo se nota otro respeto a lo que hacemos. Se ve de otra manera y es importante, porque hay gente que no habla por la opinión de los demás y aún hay mucho que decir».

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