El cerro de San Vicente espera el permiso municipal para recuperar sus huertos
La intención es conseguir un lugar de encuentro y socialización para el barrio y para toda la ciudad
Cecilia Hernández
Lunes, 30 de noviembre 2015, 11:40
Hace ya dos meses y medio desde que el grupo vecinal Hortelanos de San Vicente puso en marcha la idea de crear un «jardín comestible» en las laderas de este cerro. Desde entonces esperan una reunión con el Ayuntamiento de Salamanca que no termina de llegar. «Tienen que intervenir técnicos de Medio Ambiente, de Patrimonio y de otras áreas y parece que es difícil que coincidan todos», comenta Ibán Revilla, uno de los promotores de esta iniciativa, que pretende «hacer barrio». De ahí que huyan de la palabra huerto y prefieran la de jardín. «El huerto tiene una connotación más de producción, y nosotros lo que buscamos es recuperar el lugar y crear un sitio de encuentro para el barrio y para toda la ciudad», apunta asimismo Revilla.
El lugar elegido para este fin es la parte más baja de la ladera del cerro de San Vicente, justo el lado que mira hacia el instituto Vaguada de la Palma. Un terreno de 600 metros cuadrados, según las mediciones realizadas ayer por algunos de los promotores, en el que el jardín comestible no interferiría con los restos arqueológicos de los que está plagado el cerro ni tampoco con futuras intervenciones por parte del Ayuntamiento. «Si dentro de un tiempo quieren crear un camino que suba desde esa ladera a la parte de arriba habría espacio de sobra», señala Ibán Revilla, que explica que actuaciones como la de ayer son comunes.
En concreto, los futuros hortelanos sacaron muestras de tierra para llevarlas a analizar «no sea que tenga algún metal pesado» y echaron «algunos ajos» para comprobar si agarran en el terreno. «Vamos trabajando poco a poco y también nos juntamos con los más mayores del barrio en torno a unas castañas asadas para que nos cuenten sus historias». Y, subrayan, aquello que se pueda recolectar del jardín comestible se repartirá entre los vecinos que lo necesiten o entre comedores sociales.
Lo esencial, y así lo recoge el proyecto presentado ante la Concejalía de Salud Pública y Medio Ambiente, es que se respete la entidad del cerro como núcleo arqueológico de importancia esencial para comprender la evolución de la ciudad, que se cree un espacio armónico y cuidado y que el jardín esté abierto a toda la ciudad. «Nos hemos basado en huertos que se han creado en otros lugares, como el modelo que realizó Ana Botella en Madrid», añade Revilla. Por el momento han recibido el apoyo y los ánimos de muchas entidades. La antigua asociación cultural del barrio de San Vicente les ha cedido toda su estructura y también la sede en el espacio de trabajo compartido Serendipity, en la calle Serranos.
Cuentan también con el espaldarazo de la asociación de vecinos del barrio y con la promesa de colaboración del centro de recuperación de drogodependientes que Cáritas Diocesana tiene en la zona. De igual modo, los alumnos del módulo de restauración del cercano instituto Vaguada de la Palma quieren aprovechar el jardín comestible para crear un huerto de especias. «También nos apoya la Oficina Verde de la Universidad de Salamanca y la asociación Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio», subraya Revilla.
Un lugar que rezuma memorias del pasado
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En el cerro de San Vicente se acumula buena parte del pasado de Salamanca. Desde la ocupación protohistórica del poblado de la Primera Edad de Hierro que se considera el origen de la ciudad como tal. Tras esa primera ocupación, aquellos primeros salmantinos se trasladaron al cerro de las Catedrales, quedando el cerro deshabitado hasta la Edad Media, entre los siglos XII y XV, la denominada etapa cluniacense, en la que ya las construcciones allí realizadas ya tuvieron carácter conventual.
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De ahí pasamos a la fase de construcción y de ocupación del convento moderno de San Vicente, del siglo XVI al XVIII. Finalmente, llegó la desaparición de este inmueble histórico tras su ocupación por parte de las tropas napoleónicas en la Guerra de la Independencia. En ese tiempo fue utilizado como fuerte militar y lo que quedo de sus muros fue derruido a lo largo del siglo XIX. Desde entonces el lugar ha tenido diversos usos, hasta que se construyó el edificio del Museo de Salamanca, que nunca llegó a abrirse, y se pusieron en valor los restos del poblado de la Edad de Hierro, ahora visitables por el público.
Lugar histórico
Una unión de fuerzas que quiere dar un nuevo impulso a este histórico lugar, que vio nacer la ciudad y desarrollarse muchos de sus avatares posteriores. De hecho, esa ladera, junto a la parte colindante de la Vaguada de la Palma (antiguo Regato del Arroyo) fue tradicionalmente un área de cultivo, según señala el proyecto presentado por los vecinos en el Consistorio. De ahí que hoy en día aún se conserve la estructura en terrazas, con pozos y algunos árboles frutales. Los últimos en utilizar la zona en labores hortícolas fueron los religiosos del Colegio Mayor Nuestra Señora de la Guadalupe, de la Universidad Pontificia, hasta el derribo del centro hace unos años.
El proyecto resalta el valor hortícola del cerro, «complementario», señala, al valor arqueológico. Así, un 20% de la superficie de este lugar puede dedicarse a zonas de labranza y cultivo, sin comprometer los restos. Aunque, como ya hemos señalado, los vecinos entienden que con disponer del último de los bancales o terrazas tendrían más que suficiente.
Los vecinos impulsores de la idea solicitan al Ayuntamiento que facilite un acceso peatonal seguro, por ejemplo, a través de las escaleras que existían entre la parte superior de la calle San Narciso y la Vaguada de la Palma. Y también que garantizara la conducción de agua para el riego. Ellos se comprometen a gestionar de manera vecinal los huertos y asumir los costes de consumo de agua, herramientas, labrado y trabajo de la tierra.
«En el barrio de San Vicente viven antiguos propietarios, nuevos propietarios, estudiantes y un importante colectivo gitano. Los huertos sería un modo de intentar la conexión entre todos y mejorar la socialización», expresa por último, como un deseo, el proyecto.