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La madrina, Carmen Ruíz Barrionuevo, impone el birrete al nuevo doctor de la Universidad de Salamanca.

Vargas Llosa defiende la literatura como creadora de «ciudadanos inconformistas»

El premio Nobel ofrece una lección magistral en su investidura como doctor honoris causa

Cecilia Hernández

Viernes, 18 de septiembre 2015, 12:40

Quiso Mario Vargas Llosa, en el día en que recibía el Doctorado honoris causa por la Universidad de Salamanca, explicar y explicarse. Explicar qué es para él el oficio de escribir y por qué se escribe literatura. Y explicarse, como el ejemplo insigne que es, narrando el nacimiento de su vocación, los rincones de dónde nacen sus historias y desgranando su proceso de trabajo. Con generosidad, y ante un paraninfo solemne y abarrotado, el premio Nobel de Literatura relató aquello que le condujo a ser escritor y cómo surgieron en su cabeza, y después en el papel, algunas de sus obras más conocidas, esas que han adquirido tanta entidad y popularidad que hasta se escapan de su percepción, tanto que llega a asumir como propias, reconoció, ideas que otros, críticos su mayoría, concibieron sobre ellas.

Y, entrelazada, la defensa de la literatura como «fuente de insatisfacción permanente», que crea, a veces, ciudadanos infelices, pero que también «nos hace muchísimo más libres e inconformes». Una literatura que puede ser «entretenimiento», sin que nada pase por ello, pero que, más allá, «tiene efectos en la vida», que el autor no puede premeditar pues las novelas, vino a decir Vargas Llosa, adquieren independencia de aquel que las creó y «no hay manera de que el autor planifique lo que escribe para que su libro tenga determinadas consecuencias en la realidad».

A su juicio, un pueblo «contaminado de ficciones» es más difícil de esclavizar que «un pueblo aliterario e inculto», porque el entretenimiento que proporciona la literatura «no es efímero», sino que deja «una marca secreta y profunda en la realidad y en la imaginación».

Este trabajo, el oficio de escribir, exige, subrayó asimismo Vargas Llosa, «un compromiso total». No puede ser, dijo, «una actividad de días feriados», mucho más si se tiene la pasión, «pero no la facilidad». El autor de Conversación en la catedral reconoció que el proceso para llegar a la cumbre mundial de los literatos le supuso siempre «un esfuerzo considerable», ya que «me exigía escribir, reescribir, romper, rehacer, empezar muchas veces una historia hasta que tomaba una forma persuasiva».

Un camino difícil que encontró sentido en el año 1958, en Madrid, cuando decidió «reorganizar» su vida en función de la literatura y escribir su primera novela. Fue en ese año también cuando visitó por primera vez la Universidad de Salamanca y la casa de Miguel de Unamuno.

Elección del tema

Tomada la decisión, llegó el momento de escribir la historia. Vargas Llosa confesó que nunca elige los temas de sus novelas, sino que esos temas llegan a él, de un modo u otro. «Escribo sobre ciertas cosas porque me han ocurrido ciertas experiencias», admitió, entregado a la clase magistral sobre el proceso literario que fue su discurso. Es ese momento, la elección del núcleo central sobre el que construir la novela, la parte «más misteriosa y hasta algo inquietante» de la creación literaria. «De pronto me doy cuenta de que llevo mucho tiempo fantaseando en torno a algún recuerdo y que he construido de alguna manera distraída, casi inconsciente, como un embrión de historia». Así surgieron, por ejemplo, su novela corta, o cuento largo, Los cachorros y también La guerra del fin del mundo.

Más tarde, tras el descubrimiento del tema a tratar, llega la forma. La elaboración, «la parte consciente en la que realmente trabajo con la mayor lucidez posible, con la razón y el conocimiento», como aseguró el premio Nobel. Un momento en el que tiene la sensación de «ser totalmente responsable», pues es quien elige «las palabras, la escritura que conviene a la historia y las técnicas».

En este punto, Vargas Llosa afirmó que las técnicas de una ficción se reducen «a dos problemas básicos, el del narrador y el del tiempo». Aunque, como todo en la vida, las circunstancias pueden ser muy distintas sea quien sea quien las protagonice. El nuevo doctor honoris causa asume, y así lo dijo ayer en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, que su modo de escribir puede causar «carcajadas» en otros grandes novelistas. Lo que para algunos puso a Cortázar y a Rayuela como ejemplo- surge a la primera, «sin necesidad de corregir una sola página», en su caso es un «magma, un caos incomprensible» que necesita mucho trabajo «de rehacer, de romper».

Con un sonoro y largo aplauso, las 400 personas que tuvieron el privilegio de asistir al acto en el paraninfo agradecieron a Mario Vargas Llosa su lección sobre la vida y la literatura, esa disciplina que comenzó a amar cuando aprendió a leer, a los cinco años.

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