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Anselmo Matilla, en la entrada principal de la Catedral de Ciudad Rodrigo donde ayer fue ordenado sacerdote.
«La semilla de la vocación está ahí aunque tú no la veas»

«La semilla de la vocación está ahí aunque tú no la veas»

El obispo de la Diócesis de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa, ordenó en la tarde de ayer a este nuevo sacerdote en la Catedral de Santa María

Silvia G. Rojo

Miércoles, 7 de enero 2015, 13:43

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La Diócesis de Ciudad Rodrigo eligió un día tan significativo como el de ayer, la Epifanía del Señor, para ordenar a un nuevo sacerdote. Anselmo Matilla Santos, de 26 años de edad y natural de Tamames, pasa a ser, de este modo, un nuevo presbítero en una de las diócesis más pequeñas de España, al menos en cuanto a población, pero que con esta ordenación pone de manifiesto que vocaciones no van faltando.

El propio obispo de la diócesis, Monseñor Raúl Berzosa, destacaba en su homilía en la seo civitatense esta ordenación como un «gran regalo de Reyes» y reconoció que, «a decir verdad, ¡la esperábamos!».

El joven sacerdote ha pasado los últimos meses como diácono desarrollando su labor pastoral en el arciprestazgo del Campo Charro e impartiendo clases en el Seminario de San Cayetano de Ciudad Rodrigo donde precisamente, se podría decir que comenzó su historia porque él mismo, fue alumno.

- Parece que fue ayer su ordenación como diácono y que rápidamente ha llegado su ordenación como sacerdote que, en este caso sí, realmente fue ayer.

- Ha sido rápido y se nos ha pasado rápido. El Derecho Canónico establece como mínimo seis meses entre una ordenación y otra y en mi caso, el próximo 16 de enero se cumplirían 10 meses.

- ¿En función de qué criterios se marcan unos plazos u otros para que llegue el momento de ordenarse sacerdote?

- Depende. En las diócesis pequeñas es todo muy personal y un poco se decide en diálogo con el obispo, con el rector y en función de cómo esté la persona, si está preparada.

- ¿Ha cambiado mucho su vida a lo largo de los últimos meses, desde que fue ordenado diácono y ahora como sacerdote?

- Ha cambiado el ser, no soy el mismo o no soy lo mismo, pero sigo siendo la misma persona. Me he estado dedicando a tareas pastorales, estoy en el seminario y en ese sentido sí, han cambiado las tareas. Hasta el año pasado, hasta junio, he estado estudiando y ahora ya no, me dedico a ayudar en la diócesis y en ese sentido sí ha cambiado, y ha cambiado mi ser, soy alguien distinto porque la ordenación te convierte en alguien distinto, unido a Jesucristo muy íntimamente. Pero luego como persona sigo siendo el mismo, Anselmo Matilla Santos, nacido en Tamames, que tiene un hermano, su familia, sus amigos.

- ¿En qué pueblos ha estado desarrollando esa tarea pastoral de la que habla?

- He estado colaborando en los pueblos de la zona del Campo Charro, junto a los sacerdotes Gabriel Ángel Cid y Jesús Gutiérrez.

- ¿Cómo es ese contacto directo de un sacerdote con las personas de sus parroquias?

- Es muy satisfactorio y refleja lo que es la vida de un cura: el estar en contacto con la gente y con tu vida y con tu testimonio de vida anunciar a Jesucristo. Para mí es muy positivo, el año pasado hasta junio estaba estudiando y era un respiro ir a los pueblos y meterse en harina, si se me permite la expresión. La verdad, ha sido un gozo.

- ¿Cree que hay muchas diferencias entre ser un cura de pueblo o de ciudad?

- Creo que puede ser más o menos. En Ciudad Rodrigo, la ventaja es que es una diócesis rural y el contacto con la gente es parecido en Ciudad Rodrigo que en los pueblos. La gente es cercana, si te haces cercano, la gente responde. La gente de los pueblos no tiene tanta presión, no está tan sujeta a horarios, la vida de los pueblos es de mayor tranquilidad pero en el trato, en mi opinión, creo que es parecido a una ciudad.

- Usted imparte clases en el Seminario de San Cayetano, está en la Pastoral Juvenil, ¿cómo es el trato con los jóvenes?

- Muy bueno, no tengo queja. Hay días que están más revoltosos o que uno se encuentra peor, pero evaluando estos meses de formador, la valoración es muy positiva. La cuestión está en quererles como tú te has sentido amado por Jesucristo y ser muy paciente. No significa permitirles todo, el que educa sabe que hay cosas a las que hay que decirles que no.

- Y una vez ordenado como sacerdote, ¿habrá nuevos cambios?

- De momento este curso seguiré en el Seminario y colaborando en las mismas parroquias si no dispone otra cosa el señor obispo; a final de curso Dios dirá, a su disposición me pongo.

- ¿Cómo se gestó el hecho de que usted, a día de hoy, sea cura?

- Es un camino largo pero muy gozoso. Se gestó por los menos hace 9 ó 10 años, en cuarto de la ESO, fuimos a las clarisas de Lerma, actual Iesu Communio, y fue como un flechazo en aquel momento. El que se enamora me comprendería perfectamente, fue un flechazo que me llegó de verlas a ellas tan jóvenes, tantas, detrás de una reja y nos decían: quién es verdaderamente libre porque nosotros os estamos viendo también detrás de la reja. Nos anunciaron de tal manera a Jesucristo y nos dieron un testimonio tan certero de lo que era la vocación y tal felicidad que me llegó al corazón. Eso que aquel día me manifestó el Señor se había estado gestando a lo largo de los años del Seminario Menor. La vocación no surge como un cohete de la nada, zas, que lo lanzas y ya ha surgido; no, no es eso, es algo más complejo, Dios lo va haciendo poco a poco, a través de mediaciones. En mi caso, en el seminario muchos sacerdotes que han estado cuidándome o educándome, Juan Carlos, Pruden; sacerdotes jóvenes que llegaron cuando yo estaba allí, como Roberto; los sacerdotes de pastoral, mi propio párroco, y es un camino que se va gestando poco a poco, la semilla de la vocación está ahí aunque tú no la veas y luego el Señor te va diciendo y mostrando brotes de lo que está surgiendo en ti hasta que llega el flechazo.

- ¿Cómo es el camino?

- Hay momentos de dificultad y de tranquilidad pero el Señor te va diciendo: éste es tu camino y te va mostrando que de este modo puedes ser feliz.

- A partir de ahora serán dos los seminaristas mayores con los que contará la diócesis; hace dos años, se ordenó José María Rodríguez-Veleiro, ahora usted. A pesar de ser una diócesis pequeña, van surgiendo vocaciones.

- La verdad es que tenemos que estar muy agradecidos al Señor y sobre todo los que recibimos este don; no es un privilegio, no es algo que tú merezcas, es un don tan grande que lo único que podemos hacer es darle gracias.

- En los últimos años se habla de muchos seminaristas que proceden de la vida civil. ¿Se ha ido encontrando con muchos, usted también percibe ese perfil de personas que dejan su vida para convertirse en sacerdotes?

- Claro, había muchos compañeros tanto en la universidad como en el Teologado que vienen de la vida civil, de hacer sus carreras, de ocupar puestos de nivel y que descubren la llamada del Señor y dejan todo y se van al seminario mayor. Son un ejemplo porque lo dejan todo contra el parecer de sus familias y amigos y tiran para adelante. Yo tuve la suerte de que descubrí la vocación en el seminario menor y todo ha sido un proceso, no ha sido algo que surgiera de repente.

- ¿Cómo está viviendo su ordenación la gente más cercana a usted y a su familia?

- Con mucha alegría. Tanto la familia como los amigos o en mi pueblo, donde la gente está radiante. Tengo que dar muchas gracias al Señor porque la gente está respondiendo muy bien, ayudándonos a mí y a mi familia. En estos momentos agradezco las oraciones porque las noto muy cercanas.

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