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A banda cambiada

Último esfuerzo

jesús moreno

Miércoles, 4 de mayo 2016, 19:59

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Hubo entrenador nuevo pero no victoria segura porque el Real Valladolid se encuentra tan maltrecho, tan ajado, tan cerrado por derribo, que de él huyen hasta los tópicos. Da la sensación de que el equipo, una vez que no existe objetivo alguno que otorgue algo de gloria por la que merezca la pena luchar y a sabiendas de que el futuro de la gran mayoría de integrantes de la plantilla no se encuentra entre las cuatro paredes del estadio José Zorrilla, se va a dejar mecer suavemente por el oleaje que lo arrastre plácidamente hasta la orilla de la temporada, sin darse cuenta de que, tras de sí, se están formando nubes de tormenta que pueden hundir la barca si no llega pronto a puerto.

Cada fracaso de la entidad en sus aspiraciones de volver a escribir la historia de lo que pudo haber sido, cada revés en el intento de frenar la caída libre en la que se encuentra el Real Valladolid en los últimos años, reabre las heridas, agranda la distancia entre la ciudad y el club y es un torpedo a la línea de flotación del ánimo no solo de la afición que sufre impotente la caída libre del equipo, sino también de unos responsables de la institución que dan muestras de agotamiento, soledad, hermetismo y, en ocasiones, abandono. Que conformaron una plantilla cosida a retazos, sin ninguna expectativa de asentarse en la entidad y crecer junto a ella, sin valor añadido y sin gente dentro con orgullo, ascendencia o galones suficientes como para tirar del equipo y de los aficionados a golpe de épica, que es a lo que se suele recurrir cuando no queda nada más a lo que agarrarse.

Se hace imprescindible un esfuerzo, el último quizá, por parte de todos para mantener en pie a un club demasiado anciano como para poder levantarse si cayera al pozo de la Segunda División B. Y será entonces, cuando el Real Valladolid se licencie con deshonor en la presente temporada, el momento de pedir responsabilidades y de iniciar una revolución que, por pura necesidad de reinvención, de regeneración y de eterno retorno a su cita con la historia, tiene que comenzar de manera inaplazable por mirar al Promesas. Es de justicia y es la única vía, en todos estos años, que aún no se ha explorado.

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