Latasa no es un 'nueve'
«No tiene gol, remata siempre mordido. Tiene la calidad justa para pasar el día»
El fútbol y el marketing hace mucho tiempo que enfocaron sus caminos para confluir en una burbuja, que ha convertido a los deportistas en millonarios ... y a los aficionados en el fiel consumidor que devora todo lo que brota del negocio rey. El trampantojo es tal, que en la mayoría de las ocasiones nada es lo que parece. Por eso, en el ecosistema artificial que rodea al balompié patrio se generan necesidades ficticias que abrazan su máximo esplendor en los mercados de fichajes. Las redes sociales descorchan intereses en futbolistas desconocidos que, rápidamente, con el lobby a pleno rendimiento, se transforman en superhombres imprescindibles para que el club de turno consiga sus objetivos. Así, el hincha blanquivioleta no podía entender la vida sin Lachuer o Ponceau, como si en sus botas descansara la magia de Messi y Maradona a partes iguales. El 99% los ha visto en tres highligths y cuatro vídeos filtrados por el representante avispado, pero ya lucen como estrellas en la vitrina imaginaria del personal.
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«Tenemos plena confianza en Latasa»
Vamos a hablar un poco de Latasa, que también cumple a la perfección con la regla del fichaje estrella (do), adulado convenientemente por el actual director deportivo, Víctor Orta, que le calificó como «el mejor delantero de la categoría». Marketing de manual. Como en muchas otras ocasiones, la decepción abre la caja de los truenos cuando el fan rasca un poco y se da cuenta de que los goles se quedan en una promesa vieja y manoseada. Aquí se descubre el truco de ilusionismo. Y si la dirección deportiva, además, perpetra el flagrante error de no dotar de variedad a la posición más sensible, por determinante, del equipo, el círculo se cierra y comienza la bronca.
Latasa es un tipo amable, con buen porte. Modelo fuera del estadio. Bien parecido. Un chico educado, el yerno perfecto. Impecable. Hasta ahí, ni una pega. El año pasado se le deslizó un lunar en su expediente cuando insultó por lo bajini a Luis Pérez. Se le vio un poco el plumero. Vamos al grano. Latasa actúa como delantero centro porque alguien un día pensó que como era alto y corpulento, seguro que podía marcar muchos goles. En categorías inferiores, donde el físico prevalece sobre otras virtudes, seguro que se hinchó. Pero la élite, querido lector, es otra cosa. No nos engañemos. Latasa no tiene gol, remata siempre mordido. Tiene la calidad justa para pasar el día. Por arriba no gana una, le cuesta armar la segunda jugada porque tiene muchas dificultades con el balón en la bota. Va siempre atropellado. Es el primer defensa y en muchas ocasiones comete la primera falta, lo que rearma al rival y anestesia el amago de presión adelantada del Pucela. Le cuesta ocupar el sitio bueno en el área. Casi siempre salta por detrás del defensa y es difícil encontrarle un remate aseado entre los tres palos. Lució en los primeros partidos porque tenía gasolina para pelear, correr y rematar. Metió un gol. Un espejismo. Es importante que seamos realistas. Latasa juega de nueve, pero no es un nueve. No tiene instinto asesino dentro del área. Es blando en el remate y necesita muchas oportunidades para embocar una. Es lento y sufre para desmarcarse. Los datos son demoledores. En las últimas cinco temporadas, ha metido ocho goles. Dos este año (uno de penalti), tres en la campaña pasada, dos en la anterior y uno en la 22/23. Su mejor registro son 13 tantos con el Castilla en Primera RFEF. Con estas cifras, no se puede considerar a Latasa un nueve, porque el nueve está diseñado para marcar, no para presionar y pelear. Cuanto antes lo asimilemos, antes terminará la decepción.
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