
El eterno impuntual
«Si malvendes en verano a Boyomo, tu mejor central, y en invierno replicas el esperpento con Juma, la imagen que proyecta el club no es precisamente muy aseada»
Juan Ángel Méndez
Miércoles, 22 de enero 2025, 17:49
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Juan Ángel Méndez
Miércoles, 22 de enero 2025, 17:49
Llegar tarde, como concepto vital, suele ser sinónimo de fracaso. Ocurre sobre el verde. Cuando un equipo no está, pierde todos los duelos porque aterriza en la acción medio segundo después que el contrario. En las oficinas, la impuntualidad cuesta derrotas que suelen ser irreversibles. ... En el caso del Real Valladolid, la dirección deportiva no es que llegue tarde, es que directamente no llega. Catoira lo resume en «ruido» exterior. Me recuerda a ciertos políticos que tratan de parapetar sus desmanes tras el comodín de los bulos. Esta teoría de la conspiración suele ser producto de un ensimismamiento umbilical que te impide asomarte a la ventana de la cruda realidad. No es ruido, Domingo, es el vivo retrato de la incompetencia.
Vamos por partes y sin tintes subjetivos. El dato deja KO al relato. La realidad es que el mercado de invierno lleva abierto 22 días y Cocca sigue rogando fichajes cada vez que tiene delante un micro. 22 de enero y no hay refuerzos. Han salido De la Hoz y Meseguer. Bien, pero son deberes de agosto que la dirección deportiva no supo ejecutar a tiempo. Lo hace ahora como si fuera un triunfo. No lo es. Estas salidas llegan con cinco meses de retraso. Todavía quedan las más ásperas, las de Machis y Kenedy. Un matiz ajeno al ruido: cuando alguien remata una plantilla en agosto con los futbolistas mejor pagados como ocupas, porque ni el club ni el técnico los quieren, sobra cualquier argumento. El bebé viene de nalgas. Si a esto le unimos que malvendes en verano a Boyomo, tu mejor central, para dejar a la retaguardia en pañales, y en invierno replicas el esperpento con Juma, que ejecuta su cláusula de 6 millones cuando su valor en el mercado es muy superior, la imagen que proyecta el club no es precisamente muy aseada. No digo que esté mal vendido, porque la plusvalía es evidente, pero hay intangibles que el Pucela, por lo que sea, no sabe manejar para que las operaciones sean más jugosas.
Sigamos con la árida realidad. Catoira abrochó la plantilla sin lateral izquierdo y con varios puestos remedados con futbolistas a los que se intentó buscar una salida en verano. A diez días del cierre del mercado, todo sigue igual o peor. No ha tenido tiempo en cinco meses de avanzar alguna operación. Y si lo ha hecho, como con el resto de las posiciones que claman a gritos refuerzos, no vale atarlas a dos minutos del gong, con el F5 hundido en el teclado. El que llegue tiene que aclimatarse a la ciudad, conocer a sus compañeros, entender al entrenador y luego, si eso, ponerse las botas, la zamarra blanquivioleta y rendir. Un despropósito en sí mismo. Un cúmulo de hechos que arrinconan al Pucela, que con Cocca por fin ha conseguido enganchar a la afición y presentarse sobre el césped como un bloque solidario, con las ideas claras y el criterio como bandera para seguir peleando por la permanencia.
En los despachos, Domingo Catoira sigue buscando fuera los fantasmas que abren en canal su mala gestión. Luego vendrán los fair plays y demás historias. Son las reglas del juego y las conoces desde la casilla de salida. No se puede vivir permanentemente en la agonía, ni caminar siempre a remolque. Sobre todo, porque ahora parece que hay entrenador y que la plantilla quiere. Real Madrid, Villarreal, Rayo, Sevilla y Athletic Club. Un menú indigesto para la inoperancia. Si fuera coherente, Domingo debería cerrar por fuera al día siguiente de que el mercado eche la llave por dentro. Al menos, por una vez, no llegaría tarde.
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