Las joyas y el talento del Real Valladolid
El final exprés de la Liga ha propiciado que Kike Pérez, Víctor García y Miguel de la Fuente hayan tenido minutos de calidad en Primera División tras su buen hacer con el Real Valladolid Promesas
Una de las máximas más repetidas en el entorno del Real Valladolid desde que comenzaron a conocerse los nombres de los fichajes del Promesas el pasado verano es que tenían la intención de acercar el nivel del filial al del primer equipo. Los minutos de calidad que han tenido varios de sus componentes en Primera División atestiguan que, Javier Baraja y 'play-off' de ascenso a la Segunda División mediante, así se ha conseguido. Al margen de las distintas apariciones en Copa del Rey, competición en la que tuvieron cierto protagonismo Diego Alende y Roberto Corral, han brillado tres jugadores por encima de los demás, Kike Pérez, Víctor García y Miguel de la Fuente, dos joyas descubiertas por el club para la élite y el principal talento forjado durante los últimos años en casa.
El patrón seguido para firmar a los dos primeros fue bastante similar: procedían ambos de dos equipos gallegos vinculados a uno de LaLiga que habían descendido a Tercera; Kike Pérez del Cerceda, un conjunto convenido con el Lugo el año que militó en la Segunda B, y Víctor García del Fabril, filial del Deportivo de La Coruña, a donde había llegado un año antes. En ambos casos su temporada en A Coruña terminó como una participación importante en cifras y rendimiento, aunque con un descenso como claros colistas, apenas sin paladear las mieles de la victoria. Al tratarse de dos equipos débiles y sin demasiados argumentos grupales, cualquier mirada hacia ellos podría sorprender. Sin embargo, ahí aparecieron el Real Valladolid y el ojo clínico de Andrés Fernández, la actual mano derecha de Miguel Ángel Gómez y responsable de captación sub-23 hasta la salida de Ángel Catalina y Jesús Sánchez Japón hace un año.
Pese a no encontrarse ya bajo el abrigo del Rayo Vallecano, donde cayó por la indeterminación del club que preside Raúl Martín Presa, Kike Pérez no era realmente un futbolista desconocido en las categorías inferiores. No en vano, hizo historia como franjirrojo en la División de Honor juvenil, consiguiendo hace cinco años un doblete (Liga y Copa) en un equipo irrepetible, en el que también brillaba su de nuevo compañero Raúl Uche y en el que el toledano era uno de los actores principales. En esa época, además, fue internacional español sub-19, aunque a la postre, en el salto al filial del Rayo, su progresión pareció verse cuando menos contenida. El Lugo apostó por él, pero lo hizo a medias: a falta de un segundo equipo fuerte (estaba en Tercera, y sin visos de ascender), lo cedió al Cerceda y, tras su descenso, al Real Valladolid Promesas, a donde llegó hace ya dos años con una opción de compra. Recaló en una plantilla entonces comandada con puño de hierro por Miguel Rivera y no fueron del todo fáciles sus inicios, aunque su irrupción sorprendiera.
Hay quien podría decir que su comienzo no pudo ser mejor, porque pronto demostró tener una zurda de seda. Marcó dos goles en las tres primeras jornadas, se lució a balón parado y en él se comenzaron a ver retazos de lo que podía ser. Sucede, sin embargo, que aunque no está exento de brega luce más cuando es protagonista con balón, y Rivera le concedía pocas alegrías. Poco a poco el furor inicial se fue conteniendo, quedándose en un suspiro de casi, en un bosquejo de su calidad y de sus capacidades ofensivas que no han terminado de explotar como blanquivioleta hasta esta temporada con Javier Baraja, después de que el Real Valladolid se hiciera sin titubear y de manera definitiva con sus derechos. Con un modelo de juego que otorga mayor relevancia a la posesión ha podido explotar mejor su poso y creatividad y ha elevado sus prestaciones hasta asomar en las últimas jornadas en la Primera. No obstante, cuando debutó, muchos en el club ya se habían enamorado de él.
Miguel Ángel Gómez esboza una sonrisa desde hace tiempo cada vez que habla del toledano, al que no se le han querido tapar posibles minutos con el primer plantel a través de esos fichajes en ocasiones tan demandados en su posición. Sabía de sus condiciones y el mediocentro no ha defraudado. Si en los anteriores partidos había dejado visos de lo que podía ser, en Mestalla se vio al Kike Pérez más próximo a su versión anterior a la pandemia con el filial. A pesar de su juventud e inexperiencia en la élite, dio cuenta de una gran personalidad para sacar el balón jugado, para atraer y dividir, para asociarse y para atravesar líneas en conducción en el campo rival, una de sus principales virtudes. Además, no se arrugó ni ante sus rivales, que intentaron llevar el juego al terreno de lo físico (sobre todo en la primera parte), ni a la hora de exigir un mayor esfuerzo en algunas acciones a Hatem Ben Arfa. De sus botas manó el tanto del empate, primero con su movimiento hacia la banda derecha y, posteriormente, con un buen cambio de orientación hacia Waldo, decisivo a la postre para que llegara el empate.
Esa lectura del juego y esa capacidad para llevar la manija fueron una sorpresa para quienes no son asiduos a los Anexos, que, como quienes ya lo conocían, destacaron su buena actuación a través de comentarios en redes sociales. Las mismas estallaron de júbilo con el gol de Víctor García, que no solo se estrenaba en el once, como hacía su compañero, sino que debutaba en la máxima categoría, y lo hacía en su casa. Su caso fue distinto: timorato, en la primera parte se le vio menos, aunque un testarazo suyo se convirtió en un centro-chut con marchamo de gol que Enes Ünal no pudo remachar a la red valencianista. Se quedó con la miel en los labios entonces y la saboreó después, aunque la postrera derrota le dejara un sabor un tanto amargo. A pesar de esta, en el tiempo que estuvo sobre el campo enseñó también algunas de sus características; sin ir más lejos, su capacidad para aparecer en el área en busca del remate, una característica que le había permitido con anterioridad marcar también varios tantos con el Promesas, casi sin que los rivales lo detectaran.
El valenciano firmó a finales de julio su contrato con el Real Valladolid con miras a dar ese salto de calidad al filial, después de marcar siete goles en el Fabril. Formado en el Torre Levante, con el que jugó en Tercera, estuvo una temporada en la estructura del Deportivo y descolló a pesar del rendimiento global. También debutó con el primer equipo, aunque en Copa del Rey, y no en Segunda. Con ese currículo desembarcó en Anexos con la vitola de ser muy competitivo, además de ágil y rápido. Y para Javier Baraja ha sido una pieza importante, hasta el punto de que cuando no ha actuado en su posición natural, como extremo, como hizo en Mestalla, lo ha hecho como lateral de largo recorrido, favorecido por su potencia física y por su despliegue en defensa. En una y en otra posición ha ofrecido un rendimiento sostenido y regular. Y, nada más empezar a trabajar a las órdenes de Sergio González, en cuanto las bajas de sus pupilos invitaron a subir una segunda 'remesa' de canteranos, se convirtió en un jugador del gusto del técnico, que no dudó en brindarle esa oportunidad tan bien aprovechada el martes, a sabiendas del valor que podría ofrecer en transiciones y ganando el área desde el segundo palo.
La irrupción esperada
Conseguida la permanencia en estas semanas de 'mili' en el primer equipo, el próximo gran reto de Kike Pérez y de Víctor García estará en Málaga, en esa eliminatoria de la fase de ascenso en la que el Real Valladolid Promesas se enfrentará al Barcelona B. En esta, siempre con el permiso de futbolistas como Ansu Fati o como Riqui Puig, pueden cumplir un papel decisivo gracias a la experiencia adquirida estas semanas en Primera, que han compartido con uno de los principales talentos fabricados en los Anexos en los últimos años: Miguel de la Fuente. El delantero, que se encuentra lesionado actualmente, puede resultar clave por su juego y sacrificio, pero sobre todo por sus goles y por el liderazgo que ha terminado de adquirir recientemente, bajo la disciplina de Javier Baraja.
Después del golazo que marcó al Besiktas en pretemporada hace varios verano, así como de su internacionalidad con España en categorías inferiores, todo parecía ir demasiado rápido para el tudelano, a quien algunos esperaban antes en el primer equipo y goleando ya. Sucede que el fútbol, igual que la vida misma, es un proceso en el que conviene caminar firme y no correr a trompicones. El camino marcado para él ha sido hasta este mismo curso el de tratar de destacar en el filial y ganarse los galones que, al fin, se ha impuesto. Lo ha logrado después de ver puerta en 14 ocasiones y, sobre todo, después de dar un golpe sobre la mesa gracias a la madurez que ha adquirido. Si con Miguel Rivera el 'feeling' fue escaso –el andaluz, en un alarde de originalidad, llegó a usarlo como extremo, al más puro estilo Paco Herrera con Jaime Mata–, con Baraja ha coincidido en el hambre y en la responsabilidad de querer avanzar incluso a pesar de cantos de sirena que tanto en verano como invierno intentaron atraerle a otras costas.
Protegido de Miguel Ángel Gómez (que no mimado), hablando de costas, De la Fuente tiene algo de uno, de Diego, el delantero que también fuera blanquivioleta. Es muy intenso y va a la guerra, dicho coloquialmente, aunque esto en ocasiones le traiga algún que otro disgusto en forma de tarjeta. Contenidos ciertos problemas de ese carácter competitivo, esta temporada ha sido la de su descubrimiento casi definitivo, porque todavía falta por ver alguno de los detalles técnicos que dejó cuando era juvenil en grandes escenarios o ante grandes rivales de la División de Honor, categoría en la que realmente acabó de convertirse en goleador contrastado. Aunque quizás le haya faltado eso, el gol, su rendimiento, principalmente en los partidos que ha sido titular con Sergio González, ha traído de vuelta todos los elogios del pasado y las promesas de un futuro espléndido en el José Zorrilla, aunque pendiente todavía de confirmarse, eso sí, puesto que aún no ha estampado la firma en el que se espera que sea su nuevo contrato para varios años.
Después de encontrar la atmósfera que necesitaba para acabar de romper el cascarón, quizás le aguarde en el futuro más próximo la Primera División, esa a la que, como sus compañeros, ya ha mirado a los ojos sin titubear. Para ello ha sido necesaria la calma, la transmitida tanto desde la dirección deportiva como la que han tenido dos técnicos tan conocedores del oficio como son Sergio González y Javier Baraja, quienes han generado los contextos adecuados para que el filial y varios de sus jugadores más importantes tengan minutos en los momentos clave, puesto que eso han sido los últimos partidos, de relevancia, en los que la permanencia estaba a solamente un paso. Acariciar la élite ha sido fruto de esa confianza y de un año mágico, que todavía puede terminar siéndolo alcanzando otra cota en el play-off, que permitiría seguir prosperando a todo lo que de los Anexos brota, que cada vez es más cuantioso y variado, como demuestran también anteriores apuestas como la de Mohammed Salisu.
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