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Jesús Ángel López, en una imagen reciente y durante su etapa en el Real Valladolid. El Norte
Protagonista en las dos orillas

Jesús Ángel López y el cuento de Cenicienta

Jugó siete temporadas en Valladolid y una en Granada, de donde se marchó tras no cobrar regularmente. De ariete goleador en el Promesas pasó a jugar en todas las posiciones. Fue la sorpresa del once histórico de la Copa de la Liga

José Anselmo Moreno

Viernes, 31 de octubre 2025, 19:07

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Estar en el lugar oportuno el día oportuno, el secreto de muchas carreras deportivas y no deportivas. Sin embargo, sobrecoge, y mucho, escuchar a Jesús Ángel López que la foto de la final de la Copa de la Liga del 84 le parece a veces «una foto robada», por estar él ahí. Considera que Minguela había hecho más méritos. Esa humildad dice mucho en su favor, habla como si su presencia ahí, en una de las imágenes más representativas de la historia del club, fuera un errata en el argumento. Nada más parecido al cuento de Cenicienta.

Afirma que esa especie de «conjunción planetaria» que se dio para su presencia en la final es un recuerdo inolvidable porque había hecho ese año el servicio militar y, de hecho, estaba jugando en el Promesas, así que verse en esa foto aún le conmueve aunque insiste: «me parece como que estoy quitando el sitio a otro que se lo merecía más. Simplemente yo tuve la fortuna de estar ahí, en el mejor momento posible».

Recuerda López que debutó en cuartos de final contra el Betis y que jugó ya las semifinales de aquel torneo. Redondo le puso a jugar la final de interior derecho, aunque él era un jugador muy ofensivo. Jugaba de delantero en el Valladolid Promesas y después actuó de medio centro, interior, lateral de ambos lados y dice que Cantatore lo quería reconvertir también a central. «Me dijo que iba bien de cabeza y que tenía que ser el central del primer equipo, pero a mí eso no me apetecía mucho en aquel momento, me llamaba más jugar de medio campo para delante. Me divertía más», subraya.

De jugar en campos de tierra en Tercera a tener el único título de la historia del club como protagonista hay un recorrido sorprendente. Tremenda experiencia la suya. Asegura que el día de la final estaba «muy nervioso» y que le impresionó la salida al campo, lleno de papelitos, como si fuera el Mundial de Argentina pero dice que echó el resto y lo dio todo.

«Yo creo que en aquellos años me faltó soltarme un poco más en algunos momentos porque tenía cierto miedo a no hacerlo bien, me presionaba mucho a mí mismo», lamenta ya con el paso del tiempo y la perspectiva de los años.

Recuerda que se lo decía Eusebio Sacristán, compañero suyo de habitación antes de jugar un partido ante el Real Madrid en el Bernabéu. «Me comentaba que estuviera tranquilo, que me soltara, que el Madrid te deja jugar y que no eran como los jugadores de Tercera, que daban siempre muchas patadas». Evoca, y no es el primero, que en aquella Tercera de campos de tierra, en algunos casos, había que sacar de banda medio metro dentro del campo o te daban un paraguazo por detrás. Vivir eso y jugar en el Bernabéu en cuestión de días tiene que «descolocar» a cualquiera.

Tras jugar varias temporadas en Pucela se fue a nuestro próximo rival, el Granada. El club nazarí era entonces uno de los gallitos de Segunda B. Parecía, a priori, un buen destino y una buena decisión. Jugó ocho partidos como medio centro y no conoció la derrota cuando salía de titular, pero no cobraba con regularidad (ni él ni los demás) y se marchó al Xerez. Allí estuvo dos temporadas en las que se asentó y, de hecho, tiene una hija jerezana.

Volvió a su Palencia natal y se retiró joven, con 30 años, para ayudar a su hermano en un negocio común, una imprenta en la capital palentina. Se dedica a ello todavía, aunque ahora trabaja a media jornada y, a sus 62 años, se está apartando poco a poco de la primera línea.

Reconoce que nunca dejó de vivir en Palencia cuando estaba en el Pucela. Iba y venía todos los días. «Estaba en casa de mis padres y el club me dejó vivir en mi casa, aunque muchas veces cogía el tren por miedo a tener un percance con el coche y llegar tarde a los entrenamientos».

Aunque con su modestia no lo admite, López es una especie de leyenda en la historia del CD San Telmo, en cuya cantera germinó. No solamente él, la familia López está estrechamente ligada al San Telmo, con varios de sus hermanos formando parte del club en distintas etapas. Fue el primer futbolista formado íntegramente en las categorías inferiores de este club palentino que dio el salto al fútbol profesional. En una época en la que no existían los derechos de formación, el club no recibió compensación económica por su traspaso al Palencia. Por aquel entonces, López era un delantero que destacaba por su olfato de gol y su entrega, una mezcla valiosa.

Prometía más de lo que luego deparó su carrera. Había debutado como juvenil (17 años) en aquel Palencia que estuvo a punto de subir a Primera a comienzos de los 80. Nunca tuvo una demarcación concreta, jugaba en todas partes y hubo un entrenador que le dijo que había visto a pocos jugadores con tantas cualidades a la vez. López no era un diez en nada, pero era un aprobado en casi todo.

El momento cumbre de su carrera es el de esa «foto robada». En realidad es el momento cumbre de un club de 97 años aunque él recuerda que no se celebró casi nada aquel título. El cenit de su carrera apenas conllevó festejo alguno. Cuenta que se fue cada uno para su casa, aunque sí asegura que había alguna botella de cava en el vestuario pero tampoco «nada comparable a lo de ahora».

Guarda la camiseta de la final como oro en paño y dice que no tiene muchas más en su colección. A lo sumo dos. Afirma que esa blanquivioleta fue la más bonita que vistió nunca. Eso lo dicen muchos. No es novedad. Cada costura de esa camiseta está llena de historia.

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