El ensayo y los errores
«Imagino que a Almada le traerá sin cuidado lo ocurrido anteriormente y solo tendrá ojos para lo que ocurre hoy y pensamiento para lo que tiene aún por llegar»
No me cabe duda alguna de que si algo marcó de manera decisiva el partido de Riazor no fue sino, a partes iguales, los aciertos ... y errores cometidos; los primeros quizás más encubiertos en la obligación que tiene el técnico de acertar con el sistema y hombres elegidos, así como la del jugador transformando el penalti.
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De los segundos, la expulsión de Marcos André y el penalti de Tomeo, ambos innecesarios e injustificables, siempre quedará en el recuerdo aquel día que el Pucela jugó de verdad, y por primera vez en esta liga, arrasó durante un tiempo a un Depor timorato, para terminar regalando un punto y un jugador de manera inentendible.
Que un equipo como el Pucela esté aún buscando, a través de su cuerpo técnico, los mejores mimbres para conformar el mejor cesto posible, se puede entender sin realizar mucho esfuerzo, ya que hasta hace bien poco estaba desaparecido y los mimbres casi por descubrir; tarea ardua pues.
Algo que iniciada la campaña, el socio olvida para centrarse, mientras se ilusiona, en el futuro más inmediato; algo que genera exigencia porque se necesita ganar para seguir manteniendo esa ilusión. O sea, el perfecto mecanismo de retroalimentación, ahora denominado 'feed-back'.
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Sin embargo para el profesional responsable, cada partido constituye una fuente de datos e imágenes a corregir en busca de una excelencia perdida y aún no recuperada. Algo que, sin embargo, al espectador se le antoja patrimonio del trabajo diario porque el domingo lo que toca es ganar.
Imagino que a Guillermo Almada le traerá sin cuidado lo ocurrido anteriormente y solo tendrá ojos para lo que ocurre hoy y pensamiento para lo que tiene aún por llegar. Y en esa tarea, se nos mostró en Riazor dando un giro de timón a una idea que no terminaba de funcionar. Tema centrado, pues.
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Y como jugador profesional que ha sido y técnico que ejerce entiende que el fútbol pasa por los dos momentos que otorga la pelota: la posesión y la pérdida. Sabe que la posesión te obliga a jugarla y la pérdida a recuperarla, y que ambas deben ejecutarse de manera inmediata al acontecimiento.
Por ello, y desde su llegada a Zorrilla ha pregonado su máxima de recuperar la pelota lo antes posible y de jugarla con criterio una vez obtenida. En el primer aserto es obvio que la idea ha cuajado y el equipo la entiende y la ejecuta.
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En el segundo postulado, el de jugarla una vez obtenida, ni ha dado con el jugador ideal para su comienzo ni ha conseguido la forma de hacerlo a través de un orden posicional lógico mediante los hombres adecuados. Y ese ha venido siendo el calvario, al menos hasta este domingo en La Coruña.
Y digo al menos, porque allí ha venido a acertar de pleno con la idea de jugar en el inicio con un '8' que entienda el sentido del mismo y el mecanismo a seguir, posicionándose de forma adecuada. El domingo, Juliene Ponceau, sin dar una clase maestra ni emular a Gerson de Oliveira –el '8' del Brasil 70- dio clara muestra de cómo se debe jugar en esa posición.
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Dejó patente, mientras tuvo resuello, que el volante de creación se acerca tanto o más al central que ningún otro, para que le entregue en corto la pelota y ésta salga jugada desde su inicio. Con la inestimable ayuda de Juric, «medio bueno» y «medio malo» como se denominaba al volante creador y al defensivo en los 60/70, crearon una línea importante que sostuvo todo el jugo de divisoria para atrás. Algo que vino a complementarse, de divisoria hacia adelante, con la inestimable ayuda de un Marcos André lúcido actuando de '10' o de '9' tirado atrás por mejor decir, para que aquello funcionase de verdad. ¡Lástima que la lucidez se apagase tan pronto!
Visto todo ello me reafirmo en que poner a los mejores y colocarles en su sitio, es lo único que garantiza orden y juego. ¿Cambió Guillermo Almada el sistema o solo fueron los hombres? ¿O fueron los nuevos jugadores quienes lo propiciaron? ¡Ustedes mismos!
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