500 años y la misma historia
Asemeja el autor la actitud de Ronaldo con el club de fútbol a la que tuvo el emperador Carlos V con los castellanos
Santiago Hidalgo chacel
Lunes, 19 de julio 2021, 12:45
Leyendo, leyendo al director de este medio y leyendo, leyendo al novelista Lorenzo Silva, uno se da cuenta de que el dicho de que la ... historia se repite es más que cierto, y también de que es precisamente la historia la que nos enseña y la que debe aprenderse para evitar errores futuros.
Hace ahora 500 años, el joven príncipe 'extranjero' Carlos llegaba desde Flandes para tomar la corona española, la corona de Castilla. Era 1520 y la irrupción en la vida de los castellanos a los que le fueron arrebatados oficios y señoríos, impuesto nuevas contribuciones y servicios a la corona, amén de otras artimañas como es el llevar la Corte a Barcelona o a Santiago de Compostela, había provocado un clima irrespirable entre el pueblo, pero también entre la nobleza arraigada al terruño. Más allá, incluso, Carlos I no se conformaba y quería ostentar el título de emperador. Y esto no se sustentaba si no es con las rentas de los pacientes súbditos castellanos que veían así escapar su dinero a manos de banqueros extranjeros o en favor de príncipes alemanes corruptos. Por detrás también estaba la Reina Juana, recluida en Tordesillas y a la que apenas nadie de la corona hacía caso si no es para condecorarla con apelativo de 'La Loca'.
Pero no solo eso. El desprecio a las costumbres, a los usos, a la idiosincrasia castellana y el haber puesto en su lugar, cuando el rey huye hacia sus aspiraciones imperiales, a un cardenal también extranjero, Adriano de Utrech, sigue mostrándose como más que una piedra en el zapato de los dirigentes castellanos y sus procuradores. La gasolina está echada sobre el fuego. Las Comunidades y provincias comenzarán la guerra. La revolución ha empezado…
Valladolid y el Real Valladolid quieren ver a su rey. Lo quieren aquí y no lejos, en otra corte. Quieren que el club respete su identidad, su historia y a los que la representan. No quieren más impuestos, ni contribuciones, menos ahora que el equipo ha bajado a segunda. Pero sobre todo quieren que no le sean arrebatados sus derechos, ni sus costumbres. Quieren que el rey o sus mandatarios tengan una presencia continua con la ciudad, con las otras instituciones, pero también con el otro fútbol, el de los pequeños clubes, maltratado y olvidado muchas veces como si fuera un iluso perturbado. Quieren personas reconocidas. Quiere confianzas. Es el siglo XXI y la revolución ahora se llama descontento y apatía.
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