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La UE intenta blindar el euro sin quebrar su unidad
CRISIS FINANCIERA

La UE intenta blindar el euro sin quebrar su unidad

Los socios comunitarios mantienen una cena de trabajo que supone el comienzo a una cumbre clave para la estabilidad de la moneda única

IÑAKI CASTRO

Viernes, 9 de diciembre 2011, 02:14

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La UE ha iniciado esta noche, con una cena de trabajo, una misión casi imposible. Los Veintisiete abrieron a última hora de la tarde de ayer dos días de intensas reuniones en Bruselas con el objetivo de blindar el futuro del euro, pero sin llevarse por delante la estructura actual de la Unión. Espoleados por Francia y Alemania, los 17 miembros de la moneda única buscan profundizar en su integración fiscal, especialmente a través de una mayor disciplina acompañada de duras sanciones. La tesis de fondo es que un acuerdo de este calado convencería a los mercados de que la divisa común jamás será desguazada. El resto de socios, con Reino Unido de paladín, temen que en este proceso pierdan más influencia y se produzca la mayor fractura en 60 años de proyecto europeo.

Por el momento, según lo sugerido por fuentes comunitarias, el primer cónclave de esta noche ha acabado con un principio de acuerdo para endurecer la disciplina , aunque todavía no se han debatido las medidas propuestas por Herman Van Rompuy, en las que parece que habrá más dificultades a pesar de que ya cuentan con un borrador con algunas de las propuestas del presidente del Consejo Europeo.

Las fuentes comunitarias indicaron que los líderes han logrado un principio de acuerdo en la parte del texto se refiere a introducir la "regla de oro" sobre equilibrio presupuestario en las constituciones y crear un mecanismo de corrección automática para casos de desviación. El Tribunal de Justicia de la UE tendría competencia para verificar la transposición de esta regla a la legislación nacional. Los presupuestos nacionales deberían ser, en principio, equilibrados y los países sólo podrán incurrir en déficit en circunstancias económicas excepcionales o para reflejar el impacto del ciclo económico en el presupuesto.

Los Estados miembros tendrían cierto margen, de manera que se considerará que respetan la regla aquellos que no se desvíen más de un 0,5 % del PIB nominal y también podrán tener déficit estructurales más elevados aquellos que tengan un nivel de deuda significativamente inferior al 60 % del PIB, según el texto. Algo que encaja con el planteamiento alemán, que sostiene que la crisis de la deuda tiene su origen en la falta de confianza de los mercados en la disciplina fiscal de los países. Con este diagnóstico, concluyó que el mejor antídoto era una reforma de envergadura para extremar el control de las finanzas públicas. La iniciativa alemana, consensuada con Francia y respaldada en buena medida por Herman Van Rompuy, tiene como bandera la aplicación en toda la Eurozona de la regla de oro. Algo que España ya introdujo en la Constitución este verano.

El desafío para estos dos días de cumbre no sólo pasa por remodelar la UE. La zona euro pugna también por articular una solución de urgencia para calmar a los inversores. Existen varias alternativas encima de la mesa, pero la última idea es combinar los dos fondos de rescate europeos -el temporal y el permanente que entrará en funcionamiento el año próximo- para proteger a los países acosados por la mercados. Aumentar el Fondo de Estabilidad Financiera, es algo que cuenta un férreo rechazo de Angela Merkel. La canciller germana no ha cedido a la presión de sus socios y mantiene su oposición a esta medida asi como a la emisión de eurobonos. También se negocia aumentar la implicación del FMI con un conjunto de préstamos bilaterales de los Veintisiete que ascenderían a 200.000 millones.

El frente británico

El ensanchamiento de la brecha entre el club del euro y los demás llegaría de la mano de la reforma del Tratado de Lisboa, la columna vertebral de la legislación europea que entró en vigor hace dos años. Francia y Alemania defienden que la revisión de la normativa es indispensable para que los mercados recuperen la confianza en la moneda única. Ambos preferirían que los Veintisiete acordaran juntos la nueva legislación, pero en Europa todos no tienen los mismos intereses. Mientras en que el seno de la divisa común existe un consenso amplio, países como Reino Unido y Suecia desconfían. Celosos de su soberanía, rechazan que la Eurozona adquiera poderes que les afecten indirectamente.

El Reino Unido, históricamente el socio más incómodo para la Unión, lidera el frente opositor a una moneda única con su arquitectura política reforzada. Antes de la cumbre, el primer ministro británico, David Cameron, ya avisaba de que no vacilaría al vetar una reforma del Tratado. "Voy a hacer lo mejor para Reino Unido", remarcó. Presionado por el ala euroescptica de su partido, el líder 'tory' pretende ante todo proteger a la City londinense, el mayor centro financiero europeo y uno de los grandes motores de la economía británica. El escenario probable es que Cameron reclame control absoluto sobre la legislación de los mercados a cambio de su apoyo a la renovación de la moneda única.

Merkel y Sarkozy, sin embargo, no están dispuestos a ceder ante las peticiones del 'Premier' británico y asi se lo hiceron saber en una reunión a tres previa al inicio de la cumbre, algo que trascendió cuando los líderes de los países europeos ya debatían sentados a la mesa. En su propuesta conjunta elaborada para la cumbre, ambos remarcan que están decididos a avanzar en "la competitividad y la convergencia económica" sin que participen todos los miembros de la Unión. Incluso, citan como marco para el entendimiento el Pacto por el Euro Plus forjado el pasado invierno para impulsar el crecimiento. Finalmente, 23 países se unieron al acuerdo que contenía medidas como ligar los salarios a la productividad o retrasar la edad de jubilación. Reino Unido, Suecia, República Checa y Hungría prefirieron quedarse fuera.

Octava cumbre

Con la cena de trabajo de este jueves, los socios comunitarios abrieron su octava cumbre del año para intentar desactivar la crisis.

Sarkozy advirtió de que el tiempo se ha agotado. "Si no alcanzamos un acuerdo, no habrá una segunda oportunidad", proclamó en referencia al huracán en los mercados que auguran los expertos si la UE dilata más su reacción. "Nunca el riesgo de explosión de Europa ha sido tan grande", añadió. El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, optó por un tono menos trascendental, aunque invocó el espíritu que permitió aprobar el Tratado de Maastricht hace dos décadas, cuando él participó como ministro de Finanzas luxemburgués. "Nadie creyó que lo conseguiríamos", recordó en referencia a la histórica cumbre que alumbró el euro.

La gran esperanza para el acuerdo es la propuesta de Herman Van Rompuy, que asume la apuesta por la disciplina fiscal del eje franco-alemán, pero protege la cohesión de los Veintisiete. El presidente de la UE plantea una reforma de la legislación europea a distintas velocidades. A su juicio, en cuestión de meses se podría aplicar la regla de oro y reforzar las sanciones a los países más derrochadores sin necesidad de alentar una fractura en la Unión. Los cambios en el Tratado, que podrían prolongarse durante tres años, se pondrían también en marcha aunque con más margen para el acuerdo.

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