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El reparto de 'Miel' posa en la alfombra roja. / Ap
La turca 'Miel' se lleva el Oro y Polanski la Plata como mejor dirección
60 EDICIÓN DE LA BERLINALE

La turca 'Miel' se lleva el Oro y Polanski la Plata como mejor dirección

La película del realizador rumano Florian Serban, 'Si quiero silbar,silbo', logra el Gran Premio del Jurado

AGENCIAS

Domingo, 21 de febrero 2010, 01:55

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La 60 Berlinale se volcó con el cine recóndito al entregar su Oso de Oro a la turca Miel, de Semith Kaplanoglu, y varias Platas al nuevo cine de Rumanía y Rusia, y se rindió al ausente Roman Polanski, con el premio al mejor director por El fantasma. Polanski, que permanece en arresto domiciliario en Suiza por una deuda pendiente con la justicia de EEUU -la presunta violación de una menor en los '70-, fue aclamado por la solidez de su filme, sobre el "negro" Ewan McGregor, que de escritor de las memorias del ex premier británico pasa a descubrir una trama sobre los secuestros de la CIA en Irak.

"De haber podido, tampoco habría venido a Berlín a recoger el premio. La última vez que fui a un festival a buscar un premio acabé en la cárcel", fue el mensaje de Polanski leído por Alain Sarde y Robert Benmussa en la gala. El director fue detenido el pasado septiembre, cuando acudía al festival de Zúrich y actualmente sigue bajo arresto domiciliario en su chalet suizo. Su inclusión a competición fue vista como un gesto solidario al colega en dificultades. Tras el desfile de los 20 aspirantes a premio quedó claro que, por encima de todo, Polanski sigue haciendo buen cine, al estilo Hitchcok de toda la vida, pero sólido.

Con Miel, tercer filme del turco Kaplanoglu sobre Anatolia, se premió un estilo muy distinto de entender el cine, a través de una poética hecha de silencios y sobre la figura de un niño que sólo habla con fluidez, a susurros, con su padre, el resto es tartamudeo o mutismo. Un buen día, el padre queda suspendido al quebrarse la rama de un árbol de la que se colgó para recoger la miel de sus colmenas, a merced del zumbido de las abejas. El jurado, presidido por Werner Herzog y con la actriz René Zellweger y el productor español José María Morales, recompensó asimismo la película del joven realizador rumano Florian Serban Si quiero silbar, silbo.

El filme de Serban, rodado en una sórdida cárcel de menores rumana e interpretada, a excepción de los protagonistas, por muchachos del penal, se llevó el Gran Premio Especial del Jurado y además el Alfred Bauer en memoria del fundador del festival. Herzog y los suyos dejaron claro también cuál era la filosofía de sus premios de interpretación: ante todo, intensidad, nada de tributos a nombres reconocidos, como Gérard Depardieu.

Ausencia de grandes estrellas

La Plata a la mejor actriz fue para la japonesa Shinobu Terajima, por su desgarrador papel en el durísimo film Oruga, de Koji Wakamatsu, como abnegada esposa de un soldado japonés que regresa de la guerra sin brazos ni piernas, decidido a que siga siendo su esclava sexual puesto que sí le quedaron los genitales. La Plata al mejor Actor fue, compartida, para el dúo de actores formado por Grigoru Dobrygin y Sergei Puskepalis, por en Cómo terminé ese verano, la película de Alexei Popogrebsky que discurre en el círculo polar ártico.

La confrontación entre el joven inexperto que todo lo rompe y el iracundo trabajador de la estación ártica que aspira a volver a casa, tras años entre hielos, es la base de un filme sustentado solo en ellos y el maravilloso espectáculo del paisaje polar. El filme ruso, primero en años procedente de ese país a concurso en la Berlinale, ganó otra Plata a la mejor contribución artística por el trabajo de su cámara, Pavel Kostomarov.

Polanski fue el único gran nombre entre los principales premios del palmarés berlinés, fuera de la Plata al mejor guión para Wang Quan'an -por Tuan Yuan-, director chino que en 2007 ganó el Oro. Se fueron de vacío el alto contingente de cine escandinavo y restantes cinematografías del corazón de Europa, mientras que el cine anfitrión sólo rozó el premio como co-productor de Miel.

La Berlinale se cerró con una ceremonia sobria, más incluso de lo que suele serlo la clausura de la Berlinale, tras una edición de cumpleaños empañada por la parca presencia de grandes astros. En diez días de festival, el máximo representante de Hollywood sobre su alfombra roja fue Leonardo DiCaprio, con una la película fuera de concurso, Shutter Island, de Martin Scorsese. Lo más mediático no fueron ni las estrellas ni el cine actual, sino la proyección del mítico Metropolis de Fritz Lang de 1927 ante la Puerta de Brandeburgo a varios grados bajo cero y bajo la nieve, en versión restaurada sobre una copia casi íntegra hallada dos años atrás en el Museo del Cine de Buenos Aires.

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