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'No dejes pasar a nadie más', decía este domingo un joven a su amigo para que cerrase un pasillo de paso. 'Ya no pillamos ... nada, tendríamos que subirnos a hombros', susurraban, por su parte, un grupo de chavales mientras señalaban a varios vecinos que estaban ya anclados en las vallas. Mientras, dos mujeres conversaban y llegaban a la conclusión de que 'aquí tendrían que organizarnos por medidas y los más bajitos, delante'. Era el momento más esperado de las fiestas de Santo Toribio del barrio del Cristo, era el momento de la tradicional pedrea del pan y quesillo que, un año más, congregaba a miles de personas a los pies de la emblemática figura de Victorio Macho.
Tantas ganas tenía la gente, que los silbidos demandando la lluvia de alimentos comenzaron antes de la hora señalada para la pedrea. Algunos de los que esperaban portaban bolsas de plástico, otros mochilas o 'tote bag', y todos ellos recogerían los lanzamientos como auténticos maestros del béisbol o del rugby.
Antes de que comenzase la fiesta de interés turístico regional, que continúa trabajando para lograr el título nacional, los actos arrancaron desde la iglesia de San Ignacio y Santa Inés, subiendo en procesión hasta la ermita con la participación del grupo de danzas del barrio y la Banda Municipal de Música. Tras la eucaristía, oficiada por el obispo de Palencia, Mikel Garciandía, en la que envió el mensaje de que «las fiestas se viven en comunión y en fraternidad», llegó la pedrea, para la que el Ayuntamiento había dispuesto 4.000 bolsas para lanzar desde el balcón, medio millar se habían destinado previamente a los centros educativos que recrearon sus propias pedreas en los patios de los centros y, en algunos casos, incluso en la ermita de Santo Toribio, mientras que las restantes las puso a la venta la Asociación de Vecinos por 1,5 euros en una caseta turística, para que cualquiera pudiese disfrutar de ella sin tener que meterse en el 'mogollón' para batallar por los preciados presentes.
«Es un día importante para el Ayuntamiento, aparte de ser una fiesta de interés turístico regional es una fiesta que hace que toda la ciudad se vuelque en uno de los barrios más emblemáticos de Palencia. Es una fiesta en la que se pone en valor ese elemento singular que tiene la ciudad de Palencia, que tiene que ser reclamo turístico y que es el Cristo más alto de España y uno de los 15 más altos del mundo», subrayó la alcaldesa, Miriam Andrés.
Por su parte, Pedro Arenillas, presidente de la asociación de vecinos del barrio del Cristo, señalaba, ya casi sin voz después de tanta celebración en las calles, que estas fiestas «cada año me gustan más, no porque sean de aquí sino porque me parecen un símbolo no solo del Cristo del Otero, sino un día para hermanar a toda Palencia y a la gente de fuera». Quiso hacer hincapié en la importancia de que esta fiesta sea considerada de interés turístico nacional, por eso hizo un llamamiento «para que más gente suba porque el Cristo del Otero se merece todo y creemos que la fiesta de interés turístico nacional tendría que llegar muy pronto».
Por el momento, la alcaldesa de Palencia afirmó que desde el Ayuntamiento esperan que dentro de muy poco este Cristo pueda ver materializadas las obras del plan de sostenibilidad turística, que se están licitando ahora. «Esperamos que a finales de septiembre podamos empezar las obras», sostuvo.
Y llegó el momento de los ansiados lanzamientos de pan y quesillo, que comenzaron lentamente. Algunos sobrevolaron a los asistentes, otros se quedaron enganchados en los árboles, varios cayeron a la vez e incluso algunos se convirtieron en armas arrojadizas. La joven Alba, que nunca había subido hasta la ermita para la fiesta, recibió un 'bolsazo' en el ojo, sin el premio de recoger el premio en forma de pan y quesillo. Tampoco pudo quedarse Rodrigo con el lanzamiento que le golpeó en la cabeza y le hizo llorar, ya que las mandos se multiplicaban para cogerlos sin descanso.
La pedrea, que muchos vecinos del barrio esperan durante todo el año, se extendió en el tiempo –bajo un intenso sol– hasta los 45 minutos, después de que se parase la lluvia de bolsas de pan y queso durante más de diez minutos para permitir a las emergencias sanitarias que trasladasen a un joven de unos 32 años hasta el puesto de protección civil, desde donde fue derivado al Hospital Río Carrión, por una lesión en la rodilla tras un mal salto.
Por si alguno de los asistentes o de los que 'cazaron' los premios del pan y queso no conocían el origen de esta tradición, veía impresa en cada bolsa de papel. Y es que los orígenes se remontan al año 447, cuando Santo Toribio de Astorga viajó hasta Palencia para predicar contra las doctrinas priscilianistas. El santo recibió un apedreamiento por parte de todos los palentinos, viéndose obligado a refugiarse en el mismo cerro del Otero –donde ayer se congregaban miles de personas para celebrar y disfrutar–. Días más tarde, se produjo un desbordamiento del río Carrión, provocando una inundación en la ciudad. Los palentinos achacaron la desgracia al apedreamiento por lo que subieron entonces al cerro para pedir perdón al santo. Este hecho se conmemora con esta romería y esta pedrea.
Lanzados ya los cuatro millares de trozos de pan y queso, llegó el momento de los 'selfies', con el balcón al fondo, con el Cristo del Otero detrás, con las bolsas cogidas en las manos. Carmelo Alonso hasta se subió al balcón para que le inmortalizase su pareja Raquel desde abajo. En este Santo Toribio, fue uno de los vecinos que, por sorteo, se ganó un hueco arriba de la ermita para vivir la fiesta desde el otro lado y para repartir por el aire algunas de las 4.000 bolsas de pan y queso entre sus vecinos y el resto de personas que se acercaron hasta el cerro. Un fin de fiestas del barrio del Cristo inigualable.
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