Palencia
Los herederos del comerciante José Picó, fieles cada temporada en el local de La CestillaAhora en manos de la quinta y sexta generación familiar, las ventas de turrón y dulces navideños están aseguradas cada mes de diciembre
Como cada diciembre, los turrones de José Picó vuelven a Palencia por Navidad. La saga alicantina subía de nuevo la persiana de su pequeño ... establecimiento el pasado lunes 1 de diciembre para comenzar a vender sus característicos productos típicos además de mazapanes, peladillas o frutas escarchadas.
Desde hace más de 100 años, cuando José Picó llegó a la capital, el turrón de Jijona se reparte en las casas palentinas generación tras generación. Primero, desde el local de la Casa de la Condesa de Castrillo y, después, desde la Calle Mayor para recalar hace dos décadas en su tercera y última ubicación en la calle de La Cestilla.
Sobre el mostrador, una amplia oferta de turrón de Jijona, avellana, Alicante, coco, guirlache, yema natural, fruta, mazapanes, polvorones, peladillas, piñones, pan de Cádiz, almendrucos, marquesas, pasteles de yema, pasteles de gloria, además de turrón o mazapanes de chocolate, frutas escarchadas y cascas.
Despachando, esta familia alicantina que viaja cada año por estas fechas desde su tierra hasta Palencia con un furgón cargado de centenares de kilos de estos manjares para endulzar los paladares de sus clientes más fieles. Un cariño que la familia Masiá, herederos de José Picó, devuelve Navidad tras Navidad.
Su quinta y sexta generación, Amparo Baldó Masiá, sus hijos y sobrinos, Eugenio Arqués y Beatriz Fontecha, quienes despachan a los centenares de clientes que pasan por este pequeño local en el que solo destaca la báscula, la caja, y el taco de papel en el que apuntan los pedidos. Como si de un comercio del pasado se tratara en el que no hay rastro de pantallas digitales ni de tecnología.
«José Picó era comerciante y empezó a traer el turrón a Palencia en los años 20 del siglo pasado y aquí estamos nosotros 100 años después. Han pasado por aquí mis abuelos, mis padres, mis hijos y ahora mis nietos», explica emocionada a los clientes la propia Amparo mientras no deja de pesar turrones y mazapanes.
Los responsables del establecimiento afirman que la clave de sus productos reside en la elaboración artesanal de estos dulces. Solo emplean ingredientes naturales y todo el proceso es realizado de manera manual por maestros turroneros. Además, se trata de productos respaldados por su consejo regulador, que garantiza que cumplen las condiciones establecidas en su normativa.
Se prevé, que como cada año, en torno al 14 de diciembre cierren sus puertas cuando los palentinos hayan agotado las existencias. Algo menos de dos semanas en las que la saga familiar hace dos turnos de personal con una media de unas 5 o 6 en cada uno de ellos. Todas las manos son pocas para dar servicio a un auténtico aluvión de pedidos.
«Lo clásico es siempre lo que más gusta a la gente. El turrón de Jijona, de Alicante y el chocolate. Las naranjas escarchadas, también. Solo vendemos aquí, así que podemos decir que nuestra tradición se ha quedado en la ciudad de Palencia», destaca Beatriz Fontecha, sexta generación de la familia turronera.
Una tradición para los comerciantes pero también para los clientes que, durante años ha pasado de generación en generación y de abuelos a nietos. Todos ellos, juntos, acuden como comienzo de la Navidad a comprar lo que a finales del mes llenará sus mesas. Una forma muy especial de preparar los convites de unas fechas festivas y, también, enormemente emotivas.
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