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Ginés Marín conduce a su toro con gusto por el pitón derecho.

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Ginés Marín conduce a su toro con gusto por el pitón derecho. Antonio Quintero

Ginés Marín sale a por todas en Palencia

El joven diestro jerezano acompaña a Enrique Ponce por la Puerta Grande en una tarde que Perera estuvo pésimo con la espada

El NOrte

Palencia

Sábado, 1 de septiembre 2018, 23:19

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El diestro Ginés Marín, que cortó tres orejas y se convirtió en el triunfador de la tarde, y Enrique Ponce, con dos apéndices, salieron hoy a hombros por la puerta grande de la plaza de toros de Palencia, mientras que Miguel Ángel Perera se fue de vacío.

Ponce construyó una faena bien hilvanada al primero de la tarde, un toro alto de agujas y corto de cuello. Labor cimentada en el temple y la ligazón, toda ella en una baldosa, con un manejable toro al que pasó por ambos pitones con cadencia. Un final por 'poncinas' y una estocada trasera en el segundo envite, le valió para cortar la primera oreja de la tarde, según la crónica de Efe.

Tuvo volumen el cuarto, un toro rajado pero de buena condición. La tenacidad de Ponce sacó lo mejor de Tenaz, sin llevarle la contraria, embebido en la muleta, siempre puesta en la cara, manejando a la perfección las querencias del rajado animal. Media estocada defectuosa con derrame y otra oreja para él.

Pero todavía quedaba otro nombre propio en la tarde: Ginés Marín, que salió a tumba abierta desde que se abrió de capote con su primero, al que quitó después por saltilleras y gaoneras, en lo que fue toda una declaración de intenciones.

Marín inició la faena de rodillas, con arrucina incluida, a un bravo, pronto y codicioso ejemplar de Montalvo, al que diseñó una labor en la que prevalecieron las ganas y la ambición sobre la razón. Volcánica, un tanto eléctrica, por la senda de la heterodoxia, logró la conexión con los tendidos. La estocada al primer envite le valió una oreja.

Ginés Marín lanceó a la verónica de rodillas al que cerraba función, un toro hondo y brocho. El jerezano, pero extremeño de adopción, anduvo nuevamente muy entregado, apostando por la vistosidad y variedad ante un animal manejable, que repitió en la embestida.

Faena de querer mucho, sin reposo, y abrochada con unas manoletinas que terminaron de prender la mecha de una receptiva parroquia. Contundente espadazo, y dos orejas.

El primero de Perera tuvo nobleza y clase, sin embargo, duró poco. El extremeño, muy firme y sin fisuras, abrió la faena rodilla en tierra, para, una vez recuperada la vertical, seguir exigiéndole mucho, muy por abajo todo. Le faltó toro a Perera, desafortunado después con los aceros.

Se picó mal al quinto, muy trasero, lo que propició que no «rompiera» en la muleta, echando la cara arriba a mitad del muletazo, sin fuelle. Esfuerzo de Perera, que intentó llevarlo largo al natural en una labor monótona, plana, de las que no toman vuelo por mucho que se insista.

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