Las elecciones que le salvaron la vida fuera de las urnas

A la entrada de Urgencias, los gritos de dolor y el aspecto pálido de su rostro alertaron a los sanitarios que le asistieron con un tratamiento de calmantes y análisis de sangre hasta determinar en el diagnóstico que se trataba de un cólico. «Las Urgencias estaban desbordadas, era horroroso ver a la gente agolpada», señala. Un tratamiento que camuflaba el dolor, pero no trataba el origen de la dolencia.

«Al día siguiente me encontraba mejor porque los calmantes aliviaban ese dolor tan intenso del día anterior», añade Rafael Ruiz. Sin embargo, solo ocultaba un mal mayor, una apendicitis que se iba agravando con el paso de las horas. La llamada a las urnas le apremiaba a viajar a su ciudad natal, y aunque reconoce que «lo que me apetecía era quedarme en casa, fui hasta allí motivado también por la insistencia de mi familia y de mi pareja a que me vieran en el hospital de Palencia».

Así, con el billete de tren en la mano se dirigía a ver a su familia con la sensación de que la dolencia estaba menguando, aunque era solo el efecto de los calmantes. «También tenemos un sesgo de confianza donde con ingenuidad tendemos a minimizar lo que nos pasa», explica. La pequeña mejoría, no obstante, no fue suficiente para sus allegados que le advirtieron de la importancia de que le revisara un especialista y, como él mismo asegura, «menos mal que la testarudez de mi gente prevaleció a ese mecanismo de defensa porque si no, no sé cómo habría acabado».

Desde que entrara en el Hospital Río Carrión, la atención fue óptima y tras realizarle una ecografía, procedieron a operarle. «A las tres horas ya había sido operado y me advirtieron que, de haber esperado más, habría sido muy peligroso. De algún modo, ese viaje a Palencia me salvó», detalla.

A pesar de que la historia concluyó en final feliz, reconoce que el error no estuvo en la profesionalidad de los sanitarios sino en un sistema desbordado. «Ahí te das cuenta de la importancia de los servicios públicos. Yo no creo que nadie me quisiera matar, pero al final si estás saturado te obligan a burocratizar al paciente», explica. Aunque los recursos de Palencia no están al nivel de Madrid, reconoce que «las ciudades pequeñas son más habitables y tienes una estructura más humana, que al final esa humanidad es lo que te salva». Una reflexión donde el palentino potencia el valor de su tierra y asegura que «la dejamos morir porque no se abren canales de futuro, pero igual deberíamos plantearnos un futuro más sostenible y más humano».

El viaje no concluyó con el fin principal que era depositar su voto en las urnas, pero coger ese tren probablemente le salvó la vida. «Sería una buena idea poner urnas electorales en los hospitales porque me hubiera gustado ejercer mi derecho y tras operarme podría haberlo hecho», concluye.