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El humanista, profesor y escritor Alberto cuesta, con su último libro. Antonio Quintero
Alberto Cuesta, escritor: «Se confía muy poco en la revitalización de los pueblos, hay derrotismo»

Alberto Cuesta, escritor: «Se confía muy poco en la revitalización de los pueblos, hay derrotismo»

En su último libro, el humanista alerta de los riesgos de la disminución acelerada de los recursos y explica una forma de vida menos consumista, la del decrecimiento

Inés Macho

Palencia

Lunes, 23 de septiembre 2019, 12:57

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Alberto Cuesta es doctor en Geografía por la Universidad de Salamanca y, actualmente, profesor de Historia y Geografía en el IES de Sahagún. En Palencia, cofundó el grupo de decrecimiento 'Hasta aquí hemos llegado', para trabajar en la adopción de nuevas formas de vida menos consumistas ante la acelerada disminución de los recursos, tema angular de su último libro 'Decrecer para sobrevivir'.

–Su libro lo presiden dos conceptos: decrecer y sobrevivir. Empecemos por el primero, ¿en qué consiste esto del decrecimiento?

–El decrecimiento es un movimiento que sostiene que, una vez que conocemos que nos hemos extralimitado en nuestro consumo respecto a la capacidad de carga del planeta, y dadas las desigualdades entre los países ricos y los países empobrecidos, la única manera de garantizar una sociedad sostenible y equitativa es que los países más opulentos decrezcan en su consumo para que el resto puedan aumentarlo.

En sus ponencias, vemos el icono del caracol muy presente, ¿qué representa este animal?

–El caracol representa una vida lenta, sosegada, contraria a la que nos impone el modelo capitalista. También es el símbolo del decrecimiento porque su concha va aumentando de tamaño hasta un determinado momento. Si siguiese creciendo otra vuelta más, acabaría aplastando y matando al animal. Simboliza la limitación voluntaria del crecimiento para la supervivencia.

–En el primero de los bloques de su libro, explica de forma muy didáctica la naturaleza del crecimiento exponencial, ¿en qué consiste?

–Existen básicamente dos tipos de crecimiento: el lineal es aquel que siempre sigue el mismo ritmo, y el exponencial, aquel que va cada vez más rápido y se acumula sobre su crecimiento anterior. El crecimiento lineal sería poner un folio encima de otro, mientras que el exponencial sería ir doblando el folio: su grosor crece más rápidamente.

–En este mismo capítulo, habla también de la huella ecológica, ¿por qué es importante?

–La huella ecológica es una forma de medir cuánta superficie necesita un territorio para satisfacer su consumo y emitir sus residuos. Es un indicador muy útil del grado de extralimitación de una sociedad. Actualmente, de media, la humanidad necesita 1,7 planetas para sobrevivir. De hecho, hay un día, el llamado día del sobrepasamiento, que este año se ha alcanzado el 29 de julio. ¿Cómo podemos vivir con 1,7 mundos teniendo solo uno?, ¿cómo una persona gasta más de lo que gana? La primera respuesta sería utilizando sus ahorros, que es lo que hacemos con los recursos naturales y artificiales, pero están menguando.

–El segundo gran apartado de su libro se titula 'Cómo hemos llegado hasta aquí', y hace un recorrido por las grandes crisis del capitalismo, afirmando que nos encontramos ante la cuarta y definitiva. ¿Qué nos espera ahora?

–El capitalismo ha vivido diferentes fases y crisis, marcadas por el capital del descubrimiento de América, el carbón de la Revolución Industrial, y el petróleo, especialmente, tras la Segunda Guerra Mundial. Lo que diferencia esta nueva crisis frente de las anteriores es que no es simplemente una crisis económica y política, sino también geológica. Por primera vez, la disponibilidad de petróleo ha alcanzado su techo.

–¿Cree que es posible, en el sistema capitalista, desarrollar fórmulas reales de desarrollo sostenible?

–El desarrollo sostenible es un concepto creado por el capitalismo en los años ochenta que, a nivel conceptual, es impecable. Sin embargo, es un concepto trampa cuando se equipara desarrollo con crecimiento. El capitalismo necesita aumentar constantemente su capital y, desde mi punto de vista, capitalismo y sostenibilidad son incompatibles.

–¿Se puede, individualmente, colaborar con el decrecimiento?

–Todo lo que se haga a nivel individual está bien, pero es insuficiente. Un error del movimiento ecologista ha sido que ha tratado de fiar las soluciones medioambientales a conductas individuales. Imaginemos que varios profesores comienzan a utilizar la bicicleta y ahorran en carburante, ese combustible sería igualmente utilizado por la industria. Lo necesario es un cambio de sistema.

Salvar la sociedad

–¿Cuáles serían las medidas políticas necesarias para poder adoptar un modelo decrecentista?

– Las medidas son varias, pero una cuestión importantísima es la de la recolocación de la producción: producir y consumir lo más cerca posible y acabar con el sistema de transporte a gran escala. Esto es necesario, pero no para «salvar el planeta», que es un eslógan erróneo muy repetido –ya que el planeta no está en peligro y va a continuar de una manera u otra–, sino para mantener una sociedad digna y civilizada, que es lo que realmente está en riesgo.

–Usted es palentino y conoce el reto de la repoblación rural. ¿Cómo se aplicaría el decrecimiento a la supervivencia de los pueblos?

–Respecto a este tema hay un cierto derrotismo, se confía muy poco en la revitalización de los pueblos. Hay que tener en cuenta que la despoblación del mundo rural ha tenido lugar en circunstancias históricas muy concretas, con la abundancia de energías fósiles. La España rural se vacía, sobre todo, entre el año 1960 y 1980, aunque es un proceso que continúa durante los años posteriores. Una menor disponibilidad de petróleo va a afectar al transporte y, posiblemente, eso sea una oportunidad para la recuperación del mundo rural. Pensemos en todo lo que es necesario para que un alimento llegue al supermercado: producción con maquinaria importada, varios transportes... Todo ello subordinado a los combustibles fósiles. Cuando estos recursos se agoten, producción y consumo se acercarán necesariamente. Últimamente, desde las instituciones, se plantean modelos de revitalización rural ligados al incremento de la industria o la incentivación del turismo, pero por ahí no van a ir los tiros.

Una moneda palentina ante el pico del petróleo

El pico del petróleo es el momento en el que se alcanza la tasa máxima de extracción de esta sustancia y a partir del cual la disminución de su disponibilidad impedirá a la población mantener su forma de vida actual. Para limitar el abuso de los combustibles, una de las medidas es la reducción de las «millas del alimento», es decir, la distancia que un producto recorre hasta su punto de venta. Alberto Cuesta recuerda, con este tema, una anécdota del filósofo Jorge Rietchman sobre la incongruencia de plantear como ecológica una botella de vino venida de Chile, ya que, «necesariamente, aquí será mucho más ecológica una botella de Ribera de Duero». En Bristol, un método para incentivar el pequeño comercio fue la creación, en 2012, de una moneda local que convive con la libra esterlina y tiene validez en su circunscripción. «Imaginemos que, en Palencia, un porcentaje del salario de los funcionarios fuese pagado con una moneda local, »el palentino«, por ejemplo, la gente tendería a ponerla en movimiento en los comercios cercanos y a ahorrar los euros», explica Cuesta

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